Tribuna

Comerciantes de Indias y religiosidad popular: la Esclavitud del señor San José

HISTORIADOR Y MIEMBRO DE CÁDIZ ILUSTRADA Actualizado: Guardar
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Un capítulo de la historia de Cádiz pendiente de concluir es el de la religiosidad gaditana en el siglo XVIII, que se materializó en la creación de cofradías que surgieron durante este periodo histórico, el de mayor esplendor de la ciudad originado por el auge del comercio con las Indias.

Situada en el centro de la ciudad, la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, después convertida en parroquia, comprendía en el ámbito de su feligresía, además del muelle y los principales órganos del comercio americano como la Casa de la Contratación, el Tribunal del Consulado y la Aduana, el ángulo que formaban las calles de San Francisco y de la Carne, hoy Columela, que era la sede del selecto comercio del lujo y de la más refinada moda europea de la época, donde comerciantes de diversos países vendían sus productos a la acomodada sociedad gaditana y a los inmensos mercados de allende el Atlántico. Gracias a su privilegiada ubicación esta parroquia va a convertirse en un espacio donde se desarrolle la sociabilidad religiosa de la naciente burguesía mercantil gaditana, ya que en ella se crearán varias cofradías integradas mayoritariamente por miembros de este floreciente grupo social.

En 1738 un grupo de feligreses, imbuidos de la devoción a San José que se entendía por todo el mundo católico, deciden crear una cofradía para dar culto al Patriarca a semejanza de la ya existente en Madrid, en señal de agradecimiento a la Providencia por la prosperidad económica por la que atravesaba la ciudad. Para ello el 29 de Junio se reúnen en la parroquia 35 mujeres y 37 hombres, la mayoría de ellos comerciantes de Indias, y acuerdan la fundación de la Esclavitud del Patriarca Señor San José, aprobando sus estatutos que adaptan de su homónima madrileña.

Desde su fundación la Esclavitud atrajo a devotos del Santo de toda España, y a fines del siglo XVIII contaba con 464 hermanas y 437 hermanos, solicitaban su ingreso comerciantes, marinos, religiosos y hasta comunidades religiosas femeninas en bloque, no sólo las de conventos cercanos como los de Santa María y la Piedad de Cádiz o las Descalzas de Chiclana, sino de otros más alejados como el de las Brígidas de Lasarte. La relevancia social de sus miembros y la identificación de la Esclavitud con Cádiz tuvo sus frutos en 1757 con la concesión por el Cabildo municipal gaditano a San José de los títulos de Copatrono y Protector de la ciudad.

Para dar culto a San José, se adquirió una imagen en el extranjero, probablemente en Génova, encargándose a Torcuato Benjumeda el diseño y la construcción de su retablo que, tras diversas vicisitudes, se instaló finalmente en una capilla en la nave del Evangelio, corriendo a cargo de Torcuato Cayón la construcción de una bóveda subterránea para el entierro de sus hermanos. Estas obras no hubieran podido realizarse sin la generosa aportación de dos benefactores de la cofradía, dos nobles con fuertes relaciones con la iglesia del Rosario y con los cofrades de la Esclavitud, Juan Bautista de Uztariz, Conde de Reparaz y José Sáenz de Santamaría, Marqués de Valdeíñigo.

Sus cultos debieron ser de los más suntuosos en una ciudad que vivía sus años de mayor prosperidad y donde no eran extraños el boato y el lujo de las celebraciones barrocas, recurriendo la cofradía para costearlos, además de a las limosnas de los cofrades, a la inversión en el comercio de Indias, como hace en 1777 cuando compra mercancías por valor de más de 13.000 pesos, que se transportan para su venta hasta el puerto del Callao en el navío Nuestra Señora de los Dolores 'La Ventura'.

Años después la Esclavitud, como toda la ciudad, sufrirá las vicisitudes adversas del comercio americano, la guerra con Inglaterra con el bloqueo de la flota mandada por Nelson, los sitios de las tropas de Napoleón y del Duque de Angulema, y después las guerras de independencia de las colonias americanas. Durante estos tiempos de penuria suspenderá sus cultos suntuosos y aportará su ayuda al pueblo de Cádiz, como hace durante el bloqueo naval de Nelson, poniéndose los miembros de su Junta de Gobierno, Conde de Casas Rojas, Conde de Casa Lasquetty y el escribano del Consulado Joaquín Antonio Yance a la cabeza de la Junta de Caridad que crea el Obispo y que emplea a «un crecido número de artesanos y trabajadores» en las obras de urbanización de los alrededores de la Cárcel Real y reparte «más de cincuenta y dos mil hogazas de pan, entre ancianos, viudas y pobres», con los fondos que obtiene y que en gran parte provienen de los caudales que aporta la Esclavitud.

A estas calamidades habría que sumar el proceso desamortizador de los bienes de la Iglesia que despojaron a los conventos, iglesias y cofradías gaditanas de la mayoría de sus bienes. A pesar de todo ello, la cofradía siguió activa, continuando sus cultos hasta la primera década del siglo XX, tras la que dejaron de celebrarse.

La Esclavitud del Patriarca Señor San José se extinguió hace cien años, pero la huella de su existencia permanece hecha mármol y jaspe en su bien conservado retablo de la Parroquia del Rosario, desde donde nos habla del pasado glorioso de esta ciudad y de la espiritualidad de sus anteriores habitantes.