Nadal, sin oposición en Montecarlo

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Rafa Nadal realizó poco más que un entrenamiento con público en el enfrentamiento con Andreas Seppi en los octavos de final de Montecarlo (6-1 y 6-3).

El balear, que busca la reconquista de uno de sus torneos fetiches y que le arrebató Novak Djokovic en la pasada edición, escaló un peldaño más en un choque que no tuvo la intensidad debida y que resultó en exceso confortable para el número uno del mundo.

Las únicas dudas estaban en ver cómo saltaría a la pista Rafa, especialmente después de sus problemas iniciales contra Gabashvili, y del cierto morbo acerca de si le pitarían alguno de los 'Time Warning' que tanto le molestan. Nada de eso ocurrió. Nadal empezó el partido enchufado y centrado, tanto que pasó por encima de Seppi en los primeros juegos hasta el punto de tener la necesidad de bajar un poco el nivel.

Seppi se conformaba con ganar algunos peloteos cuando funcionaba su servicio o cuando se encontraba un 'ganador' provocado por algún golpe corto del manacorense. Si Nadal estaba acertado no había nada que hacer, y el guion se repetía una y otra vez.

Sopor en el Principado

El segundo parcial adormeció a los aficionados del Principado, que esperaban algo más de intensidad y que a buen seguro habrían preferido estar en la pista de al lado viendo el Ferrer-Dimitrov. El brillo de estrella de Nadal no era suficiente para contrarrestar la unidireccionalidad del choque.

Tanto era así que el propio Nadal se durmió, dejando que Seppi se acercase a 4-3 y servicio después de un juego en blanco al resto del italiano. Algo sorprendente, pero no debido a las virtudes del transalpino ni a un arrebato eléctrico sino al ritmo plomizo de los puntos y al conservadurismo de Nadal, que rompió a continuación y cerró el choque en 6-3.