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UN POCO MÁS LEJOS

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Para disminuir los índices de delincuencia, o de pobreza, no hay fórmula mejor que trasladar a los delincuentes y a los menesterosos. Facilitándoles que se muden de una autonomía a otra, se logran grandes éxitos provinciales, aunque la estadística global siga inalterable. Ojos que no ven, políticos que no sienten. Si en cualquier comunidad se impide que eso suceda en sus clínicas, se consigue que no ocurra, pero no puede impedirse que siga sucediendo, en idéntica cuantía, en todo el tambaleante territorio nacional. Poner las cosas más desagradables a distancia no deja de ser una incierta técnica de evasión. Además, siempre les cogerá más cerca a quienes hayan decidido no aumentar la demografía trasladarse a la región más próxima, en vez de irse a Inglaterra. Ahora hay minisanciones de Hacienda a los evasores que repatríen su dinero en Suiza y mucha gente cree que también debe haberlas para quienes se arrepientan de haber colaborado a traer al mundo a más gente. A los que creemos en la 'procreación consciente' nos chirría un tanto la palabra aborto, al margen de escrúpulos religiosos y lavados de cerebro infantiles, que siempre han querido influir en conductas antes de que la gente supiera conducirse. ¿Por qué iba a ser la procreación algo excepcional? Todo debe de ser consciente, desde el consumo de ginebra a las horas de trabajo, ya que ambas cosas influyen mucho en el sueño. Hubo una época en la que la 'hermosa gente', que decía Saroyan, que era un optimista patológico, se sentía partidaria de tener los hijos «que Dios quiera». Creían que el Sumo Hacedor, entre otras carreras, había cursado la de ginecología. Ahora hemos optado por desconocer la estadística y hay que alejar los asuntos que nos perturban. Un poco más lejos. Hay que tenerlos a distancia. A ser posible, como las centrales nucleares, en el pueblo de al lado.