Miguel Ricart, poco después de ser puesto en libertad, camina por las vías de la estación de tren. / Jesús Signes
'DOCTRINA PAROT'

Ricart comienza su huida

El asesino salió de prisión con su rostro oculto y recibió protección policial para tomar un tren con destino a Linares

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La hora de la libertad para Miguel Ricart llegó a las seis y media de la tarde. Y en ese mismo instante comenzó su huida. Encapuchado, dejando entrever apenas sus ojos azules y portando una bolsa de deporte al hombro, el triple asesino de Alcàsser recorrió sus primeros pasos tras dejar la cárcel embistiendo, literalmente, al medio centenar de periodistas congregados a las puertas del centro penitenciario de Herrera de La Mancha.

«Por favor, por favor, por favor», fueron las únicas palabras que salieron de la boca del homicida y violador. Ni una sola disculpa para las familias de las niñas. Ninguna palabra de arrepentimiento. Ni un sólo gesto de pesar. Ricart no respondió a la decena de preguntas lanzadas por los reporteros. Visiblemente musculoso, fruto de horas y horas de gimnasio entre los muros de la prisión, el homicida lucía una cazadora 'bomber' blanca de estilo motero con dos irónicos mensajes: 'Freedom' (libertad) y 'best wishes' (los mejores deseos).

Ricart anduvo unos metros sin rumbo en medio de la nube de cámaras y fotógrafos hasta localizar el taxi con los cristales traseros tintados que le aguardaba junto a la salida. 'El Rubio' había llamado al transporte público desde el interior de la prisión, un privilegio con el que no contaron ni el asesino de Anabel Segura ni el homicida y violador de la niña Olga Sangrador.

El taxi con el recién excarcelado salió del penal y tomó la autovía A-43 con destino a Manzanares. Tras él, una caravana de cinco coches de medios de comunicación. Ricart, con la inestimable complicidad del chófer, inició entonces una huida en la que trató de jugar al gato y al ratón con los perseguidores. Una vez en el pueblo de Ciudad Real, el coche entró en la estación del tren. Pero sólo era una maniobra de despiste. Ricart no se apeó y el vehículo volvió a salir de la zona de aparcamiento.

Persecución por Manzanares

Su fuga en coche siguió entonces callejeando sin sentido durante varios minutos por Manzanares, para luego volver a repetir el camino y plantarse de nuevo en la estación. Una vez allí, el taxi regresó al aparcamiento, pero dos guardias civiles impidieron entonces el acceso a los medios de comunicación pese a tratarse de un lugar público. Sin embargo y tras insistir, los reporteros lograron acceder al andén.

Entonces comenzó el tramo más surrealista de la escapada de Ricart. El triple asesino cruzó las vías a la carrera y caminó en paralelo a las vías hacia una zona alejada de los andenes. Al verse seguido por los periodistas, el excarcelado llegó a coger un palo del suelo y, en actitud amenazante, se encaró con los periodistas. En todo ese intervalo no se quitó el gorro y la braga que no dejaban entrever ni un ápice de su rostro.

Ricart arrojó finalmente el objeto, coincidiendo con la llegada de una decena de guardias civiles que, desde ese instante se convirtieron en sus guardaespaldas. Los agentes acompañaron a Ricart de vuelta a los andenes. El exrecluso había salido de prisión con un billete de tren para el regional con parada final en Jaén.

"¿Este es terrorista?"

Los contados pasajeros que en ese momento había en la gélida estación de Manzanares miraban con asombro al sujeto encapuchado que esperaba el tren. «¿Este quién es, un terrorista?», exclamó un hombre. «Yo creo que peor...», respondió una anciana que le acompañaba.

El triple asesino de Alcàsser aguardó durante cerca de media hora la llegada del convoy, custodiado en todo momento por media docena de agentes de la Guardia Civil. El tren llegó al filo de las siete y media de la tarde. 'El Rubio' subió al ferrocarril todavía totalmente embozado y se quedó de pie entre dos de los vagones. Varios periodistas se adentraron también al convoy con la intención de entrevistarlo.

Cuando el tren reemprendió la marcha, Ricart explotó: «¿Cuándo vais a dejar de acosarme?, yo sólo quiero rehacer mi vida. Los pasajeros del regional Alvia miraron extrañados al encapuchado pasajero que acababa de tomar el ferrocarril en Manzanares. «Menudo marrón. Y encima irá sin billete», exclamó el supervisor de Renfe tras ser informado por los guardias civiles sobre la persona que acababa de adentrarse en el vagón.

En el mismo convoy, ocultos como una simple pareja de viajeros, viajaban dos miembros de las fuerzas de seguridad. Su misión, controlar al preso recién liberado y poner así en marcha el protocolo de vigilancia dictaminado por el Ministerio del Interior. Ni siquiera dentro del transporte público, Ricart descubrió su rostro. Su objetivo, ocultar uno sus ardides de camuflaje ideado entre rejas: durante casi un mes 'El Rubio' no se ha afeitado. La barba varía su aspecto físico, retratado hasta la saciedad tras su arresto y mediático juicio.

Alrededor de una hora después el tren paró en la estación de Baeza- Linares, ya en la provincia andaluza de Jaén. Ese fue el destino elegido por el triple asesino para apearse del convoy. Nada más poner un pie en el andén, el delincuente valenciano echó a correr y se perdió entre las calles del pueblo andaluz.

En la comisaría de Linares

La noticia no tardó en correr por la pequeña pedanía. «Menuda pieza nos ha caído. Esperemos que este hombre esté poco por aquí. Ya sabemos lo que es esto porque 'El Cuco' (el menor procesado por el crimen de Marta del Castillo) ya estuvo alojado en un piso tutelado de por aquí», reflexionó un guardia de seguridad de la estación.

Una vez en Linares fue identificado por la Policía Local y trasladado a la Comisaría de la Policía Nacional, pero no en calidad de detenido. Al parecer, se había desviado de la ruta que las fuerzas de seguridad pretendían controlar con discreción y que debía terminar en Jaén. Según dijo el propio Ricart a los agentes, su intención era dirigirse hasta esta ciudad, estación término del tren al que se subió el triple homicida y en la que esperaban otros agentes de paisano. Argumentó que se había «agobiado» por el revuelo mediático y que por eso había decidido bajarse en Linares.

Sus primeras horas en libertad acabaron por la noche en el interior de un coche. Comunicó a los policías que su intención era marcharse a Madrid y dos mujeres acudieron a las puertas de las instalaciones policiales de Linares para recogerle. Algunas fuentes policiales barajaban la posibilidad de que se tratara de periodistas de televisión.