elecciones en ITALIA

Italia vota con un resultado incierto

Berlusconi depende del regreso de los 4 millones de votantes que ha perdido y Prodi confía en superarle por la reunificación de la izquierda

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Silvio Berlusconi y Romano Prodi, los dos principales candidatos en las elecciones generales de hoy y mañana en Italia, hacen cuentas, y los dos piensan que pueden ganar. Nadie se atreve a afirmar rotundamente que Berlusconi perderá, como vienen diciendo los sondeos, porque no se puede subestimar su tirón populista, sobre todo después de su apabullante recta final, y porque el criterio moral que desde el extranjero parece tan obvio y decisivo en Italia no es demasiado importante.

El líder de la coalición de centroizquierda la Unión ha sido el primero de los dos candidatos en ejercer su derecho al voto. Romano Prodi, ha expresado su deseo de que "todo se desarrolle con la máxima regularidad y serenidad". Prodi ha votado en el liceo clásico de Galvani de Bolonia, al que ha llegado acompañado de su mujer, Flavia Franzoni, y donde destacó "la serenidad con que se vota". A la salida del colegio electoral, el ex presidente de la Comisión Europea ha dicho a los periodistas que "en Italia las elecciones son un maravilloso momento de democracia. Espero que todo se desarrolle con la máxima regularidad y en la máxima serenidad". El "profesor", como se le conoce en el país, ha afirmado que había dormido "estupendamente" y que las elecciones de hoy y mañana son "muy importantes porque Italia es un país importante".

Por su parte, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ha votado en su colegio electoral de Milán, acompañado de su madre. Berlusconi ha llegado a la escuela media Dante Alighieri de Milán (noroeste) a las 13.15 horas locales (11.15 GMT) donde ha sido acogido con aplausos por varias decenas de personas. Una vez en el exterior, Berlusconi ha estrechado la mano de los que le aplaudían y ha señalado que estaba "sereno" por el éxito electoral de su coalición.

El presidente de la República italiana, Carlo Azeglio Ciampi, ha sido el más madrugador exponente del mundo institucional en acudir a las urnas. Ciampi, acompañado de su esposa Franca, ha llegado a su colegio electoral en el barrio de Triestre de Roma a primera hora para depositar su voto. El presidente de la República, que ha llegado en un automóvil azul, fue acogido con aplausos por las personas presentes en el colegio electoral a los que saludó. Una vez que se forme el nuevo Gobierno italiano empezará el proceso para elegir a un nuevo presidente de la República, ya que Ciampi acaba este año su mandato de siete años.

Intriga electoral

Los primeros datos de participación facilitados por el Ministerio del Interior señalan que a las 12.00 horas (10.00 GMT) han votado para el Parlamento el 17,6% de los electores, mientras que para el Senado aún no se han facilitado porcentajes. En las pasadas elecciones generales, celebradas en 2001, el dato de participación a la misma hora fue del 21,5%, aunque en aquellos comicios sólo se votaba en una jornada. La intriga por conocer los resultados es enorme y puede suceder cualquier cosa. Incluso la peor posible, un empate: Prodi podría obtener la mayoría en la Cámara de Diputados y Berlusconi, en el Senado.

Lo hace posible el nuevo sistema electoral introducido a última hora por el centro-derecha con el descarado propósito de evitar la derrota en las urnas. «Una auténtica cerdada», tal como lo definió el autor de la ley, el ministro de la Liga Roberto Calderoli, en su habitual lenguaje colorido. Se trata de un sistema proporcional, que da escaños en el mismo porcentaje que el número de votos, pero corregido con la exigencia de un umbral mínimo de sufragios y un premio de mayoría absoluta para la coalición más votada. En la Cámara no tiene especiales consecuencias, pero en el Senado será decisivo, porque el recuento se hace sobre la base regional e impone a los partidos un mínimo del 3% de los votos para ser contabilizados.

La Unión de centro-izquierda de Prodi es una coalición mucho más atomizada, con un núcleo de nueve partidos de los cuales sólo tres -Demócratas de Izquierda (DS), Margherita y Refundación Comunista- tienen una entidad respetable. El resto aportan su granito de arena a la causa, pero en algunas regiones pueden sufrir para llegar a un 3%. En cambio, la coalición de Berlusconi, llamada Casa de las Libertades, se asienta en un partido sólido, Forza Italia, más otros tres fuertes en sus respectivos feudos, Alianza Nacional en el centro y el sur, la Liga Norte en el norte y los democristianos de UDC.

Los analistas ya han señalado que con esta ley electoral Berlusconi no pretendía ganar, sino complicar la vida a la izquierda si ganaba. Los partidos de un Gobierno de Prodi ya tendrían bastante trabajo en ponerse de acuerdo entre ellos, así que la hipótesis de una gran coalición, al estilo alemán, o de llegar a pactos con una oposición dueña del Senado es sencillamente inimaginable. Prodi ha declarado que en caso de empate es partidario de volver a votar, lo que para Italia supondría entrar en otros dos meses de pesadilla y limbo político como el que acaba de dejar atrás. En resumen, un empate sería una tragedia. Además de quién vencerá, la otra gran incógnita de estas elecciones es el funcionamiento de este nuevo sistema electoral.

Los cálculos del magnate

Cuáles son los cálculos que hace Berlusconi? 'Il Cavaliere' ha perdido cuatro millones de votos en las sucesivas citas electorales desde las últimas generales de 2001, y su peso ha descendido del 29% al 21%. Aunque las municipales y europeas no tienen la misma capacidad de movilización, es el rastro de una decepción progresiva, pero que debe cotejarse con una reducción paralela de la participación: del 81% de 2001 también ha bajado hasta el 70%.

Esta es la razón por la que Berlusconi ha tirado la casa por la ventana en estas semanas, apelando al miedo y lanzando consignas de ensoñación, porque necesita que vuelvan al redil aquellos que creyeron en él hace cinco años y no se han pasado a la oposición, sino que simplemente han dejado de ir a votar. El estado de emergencia histórica que ha descrito en la campaña es como una señal de alarma para no abstenerse. Su rival, Romano Prodi, simplemente tiene que sentarse con toda tranquilidad con una calculadora. Los últimos sondeos, cuya publicación sólo se ha permitido hasta hace dos semanas, le daban una ventaja de hasta cinco puntos y tiene motivos para creérselo.

En 1996 ya ganó a Berlusconi y en 2001, esta vez sin él, los suyos fueron derrotados, pero por poco. La división de la izquierda, debido a que Refundación Comunista concurrió por separado, fue decisiva en el resultado. Esta vez, la coalición de centro-izquierda vuelve a presentarse al completo, con la promesa de no pelearse más y es razonable pensar que, como mínimo, logrará idénticos resultados. La Unión, antes llamada El Olivo, sólo ha ganado votos desde 2001. No hay motivos para pensar que puede perder votantes y, en cambio, sí los hay para que los sume o se los robe a Berlusconi. En este sentido, Prodi se ha esforzado por mostrarse como un paradigma de moderación y ausencia de revancha, para resultar tolerable a quien cambie de bando por sentido práctico. Su lema, 'La seriedad al Gobierno', lo dice todo de su afán por acoger a los italianos hartos de las payasadas de 'il Cavaliere'.

Pensando en el después

Gane quien gane, y promesas aparte, el nuevo gobierno deberá aplicarse a fondo y de inmediato en afrontar la grave crisis económica que atraviesa el país, la verdadera prioridad en este momento. La economía italiana es una de las peores de la UE, está estancada, apenas crece un 1% y ha llegado a entrar en recesión. El monstruo de su histórica y legendaria deuda pública sigue comiéndose sus energías. Con el anterior gobierno de centro-izquierda bajó del 123% al 110,9% del PIB.

Desde que llegó Berlusconi, tras un primer descenso a 105,5% en 2001, el año pasado comenzó a subir y la previsión de este año es que llegue al 108%. Es decir, se vuelve al punto de partida y el gasto público sigue sin bajar. La sensación de desorientación es palpable. El otro reto, más general, de toda la clase política es consolidar un auténtico bipartidismo que haga de Italia un país más o menos normal. En la izquierda, Prodi insiste en formar tras las elecciones un solo gran partido reformista entre todos los partidos de La Unión, mientras que en la derecha se fantasea con otra gran formación dentro de la corriente popular.

Pero todo dependerá del resultado de las elecciones, que marcará el patrón y medirá las fuerzas, porque nadie parece dispuesto a renunciar a sus parcelas de poder. Además, la desbandada y los reproches internos de la alianza perdedora, cualquiera que sea, serán seguramente traumáticos. Sobre todo en el caso de que pierda Berlusconi, porque sus socios, Gianfranco Fini y Pierferdinando Casini, le soportan por interés y sólo esperan la ocasión de sustituirle. Para ellos, el reto es crear una derecha 'normal', sin Berlusconi, y son muchos los que tienen ganas de refundar la democracia cristiana. Ya se mueve por ahí mucho 'teocon'.