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Las Vegas cañí

El millonario de los casinos ha puesto el ojo en España, donde exige barra libre para levantar un complejo de 36.000 habitaciones y 18.000 tragaperras

MADRID Actualizado: Guardar
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Si Santiago Segura rodara una película con el argumento de la historia que va a leer a continuación, se la bebería como una fantasía "torrentiana" más: divertida, fantástica, increíble y punto casposa. Pero es real, al menos en el feliz mundo de las intenciones: Madrid y Barcelona pugnan por acoger la versión europea de Las Vegas. Y esto no son dos casinos ni tres: un tipo norteamericano brutalmente rico pretende crear en diez años diez complejos con 36.000 habitaciones, seis casinos con más de mil mesas y 18.000 tragaperras y tres campos de golf. A cambio, exigen todo lo que se le podría ocurrir a un hombre con 18.000 millones en la cartera. El cebo no es pequeño: el proyecto promete 200.000 puestos de trabajo, una lotería para la comunidad autónoma que agarre la inversión, un maná de empleo para enderezar algo el descalabro de las cifras del paro.

El hombre del maletín es Sheldon Adelson, un personaje que parece salido de la residencia de ancianos de "Cocoon" (aquella película en la que los abuelos rejuvenecían por arte extraterrestre) y una de las personas clave en el desarrollo de la capital mundial del juego, en el desierto de Nevada. Adelson, de 78 años, es el propietario de Las Vegas Sands Corp., la empresa matriz que posee el hotel Venetian, uno de los más emblemáticos de la zona y un monumento a la exuberancia ideado a la imagen y semejanza de la ciudad italiana, incluidos canales, puentes, góndolas y gondoleros que cantan mientras manejan sus pértigas. ¿Se imaginan semejante dispendio en Alcorcón o en Cornellá? En unos años podría suceder y la mera posibilidad atrae a algunos en la misma medida que repugna a otros.

De momento, hay dos perros de presa que se pelean por hincarle el diente a la locura del viejo Adelson: Madrid y Cataluña. Cuando Sands Corp. pensó en España, contrató a una firma consultora del mismísimo Wall Street que le ayudó a decidirse entre dos lugares para su sueño. Las conclusiones de aquel sesudo estudio no asombraron a nadie: Barcelona tiene mayor potencial turístico y Madrid está mejor situada geográficamente. Al margen de su elocuencia, el estudio ya amenazaba con convertir la batalla (de momento se han postulado Madrid, Barcelona, Alcorcón, Getafe, Leganés y El Molar) en una puja salvaje.

La euforia y la realidad

La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, se lanzó a la piscina desde el trampolín más alto. Ella conocía a Adelson hace años y una vez captado su sueño de construir un complejo en España, entró en el juego como un elefante en una cacharrería: «Sin vulnerar nuestros valores, se cambiará todo lo que haya que cambiar», dijo. Pero el magnate quería cambiar mucho más, quizás demasiado.

La empresa apuesta durísimo. Para el proyecto de Madrid, Adelson exige modificar el estatuto de los trabajadores para dar entrada a los extranjeros. También reclama estar exento de pagar las cuotas de la Seguridad Social durante dos años, bonificaciones de hasta el 95% en impuestos como el de transacciones, el IBI y el impuesto sobre el incremento del precio del suelo. En el capítulo de "pide por esa boquita", el millonario ha puesto encima de la mesa de negociación que el Estado garantice un préstamo de 25.000 millones de euros de la UE, que le cedan todo el suelo público (y expropien a los privados que hagan falta), que cambien de lugar un vertedero y que construyan metro y tren de cercanías. Añade que no le gusta la ley antitabaco (el 20% de sus clientes en EE UU fuma) y pide que relajen las normas contra el blanqueo de capitales (por ejemplo, que los clientes solamente tengan que registrar pedidos de fichas de más de 2.000 euros). Es decir, Adelson quiere darle la vuelta al sistema con un proceso que necesitaría el acuerdo de ayuntamientos, comunidad autónoma y Estado. Su sueño es una zona franca, una isla exenta de algunas obligaciones... pero a 15 kilómetros de Barajas.

El gancho que ofrece es suculento. ¿A qué comunidad autónoma no le gustaría que le cayeran del cielo 200.000 puestos de trabajo? La cifra rebajaría a la mitad el paro en Madrid. El caramelo es muy goloso y las exigencias, brutales. Con los papeles encima de la mesa, Esperanza Aguirre ha dado un pasito atrás. De aquella euforia primera ha pasado a calificar las exigencias de los americanos como «una carta a los reyes» que obviamente no quiere -ni tampoco puede- cumplir. La presidenta ha llegado incluso a bajar un pie del tren al que saltó de cabeza. Recientemente, ha reconocido que lo que quiere conseguir para la comunidad no es un casino, sino «el mayor centro de congresos de Europa y de Oriente Medio». «A la gente de mi edad -tiene 60- Las Vegas no le gusta», ha declarado (en esa ciudad el porcentaje del negocio que proviene del juego es un quinto del total). ¿Farol o realidad?

Al otro lado de la mesa de póquer, Barcelona sigue adelante con las negociaciones que el consejero de Economía de la Generalitat, Andreu Mas Colell, inició en noviembre con un viaje a Las Vegas para conocer las intenciones del empresario del juego. Nadie sabe cómo rematará la historia, pues Adelson es un hombre de órdagos a la grande. Para su cabeza, el proyecto español es «la culminación a su carrera de negocios» y está convencido en que su isla de diversión funcionará en una Europa tocada en un ala por la crisis. Claro, que también pensó que podría crear un casino en Israel y otro en Jordania. Sí, en Jordania. ¿Un país musulmán con un casino regentado por un judío sionista?