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La Libertaria y el Imperio del Olvido

La próxima edición del Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) será inaugurada por "El imperio del olvido", un inteligente libreto de Santiago Escalante que el viernes estrenó en Málaga el Teatro del Mentidero. En su dramaturgia, el actor Ramón Rivero cambia de registro para ofrecernos una reflexión sobre la memoria personal y colectiva, sobre el alzheimer individual y la amnesia multitudinaria. El telón de fondo de esta puesta en escena es el rodaje de la película El imperio del sol, de Steven Spielberg, en los maravillosos humedales de Trebujena: pero se trata de un simple paisaje para una pieza que reclama que, al final del camino, ni a uno ni a todos nos quiten lo bailado. Como antídoto frente a todo ello, quizá pueda esgrimirse la Ley de la Memoria Histórica que actualmente se cierra en el Congreso de los Diputados sin unanimidad. La provincia gaditana, en gran medida, no vivió la guerra sino el golpe de Estado de 1936, ya que buena parte de su territorio cayó desde el primer momento bajo el dominio de los sublevados. Desde la Sierra y Jerez hasta el Campo de Gibraltar, desde la Bahía a La Janda, buena parte de la memoria de la represión sigue estando oculta, a pesar de trabajos tan brillantes como El verano que trajo un largo invierno, de Alicia Domínguez Pérez. Sin embargo, dentro del ámbito asociativo, sobre todo en Jerez y en la capital gaditana, median diferencias personales e ideológicas entre los diversos grupos que reivindican este legado. Pero quizá un símbolo de los rabitos de pasas que precisa el pueblo español, a casi tres cuartos de siglo de aquella contienda, sea el de María Silva Cruz, alias La Libertaria, la hija del legendario Seisdedos de Casas Viejas, cuyo caso se dirime desde el pasado verano ante la Audiencia Nacional.

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A 18 de julio y cuando se cumplieron 71 años del Golpe, la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia (AMHyJA) presentó ante el juez Baltasar Garzón una denuncia referida a 57 desapariciones en Sevilla y Huelva, así como al caso concreto de esta gaditana legendaria. Apenas trascendió la noticia, pero la denuncia se cursó ante el registro del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional por el abogado Fernando Magan y algunos miembros de la familia de María Silva, entre ellos su hijo Juan Pérez Silva, que actualmente reside en Jerez: La hermana de María, Catalina Silva Cruz, desde Francia se sumaba a dicho acto de Recuperación de la Memoria y exigencia de Justicia y Reparación y al total esclarecimiento de las circunstancias que rodearon su asesinato, afirman los portavoces de la asociación, que se han basado en los datos del historiador gaditano José Luis Gutiérrez Molina, uno de los más cualificados para entender la historia del movimiento libertario en general y los sucesos de Casas Viejas en particular. La denuncia se basó en el supuesto de «detención ilegal y desaparición forzada como crimen de lesa humanidad», a partir de los hechos que se sucedieron a partir del 19 de agosto de 1936, el día que María Silva fue sacada a la fuerza de la casa de sus suegros, en el rancho Morales, en la zona conocida como Viña Caña, del término municipal de Paterna. Allí, había buscado refugio tras los sucesos ocurridos la noche del 23 de julio de 1936 durante la ocupación de la localidad por una columna de guardias civiles sublevados y vecinos de Medina Sidonia que perpetraron una quincena de asesinatos. Su esposo, el anarcosindicalista Miguel Pérez Cordón, huyó a la sierra con otros fugitivos. El secuestro de La Libertaria fue llevado a cabo por guardias civiles y algunos paisanos que procedieron a llevarla a la cárcel de Paterna, junto a su hijo, que entonces contaba con 15 meses de edad.

Quizá fuera trasladada a la prisión de Medina Sidonia, pero ha desaparecido la documentación que permitiría comprobarlo. Pero lo cierto es que en la madrugada del 24 de agosto, «en compañía de otros dos secuestrados, Martín Menacho Díaz y Catalina Sevillano Macho, fue sacada de su encarcelamiento y trasladada a un lugar desconocido en donde los tres fueron asesinados a tiros».

La denuncia recalca que su hijo ni el resto de sus familiares «jamás han recibido comunicación oficial de la muerte de la misma, ni del lugar donde ocurrió ni de las circunstancias en que acaecieron. Durante las décadas de la Dictadura del General Franco la familia sufrió exilio y persecución, circunstancias comunes a tantos españoles. Todos sus derechos se vieron cercenados, entre ellos el de la memoria, enterrar a sus muertos, además de los puramente jurídicos, como el de siquiera estar inscrita en el Registro Civil su defunción».

Son algo más que huesos lo que se busca. La llegada de la democracia no restituyó los derechos de los parientes de María Silva, que siguieron sin recibir información oficial sobre su suerte: «Conscientes de que por el tiempo transcurrido resulta casi imposible hallar a los autores materiales e intelectuales, no es menos cierto que sí sería posible establecer las reales circunstancias de tales muertes, y en concreto la de Doña María Silva Cruz, que desde 1978 es imputable a la inacción dolosa del Estado español representado por sus diferentes Gobiernos ya que Doña María Silva continua siendo una desaparecida», concluye la denuncia. Pero no esta historia.