Cádiz C.F.

Roberto Suárez

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Carranza cometió ayer tarde una enorme injusticia. Al menos una amplia parte de la grada. La que casi desde el primer minuto se dedicó a silbar a Roberto Suárez cuando el asturiano perdía un balón. Hay quien debería lavarse la boca antes de mencionar el nombre -y mucho más antes de pitarle, por mucha entrada o abono que pague- a uno de los jugadores cuya aportación ha sido básica para que, hoy por hoy, el Cádiz esté donde está.

No voy a entrar a valorar si su partido ante el Betis fue mejor o peor. Seguro que ha tenido tardes mejores. Ni siquiera juzgo si es más o menos válido para el equipo en las actuales circunstancias. Espárrago sabrá y él decide quien juega y quien no.

Lo que sí digo es que todo aquel que le pitó fue injusto, muy injusto, con un futbolista que se ha dejado media vida en los últimos años jugando de amarillo. Injusto o desmemoriado, porque los que no dudaron en llevarse la mano a la boca para silbarle olvidan todas y cada una de sus tardes inmensas, en las que fue el auténtico pulmón del equipo, en las que estaba en todas partes. Incluso ayer falló pases por estar siempre ahí, por dar la cara más que ninguno.

Sin duda se le trató mucho peor que a otros futbolistas que acaban de llegar, que no han hecho mérito alguno aún con la camiseta amarilla. Pero Suárez no es exótico, no dice «ché, qué pasó, tengo gran bronca porque no creamos chances de gol». Suárez no hace sombreros, ni cachitas. Pero sin duda aporta mucho más al equipo que esos otros a los que se les permite todo. No es de la cantera, pero desde luego sí de la casa. Y habría que tenerle más respeto. Mucho más.