TRIBUNA

La directiva de la vergüenza

Imagínese que está Ud. por tierras latinoamericanas y pierde la documentación. La policía del lugar se la solicita, y al no poder ofrecérsela, lo traslada a una oficina creada al efecto, donde un funcionario cualquiera, sin juicio previo, ni apoyo consular, ni abogado que pueda defender su causa, lo puede confinar en un centro de internamiento por hasta 18 meses. Aunque también lo pueden recluir en una cárcel.

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Esta es una de las terribles medidas que pretende imponer la directiva de retorno de inmigrantes de terceros paises residentes en el territorio de la Unión Europea.

Pero no se preocupe, puede Ud. viajar tranquilamente al Caribe, porque allí, todavía no existen paises bananeros en políticas tan aberrantes contra la inmigración. Todo lo contrario, será Ud. bienvenido como lo fueron los europeos que masivamente, sin visas, ni condiciones impuestas, emigraron al continente americano huyendo de la miseria económica europea y sus crisis políticas ocurridas durante la primera mitad del siglo pasado. Y no digamos, unas centenas antes, donde se emigró para explotar sus riquezas y trasferirlas a Europa. Las personas, los bienes y los derechos de los emigrantes europeos siempre fueron respetados en ese sufrido y expoliado continente.

Hoy nos toca recibirlos a ellos, gracias a nuestro espacio de prosperidad y de libertades públicas. Vienen a contribuir a esta prosperidad. Gracias a estos inmigrantes, el continente europeo está recuperando su dinamismo demográfico, ocupando espacios gremiales imposibles de cubrir por los nativos, llevando la alegría y el acompañamiento a innumerables mayores y enfermos. Contribuyendo, por tanto, a fortalecer nuestro generoso y envidiado sistema de seguridad social. Osea, que los inmigrantes nos están ofreciendo una solución a los problemas demográficos y de protección social que alarmantemente se estaban planteando en la Unión Europea.

También, para los paises originarios de estos focos de inmigración, las remesas aportadas por los mismos, suponen un vital desahogo para sus afixiadas economías. Superando, dichas remesas, en los principales dadores de inmigrantes, como Perú, Ecuador, Bolivia ó Colombia, la Ayuda Oficial al Desarrollo comprometida por los paises del Norte industrializado del 0.7% del PIB. Que nunca cumplen.

Es decir, que los flujos de migración suponen un beneficio tanto para Europa, como para los paises dadores. Originando este rico mestizaje solidario, laboral y por ende cultural una de las mejores caras de la globalización.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice en su articulo 13:" Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un estado". Con lo cual, la mencionada directiva, además de contravenir dicha Declaración, también viola los Derechos del Niño al permitir deportar o confinar a menores, y por supuesto el Pacto Internacional sobre los Derechos Civiles y Políticos. Total, un pasito pá trá.

No solo se están tirando a la deriva valores trascendentales, es que se están quemando, además, los sueños de supervivencia a que tienen derecho los defenestrados del mal llamado Tercer Mundo. Desterrados de él y de su habitat familiar por la injusta pobreza y posteriormente deportados de sus sueños por el mero hecho de cometer una falta administrativa. Errantes sin camino ni pan, repatriados sin patria, en muchos de los casos africanos, y criminalizados por el único delito de pretender trabajar para poder vivir. Que es el más elemental de los Derechos Humanos.

Siempre se ha dicho que un sueño bien vale una vida, pero el sueño de comer bien vale una muerte, como nos lo demuestra, para vergüenza nuestra, ese cementerio submarino en que se ha convertido el Estrecho. Y ni siquiera ese holocausto ha servido para elaborar unas leyes, unos sistemas más solidarios, más justos.

No creo en las fronteras que los aduaneros de privilegios quieren implantar para separar a ricos de pobres, haciéndolos a estos, más pobres aún. La grandeza de un país de una sociedad, se revela en la forma en que trata a los pequeños. Y con esta directiva se está haciendo un churrasco con la Igualdad, la Solidaridad y la Libertad.

Se están trastocando los más elementales valores humanos y convivenciales y los lideres de Europa ni pestañean. Menos mal que los movimientos sociales, verdadera conciencia de la sociedad civil, han explosionado con la naturalidad y espontaneidad de un volcán, señalando, que este mundo no ha perdido la razón. Ellos han rechazado enérgicamente tan vergonzosa directiva. Estas asociaciones se han convertido, con su actitud, en los verdaderos veladores por la defensa de los valores y libertades fundamentales, que constituye la base, el principio y el espíritu del Proyecto Europeo.

Que duda cabe, que hay que respetar la legitimidad del Parlamento Europeo y también el carácter legal de la norma. Pero no evita, que como ciudadanos europeos, nos sintamos avergonzados por unas leyes que no son justas ni ante los ojos humanos, ni ante los ojos de Dios.

Hoy, mirando la historia del mundo, se puede observar que esta se parece a la mesa del rico Epulón y el pobre Lázaro, al que ni las sobras le daba. La deducción es que habría que revertir la historia para que no fuese así, y alcanzar la esperanza de poder sentarnos a otra. La utopía, el sueño prioritario de este mundo actual, debe ser sin duda, el de la mesa compartida.

Claro, que tan loable disposición de querer cambiar las cosas a mejor se puede volver muy peligroso. Por ejemplo, mientras se trabaja solidariamente por remendar la marginación o evitar la exclusión, es probable que a las personas que lo hacen la suban a los altares. Pero si estas mismas, denuncian ó luchan contra las causas que la provocan, única forma de solucionar integralmente la cuestión, les llamarán radicales o subversivos. Y por los nubarrones coercitivos que se otean por proa, es probable que a la vuelta de un telediario los etiqueten como terroristas.

La disyuntiva, como seres humanos, se presenta en dar respuesta a la pregunta del millón: ¿ Qué es más importante la etiqueta y lo que pueda representar ó hacerse el longui y abandonar a su suerte a tantos inmigrantes.

Y conste, que cuando nos callamos ante una injusticia, estamos permitiendo que esta se instale. La historia se construye en el presente y en cada momento de nuestras vidas y en función de nuestras actitudes nos estamos jugando el futuro. La historia, para que pueda ser positiva, hay que forzarla y corregirla en el presente. Después, todo serán escudadoras excusas o estériles lamentaciones, porque ya estará escrita