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Malos tiempos para los sindicatos

Las principales centrales, CC OO y UGT, han perdido más de 5.000 afiliados en la provincia desde que comenzó la crisis

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Los años más duros de la crisis han puesto en duda la fortaleza de los sindicatos ante los ajustes y este nuevo escenario de austeridad que cambia por completo el mercado laboral e incluso el propio estado del bienestar. El caso de Cádiz resulta especialmente llamativo, donde durante años las centrales mayoritarias disfrutaron de una posición de respeto y confianza tras protagonizar una encendida lucha por el empleo. Federaciones como el Metal lograron firmar convenios fuertes y sin precedentes que han garantizado la seguridad económica y laboral para un amplio número de trabajadores. «Y eso ha costado mucho esfuerzo personal que ahora se ve ensuciado al vincular nuestras siglas a casos de corrupción y derroche», admitía esta semana un sindicalista de larga trayectoria que pide anonimato.

La detención del secretario general de UGT-Cádiz, Salvador Mera, y su imputación en el caso de los ERE fraudulentos ha supuesto un duro golpe para todas las organizaciones sindicales, que hoy se encuentran más cuestionadas que nunca. Esta crisis de credibilidad, que también viven los principales partidos políticos, lleva aparejada un descenso sin precedentes del número de afiliados. Desde 2008 los mayores sindicatos, CC OO y UGT, han perdido más de 5.000 asociados, según los datos recabados por LA VOZ de ambas organizaciones. Entre una y otra suman en torno a los 60.000 militantes, con una mayoría en Comisiones, que es la primera fuerza sindical de la provincia.

El número comenzó a caer conforme la situación económica empeoraba y los ajustes se llevaban por delante derechos laborales. El mayor incremento de las bajas se produjo justo después de la primera reforma laboral en 2010, cuando el censo sindical se reforzaba con nuevas inscripciones ante el temor de los asalariados a perder sus condiciones laborales y hasta el empleo.

Pero más allá del asesoramiento, el músculo sindical no logró hacerle frente a las regulaciones que se avecinaban. Hoy el temor a que la militancia continúe descendiendo es más fuerte que nunca con la sombra del fraude. El volumen de trabajadores que paga sus cuotas a algún sindicado ronda el 17% del total, en la misma línea que el resto de España, donde crece el desapego.

Con una tasa de paro en torno al 40% y un mercado laboral que no ofrece otra salida que el trabajo temporal y precario, resulta más difícil sembrar conciencia de lucha sindical. Los asalariados ponen en duda lo que consideran privilegios como las generosas subvenciones públicas, la gestión de la formación de desempleados o la liberación de delegados. Y tampoco han contribuido las última regulaciones de empleo que han aplicado tanto CC OO como UGT en menos de un año en los diferentes centros de la provincia. Entre uno y otro han dejado en la calle a más de medio centenar de trabajadores, en algunos casos aplicando la misma reforma laboral contra la que han convocado huelgas generales.

Crecen los sectoriales

Y como ha ocurrido con los partidos mayoritarios, esta crisis de credibilidad empieza a inclinar la balanza hacia centrales sindicales más pequeñas y de carácter sectorial. Este crecimiento lo viven hoy algunos como la Confederación General del Trabajo (CGT) o la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que durante años han permanecido en un segundo plano, con escasa representación en los comités de empresa.

Lo mismo ocurre con los específicos como los de funcionarios Csif y SAF o los de la rama sanitaria Satse y Sindicato Médico. Incluso el ámbito educativo ha ampliado la militancia con una mayor presencia de organizaciones como Ustea o Ampe, ahora mucho más visibles que antes.

La protesta en la calle tampoco es ya recurso exclusivo de CC OO y UGT, los sindicatos sectoriales empiezan a ganar terreno también en este aspecto. Incluso surgen plataformas ciudadanas o de trabajadores con amplio respaldo. Colectivo de afectados por el cierre de Delphi han llegado a desmarcarse de la estrategia sindical y planteado protestas, de la misma manera que lo han hecho plataformas de parados. El último caso, la manifestación convocada por los desempleados del metal del pasado 18 de septiembre, que congregó a unas 5.000 personas, es una muestra evidente de ello.

Por delante queda la esperanza de la renovación, de ir más allá de la concertación y la interlocución con la patronal o la administración. Una dura labor de reciclaje para volver a ocupar la posición que nunca debieron perder.