LA ROTONDA

'Teófilasterix' en Gades

La alcaldesa de Cádiz dice sentirse sitiada por los gobiernos de Manuel Chaves y José Luis Rodríguez Zapatero. Y ya hay algunos que ven en ella al irreductible Asterix y en Cádiz la pequeña y apacible aldea rodeada de tropas romanas con el puño y la rosa y la cohorte de delegados, consejeros, diputados y ministros. Aunque a Teófila Martínez no le haga ni pizca de gracia, la cosa tiene su guasa. Y no sólo por descubrir al concejal en el papel de Obelix -aunque sólo sea por kilos, hay más de un candidato- o por imaginarse al sufrido Rafael Román como un pequeño romano resignado a recibir mamporros de pleno en pleno.

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La alcaldesa de Cádiz dice sentirse sitiada por los gobiernos de Manuel Chaves y José Luis Rodríguez Zapatero. Y ya hay algunos que ven en ella al irreductible Asterix y en Cádiz la pequeña y apacible aldea rodeada de tropas romanas con el puño y la rosa y la cohorte de delegados, consejeros, diputados y ministros. Aunque a Teófila Martínez no le haga ni pizca de gracia, la cosa tiene su guasa. Y no sólo por descubrir al concejal en el papel de Obelix -aunque sólo sea por kilos, hay más de un candidato- o por imaginarse al sufrido Rafael Román como un pequeño romano resignado a recibir mamporros de pleno en pleno.

El asunto deambula entre lo cómico y heróico, aunque guarda detalles para el análisis. Sí, la vida política en Cádiz parece la colección de cómics de Goscinny y Uderzo, aunque en estas viñetas no hay pócima mágica que arregle el desaguisado. Y lo cierto es que a la alcaldesa no le falta parte de razón.

Teófilasterix y el Castillo de San Sebastián es el último capítulo de esta serie de desencuentros que no hacen más que avivar el temor de que cuando llegue el Bicentenario, nada será como esperamos. O como nos dicen. Que ahora se empeñe el Gobierno central en negar a la ciudad la cesión de uso del Castillo de San Sebastián tras 2012 es un mal síntoma y una mala noticia que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega debería explicar. Si la fortaleza deja de tener un uso militar, es evidente que debe pasar a manos de la ciudad. Y deben ser los gaditanos los que decidan cómo utilizar y disfrutar de este espacio.

Esta historieta bien podría continuar con el proyecto de la Plaza de Sevilla, varado en la incompetencia y sobre todo todo en la irresponsabilidad de aquellos que lo han utilizado como arma arrojadiza. Si en los últimos años Cádiz ha sido víctima del mal de los equipamientos culturales, caracterizado por convertir en museo todo edificio que se ponga por delante haya o no contenido con el que llenarlo, ahora esta ciudad se ve aquejada por el mal de las oficinas, aunque no haya empresas para llenarlas. Oficinas por todos lados, en todos sitio. Y todas vacías o alquiladas por la administración. Y la Plaza de Sevilla fue una de las primeras víctimas por el empeño en desestimar viviendas o grandes zonas comerciales. Ahora está todo en el aire y sin visos de que salga adelante en breve. Por mucho que se empeñen los gobernantes, aquejados de un extraño complejo de gran superficie, no hay proyecto viable económicamente sin un centro comercial a su vera y sin viviendas. Ahora, las cuentas no le salen a Adif. El erial en el que se ha convertido el hall de la estación tendría un aspecto muy diferente si se hubiese hecho como en Sevilla o Málaga, enfocada al viajero, al comercio y a la actividad económica. A la estación de Cádiz no quieren ir ni los taxistas.

El PSOE y Fomento deben tener claro que, hasta que los gaditanos decidan lo contrario, la tarea de diseñar la ciudad está en manos del Partido Popular y de su alcaldesa. Negar este hecho es perverso y peligroso.

Esta sucesión de viñetas tragicómicas podrían continuar con las trabas para el Hotel Valcárcel, para el plan de Puerto América o del puerto del Club Alcázar, o el empeño del Ministerio de Fomento de decidir cómo se ordenará el tráfico del segundo puente en la avenida de Las Cortes, por poner sólo unos cuantos ejemplos. Aquí, nadie habla claro -ni el PP ni el PSOE- y todos se culpan unos a otros de los retrasos y palos en las ruedas que, como siempre, acaban afectando al ciudadano y a su ciudad.

Bien es cierto que este quejío endogámico de Teófila Martínez puede llevarle a un victimismo exacerbado que le haga perder parte de la razón que ahora le asiste. El juego democrático obliga a los gobernantes a entenderse y a trabajar juntos aunque sea desde la distancia ideológica. Y eso vale para todos.

Fomentar y participar en esa imagen de Cádiz irreductible frente a Sevilla y Madrid no es positivo ni constructivo. Pero tampoco lo es que la Junta de Andalucía y el Gobierno central traten de hurtar al Ayuntamiento de Cádiz la capacidad de decisión y gestión que en las urnas le dieron los ciudadanos.

EL ESTADIO

¿Es conveniente dejar el Estadio Carranza sin terminar? Ésta es la primera pregunta que habría que responde. El nuevo estadio Carranza no es más que la demostración de cómo los diferentes alcaldes -Carlos Díaz y Teófila Martínez- y administraciones -Ayuntamiento y Zona Franca- se subieron a la ola del populismo en tiempos de vacas gordas y ahora se topan de bruces con la realidad, que no es otra que el rechazo ciudadano a gastarse 42 millones de euros en la tribuna de un campo de fútbol para una sociedad anónima.

No hay que tener miedo a formularse esta pregunta. En caso de seguir adelante, no vendría mal que todos aquellos que metieron a la ciudad en esto (Ayuntamiento, Junta, Gobierno central y Zona Franca) trabajaran conjuntamente para que la operación sea lo menos gravosa posible para Cádiz. Y no proponer ideas oportunistas y demagógicas para, otra vez, sacar partido político a costa de la ciudad.

macastillo@lavozdigital.es