la última

Por fin, menos trabas

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La manzanilla de Sanlúcar, los caldos de Jerez y, por supuesto, su vinagre, sin olvidar tampoco el vino de Chiclana, los olivares de la Sierra, las conservas de atún rojo de las almadrabas de las costas gaditanas y los múltiples salazones que se producen en nuestra tierra, el número tan importante de los inigualables quesos de la serranía gaditana, los alfajores de Medina, el chocolate del conocido empresario gaditano que ha logrado que el nombre de Cádiz suene a dulce en todo el mundo, los productos de la acuicultura de nuestra provincia y, naturalmente, todos los productos de las conocidas empresas de toda nuestra geografía que producen infinidad de delicatessen gastronómicas conocidas hasta en las Antípodas. Pero, también, los artículos de piel de Ubrique que nada tienen que envidiar a los que lucen los famosos en las pasarelas parisinas, las mantas de Grazalema o, incluso, las producciones carnavalescas que tanto furor hacen en el resto del país. La lista se hace interminable y, a riesgo de olvidar otros muchos productos gaditanos, el espacio disponible exige que tenga que limitar necesariamente la relación de todos ellos, aunque no me resisto a mencionar esas nuevas iniciativas y empresas spin-off que están colocando, en el mercado internacional, prometedoras innovaciones tecnológicas y que, incluso, ya están cotizando en Bolsa. Todas las empresas aspiran, naturalmente, a vender sus productos ya sea en España, en el resto de Europa o en el otro extremo del mundo y, para ello, esperan también que no se les ponga demasiadas trabas burocráticas y administrativas que dificulten su ya ardua labor. El Mercado Común Europeo fue creado, precisamente, para eliminar esas trabas y para ir borrando progresivamente las barreras físicas, técnicas y burocráticas existentes, facilitándose así la comercialización de los productos entre los países de nuestro pequeño continente y permitiendo la libre circulación de mercancías, servicios y personas. Ese Mercado Común Europeo tiene ya una larga historia de muchos años con resultados extremadamente positivos para la generación de riqueza pero, paradójicamente, al mismo tiempo que se facilitaba la libre circulación en el conjunto de Europa, en España se limitaba esa libre circulación de productos y servicios. E, incluso, de personas. Se da la extraña circunstancia que una prestación de servicios, incluso de carácter profesional, sea más fácil, para un gaditano, llevarla a cabo, por ejemplo, en Francia que en determinadas Comunidades Autónomas de nuestro propio país. Mientras Europa se abría, en España, cada una de las 17 Comunidades Autónomas se cerraba poniendo sus propias normas, de manera que resulta más fácil vender cualquiera de los productos gaditanos arriba mencionados en Amsterdam que en Barcelona. Y, por fin, después de 20 años desde que se creara en 1993 el mercado interior de la Unión Europea, España pone sobre la mesa el anteproyecto de Ley de Garantía de la Unidad de Mercado, una norma de extremada importancia para el desarrollo de nuestro país. A partir de ahora cualquiera de las empresas gaditanas podrá poner sus productos en cualquier lugar de España sin que tenga que pasar, otra vez o 17 veces más, por los trámites administrativos y burocráticos que ya ha cumplimentado en Andalucía.