Artículos

El himno

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A los españoles no nos ocurrirá lo que a los americanos con su himno. Nadie podrá ofenderse porque se cante en una lengua distinta a la oficial, por la sencilla razón de que carece de letra. Los sectores más conservadores de la sociedad americana y, por ende, su cabeza visible en la Casa Blanca, han condenado el hecho de que unos muchachos hispanos, en un gesto que a todas luces suena a acercamiento e integración, hayan grabado el himno patrio en español. Es una falta de respeto -ha dicho Bush- entonar el America América si no es en inglés. Y el que quiera venir aquí, que aprenda la lengua, añadió.

Nuestro himno es de los pocos del mundo que hay que escuchar de pie y en silencio, sin articular palabra. Cada cual puede ser de donde quiera y, con su acento y en su lengua, inventarse una letra y cantarla por lo bajini. Más de un jugador de la selección española seguro que adapta en secreto la letra de Els segadors a los compases regios. O «para ti la huerta envía/ la riqueza que atesora». O el «Gora ta gora Euskadi», pero eso lo veo más difícil, al menos desde el punto de vista estrictamente rítmico. La letra de Blas Infante también tiene su dificultad para encajarla, pero lo de España y la humanidad pega bien en los triunfales acordes del final. Y ahora que ya somos nación, mejor. Lástima que no abunde mucho jugador andaluz en la selección -vaya dilema- supranacional.

Franco intentó convertir el himno en copla y le encargó la letra al más insigne poeta del régimen. De esa forma trató de unificar, no sólo el espíritu de los españoles, sino su cantar colectivo que, como en un campamento del Frente de Juventudes entonaríamos todos a una: «Viva España, alzad los brazos hijos del pueblo español » Con la extremidad superior derecha levantada emularíamos la grandeza del Imperio Romano, mientras recitábamos las no menos imperiales estrofas de Pemán. Pero ni por esas, no hubo manera. Los españoles pudimos soportar muchas cosas, pero a la letra nos negamos o, por lo menos, se negó la historia y la costumbre. Y menos mal. ¿Se imaginan a estas alturas a nuestros deportistas recordando el texto del articulista gaditano para cantarla en los podios internacionales? Seguro que hubiésemos tenido que cambiar de letra varias veces, y nuestros sucesivos gobernantes habérsela encargado, por ejemplo, a Laín Entralgo, Alberti, Sánchez Dragó o Gimferrer, ahora que otra vez escribe en castellano.

En la música seguimos entendiéndonos al menos. Pero toquemos madera para no inventar un videojuego como los americanos, que al son del himno patrio consista en eliminar a los muñequitos que intenten traspasar las fronteras. En su caso, la puntuación varía según la víctima: mexicano drogadicto, mexicano nacionalista o «la coneja», que es la mexicana embarazada dispuesta a que los mexicanitos nazcan en Estados Unidos. Aquí no faltaría más de uno que desde su consola se dedicara a expulsar catalanes, andaluces, vascos, gallegos, valencianos y puntuasen según el grado competencial de sus respectivos estatutos.