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Rostro pálido recupera el color

El escritor Juan Gracia Armendáriz acaba su trilogía sobre la enfermedad con la publicación de la segunda parte de sus diarios como enfermo renal

MADRID Actualizado: Guardar
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Juan Gracia Armendáriz conoce de sobra el olor a desinfectante y "humanidad doliente" de los hospitales. Después de recibir un trasplante de riñón que le duró 21 años, tuvo que estar tres años y medio enganchado a una máquina de diálisis. Hasta que por fin llegó hace unos 16 meses un segundo injerto y pudo escuchar la trepidación de su orina contra el inodoro. Atrás quedaron la obsesión por los niveles de creatinina, las acechanzas de la fiebre y las traiciones de la tensión arterial. Dejó por fortuna de ser un hombre de tez cenicienta y enfermo. Esa experiencia quedó plasmada en el libro 'Diario de un hombre pálido', uno de los títulos con mejor acogida en 2010. Ahora, con la salud recuperada y el rostro de buen color, publica 'Piel roja' (Demipage), un dietario en el que cuenta las peripecias de su ansiada operación, la muerte de su padre, sus amores y el atentado de ETA contra la finca familiar, entre otras muchas cosas.

La limpieza de la sangre para los enfermos desprovistos de la función renal es un proceso no exento de contratiempos. Para superar el tedio y la adversidad hay que pertrecharse de lecturas, música y buena dosis de sentido del humor. Gracia Arméndariz tuvo que someterse a sesiones que sumaban 12 horas a la semana. De esa servidumbre fatigosa extrajo una conclusión: "Tenemos una capacidad de aguante enorme, y la historia lo demuestra. Podemos aguantar mucho, muchísimo, más de lo que creemos".

No en vano, 'Piel Roja' se abre con una cita de Primo Levi, el escritor judío que sobrevivió al holocausto y que estuvo internado en Monowitz, un campo de trabajo dependiente del complejo de Auschwitz. Sin pasar por ese terrible calvario, el escritor sobrellevado momento muy duros, ha sufrido un dolor lancinante que le ha hecho moverse con "una lentitud de octogenario" y "caminar sobre vidrios de botellas".

La lectura de 'Piel roja' no es ni mucho menos un ejercicio para masoquistas. Hay dolor, sí, pero también humor, pasajes gozosos, alguna incursión en lo escatológico y, cosa extraña en un diario, intriga. Porque Gracia Armendáriz dosifica la información para que el lector quede seducido por el trascurrir de la trama. "Todo lo que cuento sucedió de veras. Detrás hay un trabajo de ingeniería y de cálculo para que el relato sea lo más eficaz posible y tenga algunos elementos propios de la novela, como es el suspense".

Playa de la Concha

Uno de los sucesos más felices después del trasplante fue poder bañarse por fin en el Cantábrico. En su caso resultaba muy complicado que le insertaran una fístula en el brazo que permitiese el acceso al flujo de la sangre y así poder conectarse a la máquina de diálisis. "Me colocaron un catéter en el pecho que no podía mojarse porque cualquier infección era susceptible de ocasionar una septicemia. Estuve mucho tiempo sin poder bañarme en el mar, que es una de mis pasiones. Una de las primeras cosas que hice cuando por fin me extrajeron la cánula del pecho y cicatrizó fue lanzarme a la playa de la Concha de San Sebastián".

Uno de los episodios más conmovedores del libro es la muerte del padre del autor. Un empresario con ciertas dotes visionarias, un hombre singular que inculcó a su hijo el amor por la literatura, que le inició en la lectura de Kafka y Baudelaire y que se llevó a la familia a México después de que quebrara su empresa inmobiliaria. "El libro es un homenaje a mi padre, no hay ningún ajuste de cuentas con él", arguye el escritor.

Son muchos los escritores que abordado la enfermedad. Ahí están Thomas Mann, Albert Camus, León Tolstoi y, más recientemente, Roberto Bolaño o Philip Roth. De toda la literatura patográfica, Gracia Armandáriz se queda con 'Mortal y rosa', de Francisco Umbral, creador del libro más "duro y hermoso" sobre la enfermedad que se ha alumbrado en español. Sin olvidar, eso sí, los textos de Lois Pereiro, poeta muerto por culpa del aceite de colza desnaturalizado. Y a la extensa lista de títulos Gracia Armendáriz añade dos descubrimientos: 'Canción de tumba', de Julián Herbert, y 'Corazones cicatrizados', de Max Blecher.

El afán por plasmar literariamente la patología induce a extraños comportamientos. Es lo que le ocurrió a Francisco Umbral, quien confesó a Gracia Armendáriz -enfrascado en su día en una tesis doctoral sobre sus artículos periodísticos- que le hubiera gustado padecer una enfermedad muy grave para poder escribir el que sería su mejor libro. En realidad, como dice el autor de 'Piel roja', Umbral ya diseccionó el asunto en 'Animas del purgatorio', un volumen en el que relata sus penalidades como tuberculoso. "Era un hombre muy enfermizo, bastante hipocondríaco; la enfermedad era algo que le rondaba constantemente".

Tribus

A fuerza de escribir literatura autobiográfica, Armendáriz se ha aficionado al género y le place sobremanera la lectura de memorias, diarios y cartas. Si tiene que escoger algunas memorias, se queda con las del psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Otras, como las de George Steiner, Rafael Conte, Jon Juaristi o Salvador Paniker le agradaron especialmente. En cuanto a los diarios, considera "magníficos" los de Carlos Edmundo de Ory y Sylvia Plath, y "muy divertidos" los Albert Boadella. "Lo que más valoro en este tipo de obras es que el libro esté vivo, que debajo de la cubierta se descubra que hay alguien ahí palpitando".

Con la publicación de 'Piel roja', el escritor concluye su 'trilogía de la enfermedad', que empezó con la novela 'La línea Plimsoll' (Castalia) y a la que siguió, como se ha dicho, 'Diario de un hombre pálido'.

Y a todo esto, ¿es de verdad Gracia Armendáriz un piel roja? El editor Philip Rav clasificó en 1949 a los escritores en dos categorías: los 'rostros pálidos', preocupados por las metáforas literarias, la psicología de los personajes, la exquisitez de la atmósfera moral y la pulcritud del estilo; y los 'pieles rojas', más desalmados, vitalistas, interesados en la espontaneidad y los personajes urbanos. Henry James pertenecería al primer grupo, mientras que Henry Miller y Saul Bellow al segundo. Gracia Armendáriz opta por el mestizaje y quiere participar en las dos tribus. "A mí me gustaría ser un 'rostro rojo'".