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Zapatero al pilpil

Puede que su liderazgo se acabe cociendo en algún 'txoko' de la margen izquierda del Nervión

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Un grupo de militantes socialistas, digamos de clase media-alta en el escalafón del partido, que se reúnen periódicamente a almorzar menestra de confidenciales, ocuparon su última velada en analizar 'el caso de la carta de Gregorio'. Se trata de la carta que envió Gregorio Peces Barba a Zapatero a finales de julio pidiéndole apoyo a la candidatura de Tomás Gómez e invitándole que no alistara a una paracaidista con chupa de cuero, cuerpo de 'madonna' y melena Camomila Intea en la batalla por Madrid. De los presentes un ex-ministro de la última etapa de Felipe González definió el efecto expansivo de la carta de Gregorio -ignorada por el presidente- y su posterior artículo en la prensa -'En defensa de Tomás Gómez'- como un terremoto interno. La audacia del viejo presidente del Congreso que conserva todavía restos de su prestigio de vaca sagrada en el PSOE está actuando como un banderín de enganche.

De esa comida salieron unos cuantos votos para Gómez. Y empieza a retoñar aquella energía conspirativa que en el PSOE había declinado hasta casi desaparecer en los últimos años de omnipotencia zapateril. En el subsuelo de las agrupaciones se empieza a temer que el gran líder esté desplegando ahora una estrategia que se acerca al sálvese el que pueda y yo el primero. Como las inapreciables burbujas que aparecen en las cazuelas que todos los fines de semana salpican los 'txokos' de Vizcaya cuando un socio mima a golpe de muñeca unas tajadas de bacalao al pilpil para que cuaje la gelatina sin cortarse, así va apareciendo en el paisaje del socialismo la señal del descontento.

Para muchos antiguos guerrilleros con corbata supervivientes de las luchas fratricidas de la Federación Socialista Madrileña de los años ochenta-noventa es inexplicable el acoso de Zapatero a Tomás Gómez. Veteranos sesentones afiliados entonces al clan de Chamartín, o a las filas del guerrista Acosta o seguidores de Leguina, han contemplado estupefactos cómo Zapatero soltaba una bomba de fragmentación en el partido de Madrid precisamente ahora que Gómez había logrado la pacificación y la unidad. Pero hablando de pilpil, las mejores cazuelas de la irritación contra ZP se están cociendo en territorio vasco. La traicionera maniobra de la mano del PNV que se urde en la Moncloa poniendo alfombra roja a Urkullu hacia Ajuria Enea y abriendo a Patxi López la salida de servicio ha resucitado viejos sueños de emancipación y pesadillas maragallistas. La frivolidad de Zapatero jugando a la ruleta rusa con el gran pacto del cambio con el PP tiene conmocionado al socialismo vasco que después de treinta años de espera había logrado colocar a uno de los suyos como 'lehendakari'. Pero si no afina mucho, puede ser que el principio del fin de su liderazgo se acabe cociendo en alguna Casa del Pueblo de la margen izquierda.