ESTRENO. La selección de Irán ofreció una buena imagen en su partido ante México, aunque sus errores defensivos la condenaron a la derrota y hoy necesita puntuar a Portugal. / REUTERS
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La paz de los persas

La selección de Irán, con un cristiano en su seno, goza de un apacible retiro a orillas del lago Constanza lejos de los tambores de guerra

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Un discreto retén policial delata la presencia de la selección de Irán en el hotel Krone, un establecimiento de sobrio lujo germano. En Friedrichshafen, población de 53.000 habitantes en el suroeste de Alemania, lo único asiático es el equipo que plantea mayores quebraderos de cabeza a los responsables de la seguridad del Mundial. El Team Melli, como llaman los persas a su combinado representativo, disfruta de un apacible remanso de paz lejos de los tambores de guerra a orillas del lago Constanza, que baña también Austria, Suiza y Lietchenstein.

Rodeado por un vergel de frutales y fresales, el cuartel general de Irán pasa más desapercibido que el cercano Museo Zeppelin, elegido en 1998 el mejor de Europa por el acierto en mostrar la historia y la tecnología del dirigible. A falta de enseñas de la república islámica, el mayor signo distintivo es el autobús de la expedición, estacionado en el aparcamiento exterior bajo una permanete vigilancia.

Ni el vehículo se ha librado de la polémica que persigue a los futbolistas iraníes, incluso desde antes de su llegada a tierras teutonas. «Las estrellas persas», el primer lema elegido, tuvo que ser cambiado en la decoración de la carrocería a raíz de las protestas de la comunidad azerí, principal minoría étnica del país con el 21 por ciento de sus 70 millones de habitantes. El sustitutorio, pactado en un debate parlamentario, es toda una declaración de principios: «La paz para todos sobre la base de la justicia y la espiritualidad».

En el interior, agentes desarmados de una compañía privada de seguridad controlan el acceso al edificio independiente, de estilo alpino y una treintena de habitaciones, donde se aloja la delegación iraní. De vez en cuando, algún jugador se asoma a la balconada de madera que da al patio del hotel, paso obligado del medio centenar de enviados especiales de medios de Teherán, sin ninguna representación femenina.

Las camareras sirven las mesas ataviadas con recatados trajes regionales, de falda por debajo de la rodilla y escote cerrado. El establecimiento, regentado por la misma familia desde su fundación en 1835, cuenta con piscina, sauna, yacuzi, masaje y bolera, servicios que los futbolistas utilizan a su discreción en las horas libres.

En las habitaciones, una señal indica la dirección de La Meca para orientar a los practicantes a la hora de realizar sus plegarias cotidianas. En todas, menos en una. A sus 22 años Andranik Teymourian, centrocampista que formó parte del equipo sub'23 participante en los Juegos de Solidaridad Islámica, es el único cristiano de los 23 seleccionados.

En los anales persas, sólo existe el precedente de Andranik Eskandavian, que jugó con Irán en 1978, un año antes del triunfo de la revolución del ayatolá Jomeini, el líder político-religioso que consideraba el fútbol «un producto de Occidente». Pero la República Islámica nunca ha llegado al extremo de prohibir su práctica, algo a lo que sólo se atrevió el régimen talibán durante su mandato en Afganistán (1996-2001).

Un puñado de aficionados también comparte de forma voluntaria la reclusión a la caza del autógrafo y la imagen de los dioses profanos de la segunda religión del país. Entre ellos figuran Kamran y Peyman, ingenieros residentes en Los Ángeles que han reservado un par de semanas de vacaciones para seguir en familia a sus ídolos por Alemania.

«En Estados Unidos, en California, las tensiones políticas se notan menos que en Europa. Aquí, en la concentración, todo el mundo pasa de la política. Lo único que hay es temor por las amenazas de los Muyaidines», comentan en alusión al principal grupo armado de oposición al régimen en el exilio. «Los jugadores vienen y van. Hablan con nosotros y suelen ir a vernos jugar al fútbol aquí al lado al atardecer. Hay buen ambiente. Aunque las críticas a su juego son justificadas», exponen.

La alfombra

Cuando tienen la suerte de que el entrenamiento es a puerta abierta, los hinchas acuden al cercano Zeppelinsatadion con timbales y otros instrumentos sin dejar de entonar cánticos y dar palmas durante toda la sesión. Su principal trofeo es una alfombra persa de seis metros cuadrados, tejida en seda y lana para la ocasión con motivos conmemorativos del torneo, que está valorada en medio millón de euros por sus creadores. Elaborada en un taller de Tebris por seis personas en seis meses de dedicación exclusiva, lleva bordadas las banderas de los 32 países participantes y hasta los rostros de Joseph Blatter y Franck Beckembauer, presidente s de la FIFA y del comité organizador.