Un grupo de sindicalistas durante su visita ayer a las delegaciones jerezanas del Estado. :: ESTEBAN
Jerez

Piquetes: cortitos y con sacarina

El dispositivo en Jerez fue meramente testimonialLos sindicalistas se limitaron a cumplir con el protocolo de informar a los trabajadores y no hubo ningún incidente

JEREZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sarah Jessica Parker dice: «No al recorte de sueldos y prestaciones sociales». Alguien le ha colocado la pegatina en la boca, como un bocadillo de cómic, y la última musa global de la moda luce comprometida y glamurosa, en la marquesina del autobús. Son las siete de la mañana. Por la calle suben los primeros sindicalistas. Ésa es la hora pactada para reunirse en la plaza del Arenal, donde recibirán las órdenes y se dividirán en grupos que tratarán de llevar el recordatorio de los paros a todos los funcionarios de la ciudad.

En la tele aventuran que la convocatoria será un fiasco, aunque es la versión de TVE, y nadie se la toma muy en serio. Predicciones interesadas al margen, el clima no es precisamente optimista. El primer sondeo, hecho entre largos con leche fría, cortados y descafeinados de máquina, apunta a que ni siquiera los organizadores tienen muchas esperanzas de que la jornada cuaje. Hay quien recuerda, tostada en mano, que los funcionarios siempre han sido «muy paraditos», y quien excusa que la tropa se está reservando para la huelga general. La sensación, a priori, es que los sindicatos se conforman con salvar los muebles. Demasiadas caras largas, y no sólo por el sueño.

Un sindicalista de Comisiones anima a los cuadros: «Las asambleas han estado muy concurridas. Hay interés. Ya veremos». Un compañero suyo, de Sanidad, coloca el parche antes de que se produzca la herida: «Los servicios mínimos son abusivos». Y tras apurar el último sorbo los piqueteros se ponen manos a la obra en cuatro o cinco equipos.

Visita a visita

El recorrido previsto en Jerez incluye visitas a las delegaciones de la Junta, el Estado y el Ayuntamiento, pero también a los juzgados, a algunos colegios y al Hospital. Y en cada sitio lo mismo: el flujo de trabajadores es, según estima uno de los habituales de las oficinas, «el mismo de siempre». Los piqueteros encienden el megáfono e inician una retahíla de recriminaciones mientras las puertas automáticas se abren y se cierran al paso de los funcionarios. «¡Qué poca dignidad tenéis!», grita la voz metálica y hueca que sale del altavoz. «¡Luego no nos vengáis llorando!».

Pero no hay incidentes ni se pierde la calma, y lo que se impone es tratar de convencer a los que entran por la puerta tratando de no cruzar la mirada con los piqueteros, o dar sonoros aplausos a los que se suman a la concentración de fuera y secundan el paro. «Sólo hemos venido a informar, a explicarnos, lo demás es ya cosa de cada uno», dice uno de los integrantes de la expedición.

A eso de las once, los grupos que se han desplegado como comandos se reagrupan en la plaza del Arenal, y mientras intercambian experiencias hacen tiempo hasta la concentración que se va a celebrar al mediodía en la puerta del Ayuntamiento y se dedican a lanzar al aire octavillas.

A las doce, ya con los micrófonos delante, los líderes sindicales hacen sus primeras valoraciones: «Más o menos el 60% de seguimiento», dicen. Los piqueteros, visto lo visto, miran para otro lado.