Tribuna

Elecciones catalanas: las barbas del vecino

«La crisis es ya algo más que un fantasma omnipresente en la precampaña y la campaña catalanas. ¿Pueden mostrarse impotentes los partidos ante la necesidad de superar el paro?»

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Las elecciones autonómicas catalanas del 28 de noviembre comienzan una oleada electoral que sigue en mayo de 2011 con las municipales y autonómicas españolas y culminará en el gran duelo de las elecciones generales al Parlamento español, cuya fecha tope es marzo de 2012. El voto catalán abre el fuego de una cascada de votaciones situadas en un tiempo económico incierto y políticamente desconcertante. Las barbas del vecino catalán son un verdadero test sobre el futuro inmediato colectivo de las Españas y, en especial, acerca de la actitud de los ciudadanos ante el 'impasse' económico y el desconcierto e indiferencia política que señalan todos los sondeos.

En el terreno político catalán estas elecciones plantearán con mayor claridad que otras veces asuntos complejos y difíciles como la independencia de Cataluña frente a la continuación de la colaboración de catalanes y españoles. Ello implica que una parte significativa de catalanes puede dejar de reconocer la Constitución española tal y como está. En este horizonte, quien simplemente reclame la reforma de la Constitución (Partit dels Socialistes Catalans e Iniciativa per Cataluña/Verds) estará ya afirmando su deseo de inclusión en un ámbito político común con España. No se reforma aquello que resulta indiferente o ajeno.

Que el candidato por Convergència y Unió, Artur Mas, por ejemplo, no se pronuncie, por el momento, acerca de si hay que reformar o no la Constitución, como con cierta insistencia le piden los socialistas de José Montilla, indica la importancia del asunto. Más insiste en su eslogan de campaña: «El derecho a decidir» de los catalanes. Lo que esto pueda significar -«el autogobierno se debe al derecho de toda nación a decidir su futuro», se lee en su programa- se sitúa entre lo que suena a una especie de 'neoplan Ibarretxe' y una derecha liberal dispuesta a asumir un intervencionismo de Estado en determinados temas como la lengua. Lo cierto es que la militancia de CiU parece dividida entre los partidarios del soberanismo (catalán) y los partidarios de influir en España.

Quienes ni se plantean la posibilidad de reforma de la Constitución de 1978 (partidos claramente independentistas como Esquerra Republicana con Joan Puigcercós como candidato, Reagrupament -escisión de ERC- con Joan Carretero, o Solidaritat Catalana, con Joan Laporta) van a tener espacio suficiente en el ágora mediática para divulgar una posición que aflora por primera vez con nitidez en unas elecciones. Tal previsible protagonismo se debe a que los independentistas protagonizan la parte más 'conflictiva' de estos comicios y ya se sabe que siempre es más 'noticiable' el conflicto que su ausencia. Por ello la propuesta, muy clara, de ir «hacia un Estado propio (catalán)» que hace el programa de ERC resulta tan 'sensacional' como la afirmación reciente de Mariano Rajoy de que «hay que revisar (adelgazándolo) el Estado de las Autonomías».

Independentistas -militantes en ERC, Reagrupament y Solidaritat básicamente- y populares están -con permiso de partidos 'mini' como Ciutadans, Plataforma per Cataluña (abiertamente de extrema derecha), UPyD (apéndice catalán de Rosa Diez) y Liberales de Cataluña (de Montserrat Nebrera, ex PP)- en los extremos del España sí/España no. Lo cual se intenta que equivalga a Cataluña sí/Cataluña no.

La crisis económica dota a ambas posiciones de excusa para argumentar que es más barato un Estado (catalán) propio que un Estado (español) centralizado, o viceversa. Existen y circulan estudios 'científicos' sobre ambas posturas, si bien los más viejos del lugar recuerdan que, ya a principios de los años 80, la CEOE advertía del encarecimiento presupuestario de la España de las Autonomías y después fue Manuel Fraga quien propuso la 'Administración única'. Difícilmente la campaña permitirá matizar sobre la necesidad de eludir duplicidades y clarificar responsabilidades administrativas, pero este gran tema va a quedar abierto para el futuro electoral de toda España.

La crisis económica es ya algo más que un fantasma omnipresente en la precampaña y en la campaña que empieza el día 12. ¿Pueden mostrarse impotentes las fuerzas políticas ante la necesidad de superar el paro y la precariedad? Está claro que vamos a asistir a un curioso juego de sacar conejos de la chistera y de manejo de varitas mágicas. Artur Mas habla de «reducir el paro a la mitad» y centra su objetivo en lograr «un modelo de financiación propio», pero no se sabe si eso significa algo parecido al Concierto vasco, sin nombrarlo expresamente.

Por su parte, el PSC de Montilla, por el momento, insiste en mostrar obra hecha y estadísticas (difíciles de comprobar por los ciudadanos) como: «En cuatro años (2006-2010) se han logrado cada día 2 médicos, 3 mossos, 5 maestros más». O que hay el doble de autovías que en 2003 y se ha duplicado la inversión pública. Los programas hablan de paro en términos vagos, salvo en el caso de ICV.

Por lo que a la ideología respecta, la tradicional clasificación izquierda/derecha sólo es utilizada por partidos extremos o por formaciones que nunca han ocultado su pertenencia a la izquierda, como ICV. Socialistas y convergentes compiten por el centro, unos desde el centro izquierda y otros desde el centro derecha. Tanto Mas ('Cambio sí') como Montilla ('Cambio real') coinciden en el concepto 'cambio'. La inmigración puede volver a salir y dirigir la campaña hacia el populismo abierto.

Todos los partidos están pendientes de sus apariciones televisivas y siguen negociando diversos debates en campaña. La idea es dar un vuelco a la temida 'superabstención' que sigue presente en cualquier pronóstico. Que las encuestas proclamen como vencedor a Mas no es nada nuevo (su partido fue el más votado en 2006, con 935.000 votos que le dieron 48 diputados, frente a los 37 del PSC, de un Parlamento de 135 escaños y con mayoría de 68). La clave estará en cómo afecta la abstención y quién logrará formar gobierno. ¿Serán necesarios pactos? Casi todos son posibles.