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Supervivientes

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Confieso que soy de los que miran a los reality show por encima del hombro, con ese ánimo despectivo hacia la tele que caracteriza a la gente educada en el mundo de las letras. O sea que no seré yo quien cante las virtudes de Supervivientes, el reality estrenado la otra noche en Telecinco, que es exactamente como todos los realities de celebridades y que, por supuesto, no necesitará el aliento de la crítica para triunfar.

Para que nos quede claro lo que nos espera, la competición se abrió con una ejemplar exhibición de tetas a cargo de la especialista Marlene Mourreau. «¿Qué alegría, Marlene, que estés en el programa!», exclamaba Jesús Vázquez con un ojo en las tetas y el otro en el share. Ahora bien, en tal estreno hubo algo que sí merece ser subrayado y, más aún, resaltado con letras de oro: la aparición de José María Iñigo, que oficia de gobernador delegado en la nueva isla de los famosos. ¿Iñigo! Eso sí que es un superviviente. José María Iñigo ha pasado ya con holgura los sesenta años (él no es de los que cuentan su edad, pero, en su caso, yo no dudaría en subrayarlo: en el actual panorama de peterpanismo televisivo, su madurez es una Cruz al Mérito). El éxito televisivo le llegó muy joven y, pese a todo, ha sabido arreglárselas para permanecer en el candelero, con muy pocos lapsos de inactividad, durante casi cuarenta años.

Ahora reaparece aquí, y lo hace de una manera insólita: con la cabeza rapada. Iñigo tiene una buena calva: militar, braquicéfala, poderosa. Con esa mirada azul y ese bigotón lacio, tiene algo de guerrero galo, de curtido capitán de cosacos. Cuando Iñigo recibe a los náufragos vestido de Coronel Tapioca, todo calva y todo mostacho, y el trance tiene un aire como de presidio disciplinario en la Guyana. Está estupendo, Iñigo: basta escucharle durante unos pocos segundos, mientras explica las penalidades que aguardan a los famosos concursantes, para quedarse enganchado en la pantalla, no sea que en ese preciso instante Pipi Estrada vaya a ser devorado por un velocirraptor como los de Parque Jurásico. Este señor, Iñigo, es un fenómeno. Sin duda, el mejor acierto de Supervivientes.