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La ley de descargas

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El mundo ha cambiado radicalmente desde la aparición de internet, y cambia cada día. No se le pueden poner puertas al mar. Tampoco puede haber barra libre para todos en el trabajo creativo de tanta gente. Pero hay que gobernar hacia adelante, no hacia atrás, no intentando cargarse otro poquito más de los derechos fundamentales de la persona, ni basándose en el error de que la situación es la misma que hace veinte años, porque no lo es

Hay un error de concepto, la industria del entretenimiento (eso que ahora todos llaman «la cultura», sin serlo necesariamente en muchísimos casos) tiene que darse cuenta de que los tiempos son otros, que la difusión (y, sí, el cobro) por su trabajo tiene hacerse por otros cauces. Antes solo íbamos al cine a ver una película una sola vez, luego se inventó la televisión, ganaron mucho más dinero con la misma película cuando se inventó el video, y ahora con el DVD y el Blue-ray y lo que venga, ni te cuento. Pero la posibilidad tecnológica de copiar una película, de verla cuantas veces uno quiera, pagando por ella o sin pagar, existe hoy y no podrá impedirse. No a menos que inventen un sistema de reproducción imposible de copiar (¿durará dos semanas?) o comprendan que la democracia del acceso doméstico no se puede controlar satanizando a quienes, quizá, no tendrían acceso a esa oferta de otro modo.

Con la ley en la mano o con una ley que se salta a los jueces, cerrarán equis páginas de descarga. y saldrán otras tantas al día siguiente. Lo que tienen que buscar es un punto de equilibrio, reconocer que la red es, sobre todo, una inmensa cinemateca donde pueden encontrarse tesoros ocultos que nadie pone a la venta ni emite por televisión. Y, sobre todo, no puede perseguirse al consumidor (si usted ve veinte euros en el suelo, ¿no los coge?), o al encargado de la página web en cuestión y no perseguir ni a las empresas que colocan publicidad ni a las operadoras de telefónica, que basan sus promociones en la velocidad cada vez mayor de las descargas.

Terminé el día de Navidad viendo en mi ordenador, en directo, la BBC, el capítulo especial de una de las series que sigo. Una serie que aquí no emiten, o que emitirán dentro de dos años, mal doblada o en desorden. Internet me permitió asomarme a un mundo que está a la vuelta de la esquina y está muy lejos, y conocer otras ofertas de entretenimiento que en este país no promociona nadie. Luego, también online, dentro de unos meses, me compraré el dvd. Pero yo es que soy muy raro. O los que dominan la cultura no tienen mi cultura, que esa es otra, y ahí les duele.