El Barça se parapeta detrás de Messi

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El FC Barcelona galopa a velocidad de vértigo hacia un final de temporada sin títulos. En ocho días se ha quedado sin Liga de Campeones, eliminado en cuartos de final por el Atlético; ya no depende de sí mismo en la Liga por culpa de tropiezo en Granada; y ha perdido la Copa ante el Real Madrid en Mestalla. Han sido tres KO por la mínima (1-0, 1-0 y 2-1, respectivamente), con oportunidades de gol a favor suficientes en los tres encuentros (también en contra) para que hoy se estuviese hablando de otra cosa, pero sin excusas ni escudos para lo que ya es, ahora sí -incluso aunque ganara la Liga de rebote-, una crónica de un final de ciclo anunciado con demasiada precipitación hace dos años.

La novedad en la evolución de los acontecimientos ha sido el destinatario de la mayoría de dardos tras el triple fracaso. Con la figura del Tata Martino ya desgastada como diana, agujereada desde que se le disparó incluso cuando se ganaba por una supuesta traición al modelo, por primera vez se apunta a Messi de forma más o menos generalizada para tranquilidad de un buen número de jugadores que se habían relajado tras su voracidad goleadora.

Hace meses que el técnico argentino está loco por volver a Rosario tras cumplir su año de contrato firmado y renunciar, aplicando la cláusula de escape, al segundo apalabrado. Sencillamente, la empresa le ha venido grande. Hace tiempo que se quedó a medias entre lo que él quería instaurar (transiciones más rápidas ataque-defensa, presión y menos elaboración), lo que le reclamó el exigente entorno (¡El modelo no se toca!) y lo que le pidieron los jugadores para sentirse más cómodos en el césped: cuatro centrocampistas para asegurar la posesión y menos prisas, por favor. Con la directiva dando tumbos tras la dimisión de su principal valedor, Sandro Rosell, el Tata se ha sentido absolutamente desamparado. Quizás fue demasiado ingenuo al aceptar un cargo con carácter de urgencia por la enfermedad de Tito Vilanova, sin analizar a fondo dónde se metía, admirando casi como un aficionado a sus nuevos jugadores y aceptando a todo el equipo de trabajo del anterior entrenador para que no quedara tirado. Una postura loable, pero poco inteligente, pues el ‘overbooking’ de técnicos de diferentes escuelas sólo genera recelos y malos entendidos. Y se intuye que su metodología no ha impactado en unos futbolistas que, viva el tópico, necesitan más látigos que alabanzas.

Tampoco le ayudó Andoni Zubizarreta, el director deportivo que menos se mueve en el marcador internacional. Tras el 7-0 de global encajado ante el Bayern en la semifinal de la Liga de Campeones en 2013, Piqué e Iniesta pidieron fichajes para seguir siendo competitivos. Sólo llegó Neymar, ya con el cartel de ‘gafe’ tras su poste en el último minuto de la final de Copa en un primer año en el que la trama económica de su operación se ha llevado por delante a Sandro Rosell. Por lo menos se le otorga el beneficio de la duda por aquello de la adaptación y se le ha detectado orgullo en estas tres derrotas en las que dio la cara, pero sin gol. Por contra, su titularidad junto a Messi y los cuatro centrocampistas ha costado frenar la progresión de dos delanteros como Pedro y Alexis, que hace un mes llegaban lanzados a final de temporada y ahora están desaparecidos.

Neymar y Alba, hasta el Mundial

Pero todo lo eclipsa ahora la campaña de destrucción de Messi. Se lo ha ganado de forma puntual porque ha recuperado el mal vicio de jugar andando tras un par de meses en los que parecía volver a su mejor nivel. Pero cuesta creer que él mismo se eche piedras sobre su tejado de forma tan evidente. A este nivel no se levanta ni en el Mundial de Brasil, por mucho que tenga un fisioterapeuta de la selección argentina instalado en su casa desde enero. Si tiene las piernas duras como piedras por estar preparándose para la gran cita, se sabrá dentro de dos meses. Pero ahora parece muy cruel cebarse con un jugador que lleva seis años a un nivel sobrenatural, acaparando el juego y los goles de un equipo acomodado detrás de su figura. Se cuestiona muy poco a internacionales españoles de mucho peso en el panorama internacional que no asumen nunca la responsabilidad de decidir los partidos: Cesc Fàbregas sigue siendo un inadaptado al Barça -y un pésimo suplente- tres años después de su llegada, Xavi aparece cada vez menos e Iniesta necesita más gol para reclamar Balones de Oro.

Es el momento de la toma de decisiones, con una decena de jugadores con las puertas abiertas y la prohibición de la FIFA de fichar durante un año mordiendo en la yugular del club. Se van seguro Valdés, Pinto y Puyol, mientras que Afellay, Jonathan dos Santos, Cuenca, Tello, Sergi Roberto y Song podrían entrar en operaciones de todo tipo, con Alves y Mascherano estudiando ofertas.

Y mientras vuelve el debate del modelo (un ‘9’ de verdad, más físico en la media...) en contra de los que defienden aquella filosofía del ‘falso 9’ de Pep Guardiola, que curiosamente en el Bayern tiene a Mandzukic y Pizarro y que acaba de fichar a Lewandowski (?), las desgracias nunca viene solas: Neymar acabó la final con un dedo del pie roto y estará un mes de baja, es decir, que dice adiós a la temporada y comienza a preparar el Mundial, al igual que Jordi Alba, también cuatro semanas KO por un percance muscular. Es la ruina.