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Guillermo, el futuro rey que sueña con ser un padre como los demás

El primogénito de Carlos y Diana cultiva una imagen de príncipe modesto y moderno que ha contribuido a restaurar la popularidad de una monarquía deseosa de mostrarse acorde con los tiempos

LONDRES Actualizado: Guardar
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Nació para ser rey y asegurar la descendencia a la corona británica, pero el príncipe Guillermo, que este lunes fue padre, aspira a una vida casi normal a la espera del día en que llegue al trono para cumplir con su destino. A los 31 años, el primogénito de Carlos y Diana cultiva una imagen de príncipe modesto y moderno que ha contribuido a restaurar la popularidad de una monarquía deseosa de mostrarse acorde con los tiempos. Según un reciente sondeo es, con la reina, el miembro más popular de la familia real.

Juega al fútbol, escucha (según dice) rock y hip hop y como muchos jóvenes de su generación, vivió con Catalina antes de casarse con ella, casi diez años después de haberse conocido en la facultad. Guillermo, cuyos biógrafos oficiales aseguran también que cocina y se hace la cama, llevó luego una vida tranquila en una casa en la isla de Anglesey, mientras se formaba como piloto de salvamento en una base de la Fuerza Aérea Real (RAF). Y a pesar de la presión, los recién casados tardaron un año y medio para anunciar que esperaban su primer hijo. Guillermo ha decidido tomarse dos semanas de permiso de paternidad para ayudar a su esposa y disfrutar del bebé que ocupará el tercer lugar en el orden de sucesión al trono, detrás de Carlos y del futuro Guillermo V. «Aprecio realmente todo lo que se parece a una vida normal», señalaba en su época de estudiante, cuando obtuvo poder compartir un piso con amigos, cerca de la universidad escocesa de St Andrews.

«Quiero poder controlar mi vida». Una aspiración que se remonta a su infancia. Porque Guillermo, al igual que Enrique, su hermano menor, siempre ha estado en el objetivo de los fotógrafos. Su primera aparición pública, la hizo un día después de nacer, en brazos de su padre. Comenzó el colegio bajo los flashes y cumplió con su primer compromiso oficial a los ocho años. Pero Diana se esforzó por enseñar a sus hijos «la vida real», llevándolos a restaurantes de comida rápida, parques de atracciones o refugios para personas sin hogar.

El divorcio de sus padres en 1996, que hizo las delicias de la prensa sensacionalista, y la muerte de su madre en un accidente de tráfico cuando él tenía sólo 15 años, terminó de inculcarle su férrea voluntad de protegerse de la intrusión de los medios. Tras la muerte de Diana, Carlos llegó a un acuerdo con los tabloides que permitió que sus hijos no fueran acosados a cambio de sesiones de fotos oficiales, como cuando fue a hacer senderismo a la selva de Belice. Desde entonces, Guillermo ha aprendido a manejar a la prensa, sin alimentarla como su hermano Enrique, un playboy impenitente. A pesar de algunos tropiezos -en particular un costoso viaje en helicóptero para ir a la despedida de soltero de un primo en la isla de Wight- asume cada vez más un papel de joven embajador de la monarquía, actuando de manera desenfadada con su esposa en las visitas oficiales. Como durante su gira del año pasado por varios países del Pacífico, donde incluso se permitió un baile indígena para seducir a sus anfitriones.

Porque a pesar de que no tiene prisa por ser rey y no llegará al trono antes de mucho tiempo, Guillermo sabe que el futuro no le pertenece. «Me preguntan sin cesar si quiero ser rey», decía el día de su 21 cumpleaños. «La cuestión no es querer, nací así y debo asumir mi deber». Hasta entonces, Guillermo tiene que encontrar su lugar. Muchos prevén que el capitán Wales (como se le conoce en las fuerzas armadas) abandonará pronto su carrera de piloto e incrementará su papel en la familia real. Algo que debería alejarle todavía más de esa vida soñada de joven padre como los demás.