La cenicienta vuelve a convertirse en la reina del baile

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El Real Madrid soñaba con su novena Euroliga, con la novena sinfonía blanca. Frente al ruido ensordecedor de las miles de gargantas de los aficionados israelíes, los madridistas esperaban ser como una orquesta perfectamente afinada, como lo fueron en la semifinal contra el Barça. Pero los cánticos hebreos acallaron la música blanca y David, David Blatt, volvió a poder con Goliat. El técnico estadounidense y los suyos rompieron todos los pronósticos, como los dos años antes había hecho el Olympiacos. El Maccabi, por el que nadie daba un duro, hizo doblar la rodilla al favorito.

Y eso que los de Pablo Laso parecieron por momentos entonados y brillantes de la mano de Sergio Rodríguez. El canario (21 puntos) fue mientras pudo un virtuoso de la batuta. El pelo del 'Chacho' parecía encanecer, crecían sus melenas, y desaparecía su poblada barba para que su cara de niño revoltoso y vivaracho se transformara en el rostro rudo y arisco de Ludwig van Beethoven. No fue elegido 'MVP' de la Euroliga por sus valoraciones. Su fuerte no son las estadísticas. Él mismo lo reconoce. Lo suyo es menos terrenal que los números; tiene más que ver con el mundo de los intangibles. Sergio es armonía y belleza, reparte felicidad y contagia alegría. Con él sobre la pista siempre pasan cosas. Con el 'Chacho' al mando, cualquier partido parece el concierto de Año Nuevo con Zubin Mehta de director de orquesta. Pero el rival tocó más fuerte, mucho más fuerte.

El Maccabi intentó cambiar el ritmo del partido hacia el hip hop cuando los brillantes Rice, Davis o Hickman marcaban el paso o hacia al heavy metal cuando Sofoklis Schortsanitis ejerció de poderoso solista. Al Maccabi le va el duelo de improvisaciones. David Blatt marca un guión con unas normas mínimas que dejan mucha libertad al talento y sus pupilos inventan. Si 'Big Sofo' está en pista, balones a la mole griega; en cuanto se va al banquillo, espacios abiertos, anarquía controlada, velocidad mental y física. Y una convicción ciega en sus posibilidades. Porque lo de los israelíes es una cuestión de fe. Poseídos por el espíritu de David, ya pueden tener una gran herida abierta que se lamen y siguen asaltando al rival en una y otra canasta.

El Madrid sonó bien en algunos momentos, pero el rival le llevó a un combate de percusión en el que cuando uno golpeaba sus baquetas con potencia el otro respondía con más violencia. El Maccabi salió más intenso en los primero instantes, pero los de Laso, de la mano de Rudy y Reyes, acallaron por momentos a la marea amarilla con un parcial de 19-2 y daba a los blancos su máxima ventaja (26-15). Cuatro más tuvo el CSKA en semifinales y acabo cayendo ante el convencimiento macabeo. Los de Tel Aviv no cejaron en su empeño y dieron una vuelta más de tuerca hasta recuperar de nuevo el mando en el tercer cuarto (40-41).

El duelo se igualó al máximo y ya no era el tiempo de virguerías. Atrás quedaban las cinco últimas victorias blancas y la supuesta superioridad de los españoles. Era el momento de bajar al barro en un último cuarto digno del duelo que más veces se ha disputado en Europa. El 'Chacho' al mando de las operaciones blancas aguantó al principio, mientras que los macabeos aprovechaban cada regalo blanco en forma de rebotes y despistes defensivos. Sufrimiento y más sufrimiento, jugada tras jugada. Los de Blatt entraron en el último minuto con cuatro puntos de ventaja, pero el Madrid sacó su casta y logró igualar a 73. El Maccabi tuvo la última pero Rice falló el triple.

Así que prórroga y más padecimientos hacia la gloria o el hundimiento. Salvo para Tyrese Rice. Definitivamente, el base estadounidense goza entre la tensión. En la prórroga, el héroe ante el CSKA vio la canasta como una piscina e hizo suyo el partido, mientras Mirotic y compañía se dejaban las posibilidades del Madrid con su desatino (cuatro minutos tardaron en meter la primera canasta en juego, mientras que el rival anotó 25 puntos en el periodo extra).

Y la cenicienta volvió a convertirse en la reina del baile. El Maccabi, el orgullo de un pueblo, logró su sexta corona continental. El Madrid perdió su segunda final consecutiva y alarga su travesía por el desierto desde aquel lejano 1995, cuando comenzó a soñar con la 'novena'.