feria de arte

Pulso entre derrotismo y optimismo en el ARCO más austero

Afronta el año más difícil de su trayectoria, con un contexto de crisis económica y una complicación añadida: el aumento del IVA al 20%

MADRID Actualizado: Guardar
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Con precios a la baja, piezas menos arriesgadas, espacios más austeros y fiándolo casi todo a los valores seguros y el poder de compra de la legión de coleccionista internacionales invitados, arrancó la 32 edición de Arco. Un cita crítica para el futuro de la feria de arte contemporáneo que con 201 galerías de 27 países, más de dos millares de creadores y Turquía como país invitado, alza el telón con sensibilidades encontradas. Se libra un pulso entre derrotistas natos y optimistas a la fuerza que hace saltar chispas. Entre tanta bulla, los reyes de la cotización son Chillida y Picasso, con sendas piezas de 2,2 y 1,7 millones de euros.

Hay ánimos atravesados por la incertidumbre y la desesperanza y otros confiados en una recuperación factible. Cada cual cuenta la feria como le va. Para unos, se desangra con el IVA por las nubes -21% el más alto del UE-, propuestas más planas y aburridas y el coleccionista local e institucional en franca retirada. Otros se obligan a dar capotazos a la crisis, se inyectan el optimismo en vena y, frente a los augures de la debacle, ponen al mal tiempo buena cara convencidos de que puede escampar.

Entre los que se apuntan a la conjura optimista, el director Carlos Urroz -"No se respira pesimismo en absoluto; los coleccionistas van a vaciar los estands", cargo obliga- , y dos de la grandes damas del comercio del arte en España, Elvira González y Juana de Aizpuru, fundadora de Arco y puntal de la feria. Entre quienes lo ven todo muy negro, los responsables de Espacio mínimo -y decreciente, de 153 a 63 metros-, que echan espuma por la boca y se cuestionan la permanencia. "Estamos en inferioridad con las galerías de fuera; si no podemos competir, iremos a otras ferias" dice un iracundo Pepe Martinez Calvo que apuesta por "privatizar IFEMA".

Roberto Doctor, al frente de Fúcares, vaticina una catástrofe sin cuento. "La cosa está punto de derrumbe. Con el IVA tan alto solo se alienta el dinero negro y se frena cualquier actividad cultural, no solo el arte. Se paraliza el mercado y se castiga la marca España que tanto cacarean los políticos" denuncia. "Quien se someta al pesimismo está muerto. Fracasará antes de subir la persiana. Si traes buenas piezas, encuentras comprador con crisis o sin ella". Lo dice risueña y ufana Elvira González, con su galería en un espacio de privilegio y piezas que quitan el hipo. Entre ellas un soberbio alabastro de Eduardo Chillida de 1995 -Lo profundo es el aire XV'-, por encima de los 2,2 millones de euros, al lado de recientes y espectaculares 'barcelós' por debajo de 200.000, dos raros y valiosos Calder, una pintura de 1969 y un móvil 1972.

La escultura de Chillida es quizá uno de los récords del certamen en el que los precios han encogido a ojos vista. Abunda la oferta entre los 8.000 y los 12.000 euros, con estampas de Damien Hirst -¿quién lo diría?- por 4.000 euros. La segunda pieza más cara en un escalafón de urgencia es un bodegón de Picasso de 1919 -'Compotier, bouteille, guitare devant un fenêtre ouverte'-, de apenas veinte por veinte centímetros, a la venta a la galería de Leandro Navarro por casi 1,7 millones de euros. "No soy pesimista. El coleccionismo internacional está aquí y el español muy atento; a pesar de la situación la feria puede dar resultado" dice Ignacio Navarro, con ventas cerradas y subiéndose al vagón de los optimistas.

La frontera de precios altos se queda en el medio millón de euros, nada que ver con los espectaculares óleos de Francis Bacon que Marlborouhg solía traer cada año, entre los 10 y los 15 millones. La galería, que sería el comercio del arte lo que Ferrari a las escuderías de Fórmula uno, comparece en un estand menos llamativo y con piezas excepcionales, pero de precios que no hacen exclamar. El habitual lugar de Bacon es para el colombiano Fernando Botero con un óleo, 'Amazona', que no supera los 800.000 euros. La otra pieza estelar de la casa es un Manolo Valdés de 375.000 euros flanqueada por otras dos esculturas del maestro valenciano entre los 200.000 y los 300.000 euros.

A una hora de la apertura Marlboruhg tenía vendidas varias piezas. No tantas como Ivorypress, la galería de Elena Ochoa, Lady Foster, donde proliferaban los puntos rojos. Había vendido 'Lámpara de mesa', de Los Carpinteros, por 30.000 euros, y óleos de de Jerónimo Eelespe y Daniel Largón. A la espera de comprador, unos mármoles de Zaha Hadid sobre los 300.000 euros y un gran óleo de los Kavakov por encima del medio millón. También se vendió un espectacular alabastro de Jaume Plensa en Lelong, galería de referencia con una especie de 'altar mironiano' en el que reúne pinturas y esculturas del genio catalán.

Enfrente Juana De Aizpuru, que también arranca con ventas de primera hora y rompe lanzas en favor de atribulado coleccionista. "El problema no es el IVA. En lugar de rasgarnos las vestiduras, mimemos a unos coleccionistas que hacen patrimonio, ayuda al Estado y parecen obligados a ocultarse, cuando debía ser todo lo contrario". Lamenta, con todo "que el arte sea tratado como un artículo de lujo, equiparándolo a un yate o un abrigo de piel".

Déjà vu

Lo tendrá crudo quien busque sorpresas y provocaciones. Las impactantes piezas que cada año atraen a los fotógrafos como la miel a las moscas escasean. No comparece este año el inefable Eugenio Merino, el escultor en látex de dictadores agónicos o congelados como Franco o Fidel Castro y capaz de enfadar a cristianos, judío y musulmanes a la vez. Con cierto aire de déjà vu, lo más atrevido es la frase que la mexicana Teresa Margolles ha esculpido en la galería Mor- Charpentier: "Ya basta hijos de puta". Es una crítica a la violencia en México sobre bloques de hormigón tiroteados que al llegar a la España de hoy toma nuevo sentido.

Como la esvástica de neón 'Phramacy Laws' de Yann Leto que recuerda a la cruz de las farmacias que luce en la galería T-20. También 'American Appell' en la berlinesa galería Ditrich & Schlechtrien intriga un tanto. Es una varón vestido de negro y encapuchado del norteamericano Hugo Marlk a la venta por 250.000 dólares. Lo potenciales compradores quieren saber antes su se trata de un maniquí o una persona real.

El vídeo y las instalaciones brillan por su ausencia y la fotografía reduce sensiblemente su presencia, a favor de la pintura, que desde que arrancó la crisis en 2008 se afianza como la oferta predominante. Los valores seguros son garantía de venta y así una feria que debería apostar por lo radicalmente contemporáneo, salta sin complejos al primer tercio del siglo XX. Se apuesta con reiteración por maestros de la vanguardia del siglo del XX como Picasso, Miró, Torres García, Pablo Gargallo, Óscar Domínguez, Marc Chagall, María Blanchard, o más cerca, Tàpies y Oteiza. Más próximos en el tiempo, hay piezas del desaparecido Juan Muñoz. Entre los consagrados vivos la palma es para Jaume Plensa, Cristina Iglesias, o Miquel Barceló.

Hasta 133 de las 201 galería presentes son de fuera. Las del programa general son 146 y repiten casi un 80%. Además de las 22 que configuran 'Opening', el programa dedicado a lo más joven, hay 23 en 'Solo Projects', que mirar de nuevo a Latinoamérica a través de los ojos de cinco comisarios.

Vasif Kortun es el responsable de la nada sorprendente selección turca, conformada por diez galerías que mostrarán el trabajo de más de treinta artistas, Creadores en su mayoría jóvenes, como la población de un país en con más de la mitad de su habitantes por debajo de los 29 años. Todas las galerías del programa Focus Turquía proceden de Estambul, aunque representa a creadores de todo el país.