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PARA LUEGO ES TARDE

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Los asuntos urgentes permiten siempre un largo aplazamiento. Las promesas se olvidan y cuando nos anuncian que por fin van a cumplirse, no recordamos qué fue lo que prometieron. Ocurrió con la Ley sobre Cuidados Paliativos y Muerte Digna en su día, hace mucho tiempo, que se le hizo larguísimo a los que sufrían, abandonada cualquier esperanza. Cuando muere una persona mayor suele decirse que «es ley de vida». Lástima que no hayan contado con nosotros para votarla, pero hay que congratularse ante la decisión del Gobierno de cumplir la piadosa promesa electoral de legislar lo que pudiéramos llamar 'ley de muerte'. Se trata de impedir que el R.I.P. no se traduzca siempre por «rabiando y pataleando». Dicho de otra manera: de evitar el sufrimiento. Mal concepto del Sumo Hacedor deben de tener algunas religiones organizadas para propagar su imagen de implacable justiciero, que en vez de «examinarnos de amor» nos va a pedir cuentas de pecados por los que solo tenemos nostalgia. Una muerte digna nos la merecemos todos. Los partidarios de la eutanasia y los Cristo de la Buena Muerte. No digamos de los que somos adictos a ambas formas de consuelo. Que Dios bendiga a quienes, al margen de creencias o descreimientos, quieren sacar adelante esa ley. No será aceptada por todos. Quizá sea pronto, pero para luego será tarde.

Cuando surgió aquel terrorífico episodio de la talidomida, nacieron muchas criaturas ciegas y sin manos y hubo teólogos que dijeron que como la vida humana es sagrada, había que mantener la de esas personas, a costa de la de sus desafortunados progenitores. Lo que no dijeron aquellos cretinos es a qué le llamaban vida. Hay que aprobar esa ley. Darle sobresaliente en humanidad.