Cristiano se lamenta tras fallar una ocasión. / Efe
FÚTBOL

Un mal menor

El Real Madrid empata en Pamplona tras remontar los dos goles de Oriol Riera en un duelo marcado por la expulsión de Sergio Ramos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Sadar no es el que era. En su tiempo, la visita a Pamplona suponía uno de los viajes más desagradables del año para el Real Madrid. El estadio de la capital navarra se convertía en una olla a presión, en un terreno hostil repleto de una ruidosa afición rojilla que convertía el partido en los noventa minutos más incómodos del año, por encima incluso de derbis y clásicos. El once local que saltaba al campo intentaba marcar cuanto antes su territorio con un juego aguerrido y agresivo, al límite de la legalidad, para amedrentar y atemorizar al adversario. De este campo salieron escaldados, achantados y muchas veces desquiciados los miembros de la ‘Quinta del Buitre’ o la de los ‘Machos’.

El sábado, ni El Sadar era el de siempre ni el Osasuna era el de antaño. Los precios desorbitados de las entradas, por encima de los cien euros, dejaron calvas importantes en la grada y la atmósfera creada por los hinchas no era la irrespirable de otras temporadas. El equipo tampoco tiene ya esa furia que le hacía temible en casa de la mano de históricos hombres de carácter como Castañeda, Ibáñez, Bustingorri, Pepín o Patxi Rípodas. La esencia de ese espíritu belicoso, guerrillero y valiente que del que se impregnan los canteranos en Tajonar la mantiene viva el veterano capitán Patxi Puñal, precisamente ausente por sanción ante los blancos, pero Javi Gracia -pamplonés de nacimiento pero sin pasado en el club- intenta instaurar una idea de fútbol distinta, que piensa más en el control del balón, desde que sustituyó a José Luis Mendilibar poco después de empezar la temporada. En ese camino por jugar a otra cosa se cruzó con un Real Madrid que llegaba tras una racha pletórica de goles y sorprendentemente solvente atrás, con cuatro partidos seguidos sin recibir un tanto.

Con este panorama comenzó el duelo siguiendo el guión más esperado. Los merengues dominaban y castigaban con peligrosos contraataques en cuanto los navarros intentaban alejarse de su madriguera. Pero al cuarto de hora la película dio un giro en su previsible desarrollo para pasar a convertirse en una historia de superación en la que el pequeño aprovecha la prepotencia del grande y los errores del ser superior que minusvalora a su contrario, para vivir un final feliz. En la primera llegada al área de Osasuna, Marc Bertrán centró al corazón del área y Oriol Riera, el único talento ofensivo con el que cuentan los rojillos (lleva siete de los 13 goles de su equipo), se encontró solo para cabecear, tranquilamente aposentado con los dos pies sobre el césped, y marcar ante la desidia de la defensa merengue. Exactamente la misma desidia que mostró la retaguardia visitante en el córner en el que el ariete catalán remató a bocajarro tras un gran cabezazo de Damiá al que Diego López respondió con una soberbia parada. Antes, un penalti a Modric no señalado pudo haber cambiado el rumbo del partido.

Rojas decisivas

La posterior absurda expulsión de Sergio Ramos cuando se adivinaba el descanso apuntaba a desenlace inesperado. Es la segunda vez en poco tiempo que el de Camas no mide la trascendencia de sus actos y deja a su equipo con diez con buena parte del partido por delante. Le pasó contra el Galatasaray y repitió en Pamplona con una falta absurda en medio del campo que le valió la segunda tarjeta amarilla (la primera, por cierto, por un error de apreciación arbitral en una acción que no la mereció) y dejó en inferioridad a sus compañeros cuando precisaban de toda la ayuda posible para recuperar el terreno perdido. Sin embargo, un buen gol de Isco inmediatamente después del error de bulto de su capitán dio una vida más al Madrid.

Los de Ancelotti intentaron presionar desde arriba al Osasuna al comienzo de la segunda mitad, pero el choque estaba más cerca del tercer tanto navarro que del empate. La decisión del técnico italiano de colocar a Xabi Alonso como central no parecía una buena solución ante un rival con las ideas claras y que lograba atacar con criterio y peligro aprovechando la ventaja numérica. La salida de Nacho para reforzar la zaga blanca parecía poner algo de orden y equilibrio atrás, pero el esfuerzo físico a la hora de recuperar el balón restaba claridad en la ofensiva a los blancos, que no creaban ocasiones como para pensar en la remontada. Ni siquiera Cristiano Ronaldo -autor de once goles en sus últimos seis partidos- fue capaz de atinar con la puerta de Andrés Fernández. El luso estuvo extrañamente desaparecido en los momentos importantes.

Una última vuelta de tuerca de guión varió el desenlace que ya se acercaba. Dos zarpazos inadecuados y a destiempo del ‘Gato’ Silva en apenas cuatro minutos le llevaron directamente a la gatera para desesperación de su banquillo, que ya soñaba con los tres puntos cuando quedaban poco más de diez minutos para el final. El chileno pudo comprobar la magnitud de su yerro apenas unos segundos después, los que le hicieron falta a Isco para poner un centro medido a Pepe para que el portugués lograra la igualada. Fue el premio al esfuerzo y un mal menor.

Al Madrid le da igual que el Sadar no sea el de antes, que la hinchada rojilla no sea tan intensa o que el Osasuna intente sumar otros aspectos a su juego que se alejan de la fuerza y el exceso de vigor. Sigue sufriendo en Pamplona, en donde sólo ha ganado en una de sus seis últimas visitas. Y eso que esta vez debe dar gracias porque pudo ser mucho peor.