Economia

'Falcon Crest' en la galletera

Los hijos de la propietaria acusan al antiguo directivo de manipular a su madre y de lucrarse con la venta de unos terrenosGullón se juega su futuro en un litigio entre los dueños y el ex director general

VALLADOLID. Actualizado: Guardar
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Acusaciones de estafa y deslealtad, indemnizaciones millonarias, hijos enfrentados a su madre, juntas de accionistas que tienen lugar en un Mercedes... Aguilar de Campoo, un pueblo de 7.500 habitantes en el norte de la provincia de Palencia, asiste atónito a un culebrón al estilo de Dinastía que ya retransmiten hasta los telediarios.

Gullón, la mayor fábrica galletera de Europa, que da trabajo a uno de cada diez aguilarenses, fue condenada el mes pasado a abonar nueve millones de euros a su ex director general, Juan Miguel Martínez Gabaldón, por despido improcedente. Los administradores de la empresa mantienen abiertas cinco acciones judiciales contra él. El consejo de administración, compuesto desde hace un año por tres de los hijos y los dos hermanos de la accionista mayoritaria, María Teresa Rodríguez Sainz-Rozas, impidió el miércoles que ésta accediese a las instalaciones para celebrar una junta extraordinaria convocada judicialmente. Así que la propietaria de Gullón optó por recuperar el mando de la empresa ante una notaria y junto a Gabaldón dentro de un taxi, a las puertas de la fábrica.

Para comprender lo que sucede en Gullón hay que remontarse a septiembre de 2009, cuando los cinco familiares de María Teresa Rodríguez la despojaron de sus poderes en la empresa (otra hija permanece a su lado) para poder deshacerse de Juan Miguel Martínez Gabaldón, su mano derecha durante 22 años.

O quizá habría que remontarse a 1983, cuando el esposo de María Teresa, José Manuel Gullón, nieto de los fundadores y artífice de la transformación de la repostería familiar en industria galletera, fallecía en un accidente de tráfico y dejaba a su esposa y sus cuatro hijos como herederos. Tres años después, la viuda contrató a Gabaldón, le pidió que no repartiese dividendos y reinvirtiera todos los beneficios en la empresa y se apartó de la gestión para dedicarse a su familia. Desde entonces, Gullón ha sido testigo de la desaparición de Galletas Fontibre (1994) y de la compra de Fontaneda por Nabisco (1996), con el posterior cierre de su fábrica (2002). Mientras, Gullón crecía al calor de las marcas blancas hasta dar salida a más de cien millones de kilos de galletas anuales. El pasado ejercicio facturó 162 millones de euros y ganó unos diez.

Los vástagos de María Teresa salieron rebeldes. Al mando del consejo se encuentra como director general Félix Gullón Rodríguez (Rubén es presidente y Hernán, vicesecretario). Entre todos acusan al destituido directivo de manipular a la presidenta y de lucrarse con la compra-venta unos terrenos donde se levanta la ampliación de la fábrica.

Ahora, los familiares de la propietaria dicen estar dispuestos a readmitir a Gabaldón para evitar tener que pagarle el abultado finiquito, pero este exige que retiren antes las querellas y demandas contra él. Instados por un Juzgado de lo Mercantil a convocar una junta en la que la accionista mayoritaria iba a recuperar el poder, los actuales dirigentes optaron por aferrarse a un defecto formal, cerraron las puertas e impidieron la entrada a su madre y hermana. Luego calificaron el incidente del Mercedes de «esperpento que daña la imagen de la empresa» y reiteraron la legalidad de su mandato.

«Mis hijos están influidos por sus abogados de Madrid, han usurpado el poder de forma ilegítima y quieren que me dedique a pasear con mis nietos, pero todavía no están preparados para dirigir Gullón. Ellos heredarán la empresa, pero a su debido tiempo», afirma María Teresa.

La batalla por el poder en Gullón aún no ha escrito su último capítulo, así que... continuará.