revueltas en los páises árabes

Siria: el último asalto

La matanza de Homs se trata de la peor jornada desde que empezó la revuelta hace once meses

MADRID Actualizado: Guardar
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Lo que parece ser una matanza en toda regla en la ciudad siria de Homs se ha producido en las últimas horas: las dos grandes cadenas árabes de TV indican la muerte allí de 217 civiles ('Al-Yazeera', qatarí) o incluso 287 ('Al-Arabiya', saudí). Previamente, los insurgentes, reforzados por desertores militares cada día más numerosos habían infligido pérdidas de importancia al ejército y las fuerzas de seguridad.

Todas las cifras, de ambos lados, deben ser recibidas con cautela, porque no hay una verificación independiente, pero hay consenso entre periodistas, activistas y en el tono de las noticias de la propia agencia del gobierno (SANA) acerca de dos cosas: a) se trata de la peor jornada desde que empezó la revuelta hace once meses; b) la rebelión no puede ser militarmente vencida y el régimen recurre a represalias feroces, como se preveía, tras sufrir bajas cuantiosas.

No hay sorpresa en esto, que confirma el extendido pronóstico de que el régimen no se rendiría sin combatir a fondo y sin ahorrar represalias ciegas. Lo sucedido, que es entre otras cosas un bombardeo de un barrio de Homs porque es un bastión islamista, recuerda mucho a lo sucedido exactamente ahora hace 29 años en Hama, donde una revuelta abiertamente inspirada por los Hermanos Musulmanes fue aplastada a sangre y fuego por las llamadas 'Brigadas de Defensa', mandadas por Rifaat al-Assad, hermano del entonces presidente, Hafez y tío del hoy jefe del Estado, Bashar.

Una actitud suicida

El Gobierno parece haber adoptado en su más alta expresión la decisión de resistir militarmente, se habla de una reordenación de la cadena de mando en la que no parece tener un papel –y esto es una sorpresa– Maher al-Assad, hermano menor del presidente y tenido por el 'duro' del régimen y jefe de sus unidades de élite. Se llegó a sugerir la semana pasada que se trataba de enviar un mensaje en clave a la opinión indicando que el detestado Maher ya no estaba al mando…

Pero si fue así fue tarde… como todo lo que hace el régimen. Aceptó tarde el acuerdo de la Liga Árabe sobre una salida política pactada; tarde también se anunció el plan de reforma democratizadora y nueva Constitución que, muy al principio de la protesta, habría servido si se contaba sinceramente con la vieja oposición interior no islamista, el grupo de Michel Kilo, por ejemplo. Y tarde, en fin, se quiso contar con el influyente vecino turco que propuso enérgicamente un gran plan de negociación en agosto que Damasco, tras sopesarlo y equivocándose mucho, rechazó.

Desde ese momento, descrito en su día como la última gran oportunidad de superar la crisis, el régimen pareció optar, seguro de sus considerables apoyos sociales y comunitarios y de sus reservas militares, que también lo son, por una pretendida 'security solution', un eufemismo para decir victoria militar sobre rebeldes descritos como "bandas terroristas armadas". Los innumerables avisos, algunos de amigos antiguos, sobre el error de adoptar esta actitud suicida no sirvieron de nada. El conflicto evolucionó lenta pero irremisiblemente hacia una guerra civil.

El escenario regional e internacional

Siria se aisló así en el mundo árabe y con la sola excepción del Líbano, donde su influencia es muy fuerte a través de los partidos pro-sirios y, en particular, del partido-milicia Hezbollah, hoy pilar político del gobierno de coalición, no podía contar con apoyo ninguno. Es verdad, sin embargo, que al menos Argelia, Sudán, Irak y el Yemen del verano (que no es exactamente el de hoy, con un gobierno mixto y pendiente de concluir una transición democrática pactada) rehusaron siempre intervenir diplomáticamente en el asunto en nombre de su hostilidad a la célebre injerencia en los asuntos internos de terceros.

Impulsada por el gobierno qatarí, omnipresente, que se hizo con la presidencia del comité ad hoc creado por la institución, la Liga Árabe elaboró un plan que tenía al menos un mérito: era la solución entre árabes que pedía el régimen sirio, muy nacionalista y muy pan-arabista. Es sabido que tampoco funcionó, aunque llegó a enviar observadores y visitó Damasco el primer ministro qatarí e influyente miembro de la familia real, Hamad bin-Jassem al-Thani, convertido más tarde por la propaganda oficial en un mero agente norteamericano…

El escenario internacional también se le complicó a Siria. De modo perfectamente inhábil, el régimen parece estar haciendo lo imposible por complicarle la vida a su eterno protector, Rusia. Moscú, con el apoyo discreto de Pekín, ha hecho saber que vetaría toda resolución en la ONU que condenara al régimen, exigiera la dimisión de Bashar y, sobre todo, permitiera considerar una acción internacional directa. El fantasma de Libia se cierne sobre el Consejo de Seguridad donde, diestramente, los miembros permanentes han aceptado rebajar al máximo las exigencias a Siria de una eventual resolución de condena para que Moscú pueda votarla. Eso podría ocurrir hoy mismo en Nueva York.

Tal vez es tarde para todo intento de reconsideración política del conflicto, convertido en una guerra civil que esta vez, con la primavera árabe funcionando a pleno rendimiento y la alteración del statu quo regional por la actitud iraní, le será muy difícil ganar al gobierno sirio. Esto parece ser el último asalto…