Fotografía de archivo de 2003 de Jorge Semprun.
análisis

Adiós a Semprún, el gran protagonista

MADRID Actualizado: Guardar
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Se acaba de marchar Jorge Semprún, un personaje de biografía complejísima que en realidad ha resumido las vicisitudes de varias generaciones entre la Segunda Guerra Mundial y el presente. Por su implicación en los hechos, Semprún ha trascendido de la categoría ontológica del testigo ante las grandes transformaciones y ha sido protagonista en cierto modo de todas ellas.

La singularidad de Semprún arranca de su primera juventud, cuando, perteneciente a una ilustre familia española –era nieto de Antonio Maura- que se exilia a causa de nuestra guerra civil –el padre es embajador de la República en La Haya-, se enrola en la Resistencia francesa, es detenido y torturado por los alemanes en 1943 y confinado en el campo de concentración de Buchenwald, donde permanecerá hasta el final de la guerra. Aquellas vivencias, que son para él una especie de primera muerte y que no será capaz de narrar hasta veinte años después, le marcarán para siempre.

En 1942, Semprún se había afiliado al Partido Comunista, y aquella pertenencia se convirtió en el referente de una vida de constante compromiso intelectual, que estará presente en su obra literaria y en sus guiones cinematográficos con Alain Resnais y Costa Gavras. El compromiso le trajo clandestinamente a España –su nombre en clave era Federico Sánchez- a jugarse la vida en la causa imposible de socavar la dictadura desde dentro… Pero su espíritu libre no encajó en los corsés ortodoxos del viejo leninismo y fue expulsado del PCE en 1964 por discrepancias con la línea oficial de Carrillo-Ibarruri. Desde entonces, su militancia política se centra en la defensa de un discurso moral progresista, basado en la profundización de la democracia.

Aunque siempre residió en Francia y su lengua literaria ha sido el francés, nunca perdió la nacionalidad española ni sus vínculos con este país, hasta que su creciente concomitancia con el PSOE de Felipe González lo llevó a ocupar el Ministerio de Cultura entre 1988 y 1991. Como era de imaginar, no fue un período fácil para Semprún aquel encorsetamiento burocrático, narrado después con humor en “Federico Sánchez se despide de ustedes”, y durante el cual mantuvo algún sonoro enfrentamiento con Alfonso Guerra y otros políticos profesionales… Pero sin duda su presencia efímera en el gobierno democrático español anudó algunos vínculos necesarios entre las Españas del interior y del exilio, entre la política socialista y el mundo intelectual que, en posición difícil, alentó la idea democrática durante la dictadura.

La esquizofrenia de su cosmopolitismo le privó en vida de algunos merecidos reconocimientos: no obtuvo el Cervantes porque escribía en francés y no ingresó en la Academia Francesa porque tenía pasaporte español. Sin embargo, es uno de los personajes fuertes que dejan mella en la historia porque han contribuido decisivamente a escribirla y precisamente por ello la posteridad les recibirá con gratitud y grandeza.