Carlota Casiraghi./ J. C. Hidalgo (Efe) | Vrginia Carrasco
gente

La joya de Mónaco, con 'El arte de Cartier'

Carlota Casiraghi se deja ver apenas unos minutos ante los flashes antes de contemplar, en vitrina, las joyas que fueron de su abuela y que podrán ser contempladas junto a otras 400 piezas desde este miércoles en el Thyssen

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando el ojo se abruma de ver las mil caras de mil brillantes busca reposo en lo más sencillo, en lo menos estridente. Y es entonces cuando ella entra en escena. Hija de princesa. Nieta de princesa. Cartier hace parada y fonda en el Thyssen de Madrid. Sus creaciones son piezas de museo y desde este miércoles se exponen en él. Joyas creadas para ser lucidas, para enamorar y enamorarse. Joyas con historia. Joyas de la maison francesa y joyas, también, de manos privadas que, juntas, recopilan y recrean el esplendor de la firma.

Y entre estas últimas, joyas de reinas: la tiara de la Casa Real española que en su día Alfonso XIII regaló a Victoria Eugenia; y tres broches, un brazalete, una sortija y un collar propiedad de los Grimaldi; diamantes y platino que, trabajado y engarzado por manos maestras, transformaron a un actriz de Hollywood en una princesa de cuento. Nunca antes hasta este lunes se ha dejado ver en público el anillo con el que Raniero de Mónaco pidió en matrimonio a la rubia estadounidense. Y nunca antes habían posado juntas Carlota Casiraghi y Tita Cervera. Una, la baronesa, como anfitriona. La otra, la hija y nieta de princesas, como amiga y amante de la firma y representante de su familia.

Fue un visto y no visto. Carlota fue el postre del acto de presentación de 'El arte de Cartier'. Llegó cuando parecía que no iba a llegar, cuando se habían lanzado las palabras de rigor y la comitiva daba por terminada su visita a la muestra. En ese momento. Pantalón negro de interminables tablas y un jersey veige. Poco maquillaje, el pelo recogido en un discreto moño y unos pendientes (de Cartier, se supone). Lo dicho, cuando el ojo se abruma de ver las mil caras de mil brillantes busca reposo en lo más sencillo, esta vez en Carlota Casiraghi, que compartió photocall con la baronesa y Bernard Fornas, presidente de Cartier Internacional. Y con un espontáneo: un fotógrafo que, porque sí, decidió pasar al otro lado para sorpresa de algunos de sus colegas e incredulidad del resto. Este fue el visto, porque el no visto fue lo que ocurrió a continuación. Se entiende que los anfitriones mostraron a la invitada real la muestra, compuesta de más de 420 piezas. Pero solo se entiende.

Dos años de trabajo

Antes, los responsables de la firma francesa y los comisarios de 'El arte de Cartier' explicaron los pormenores de la exposición que podrá visitarse hasta el próximo 17 de febrero. Casi dos años de trabajo tiene como resultado algo único, «un sueño hecho realidad», en palabras de Bernard Fornas. «Ha habido otras, pero esta es de las más importantes, por número de piezas y porque refleja como ninguna la evolución de la maison».

Se recupera el espíritu de Cartier desde su fundación en París en 1847 hasta nuestros días. Incluye piezas legendarias que han lucido la reina Sofía, la princesa Grace, Elizabeth Taylor, Wallis Simpson, Coco Chanel o María Félix, por poner algunos ejemplos.

No hay joya alguna cedida por la baronesa Thyssen, pero contó Tita Cervera que «el barón tuvo en sus manos un diamante cartier de 108 quilates. Se lo regaló a su esposa. A la de entonces», bromeó. «Denise, Denise (Shorto, con quien el barón estuvo casado entre 1967 y 1984) es la afortunada». Simoneta Gómez-Acebo, presente en el acto, lo hacía en doble condición: de representante en España de la marca Cartier y de las joyas que su madre ha cedido para la muestra, que pasa por ser un festival del lujo y un derroche de brillantes, platino, rubíes y demás piedras preciosas. Desde las grandes tiaras de principio de siglo a las piezas 'art decó', desde las inspiradas en la naturaleza y el mundo animal a las llamativas piezas del colorista estilo 'tutti frutti'. Desde 1847 a nuestros días. Y todo reunido en una exposición de la que resultaría imposible calcular cuántos quilates.