Opinion

De Barakaldo a Bermeo

En política, la excelencia viene dada por el uso con que se administran la ironía, la provocación y la palabra

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Primera consideración: escribo sin saber el resultado del partido entre España y Alemania, así que no entraré en detalle porque me puedo equivocar, aunque no lo creo. Deseo siempre que ganen los míos, o sea España. Y si no, agradeceré a la selección de Vicente del Bosque los días que nos ha hecho pasar plenos de inquietud, cargados de emoción y abiertos a la esperanza.

Segunda consideración. En el País Vasco están cambiando muchas cosas, pero habrá algunas que siempre serán igual. Pueden cambiar las costumbres, las calles, el ambiente de las tabernas. Hasta la manera de mirarse unos a otros, y hasta la forma de saludar a un vecino con un buenos días sin necesidad de volver la cabeza a ver quién te ha escuchado. Pero lo que no cambia es la estupidez de la que hacen gala algunos. Xabier Legarreta es el alcalde de Bermeo, del PNV, lo que no quiere decir nada porque aunque le pese al alcalde en ese partido está él, pero también Josu Jon Imaz y tantos y tantos militantes estimables. A Legarreta le preguntaron días antes del España-Alemania quién iba a ganar, y en un ejercicio que sólo puedo colocar entre el rencor y el ridículo; el desconocimiento y la soberbia; la insolvencia y la falta de lucidez mental contestó: «Espero que Alemania nos dé una alegría». ¿A quién, a quiénes?

Tercera consideración. Reconozcamos al político bermeotarra habilidad para retratarse. En siete palabras no deja lugar a la duda: soy un mentecato. Quizá considere que un gol de Llorente, del Atlétic de Bilbao, es una concesión a la España nacionalista y opresora. Quizá.

Cuarta consideración. Barakaldo tiene en común con Bermeo que pertenecen a Vizcaya. Pero si uno mira a sus alcaldes, la distancia se hace inabarcable. Tontxu Rodríguez, alcalde de Barakaldo, es del PSE. Ser del PNV o del PSE es decir poco. Más allá de las siglas debe haber una exigencia previa en alguien que ha llegado hasta ahí: la inteligencia y el sentido común. Tontxu no sólo desea que gane España, es que quiere que la selección juegue en su ciudad. Su argumento es simple: es lo que quieren la mayoría de los vascos. Y se nota en las audiencias, en las calles, en las conversaciones donde la gente se expresa con naturalidad. Y sin complejos.

Última consideración. Así como la clase de las personas la determinan la calidad de los amigos y enemigos que uno tiene, en política la excelencia viene dada por el uso con que se administran la ironía, la provocación y la palabra. Así se construye el edificio de la inteligencia. Hay, sin embargo, algo que no debería permitirse cuando uno llega a regidor: la ordinariez. Puede que España haya perdido frente a Alemania, pero eso no hará mejor al de Bermeo. Lo suyo es como el chiste del borracho: una melopea se pasa, pero la ordinariez política permanece.