CIEGOS ANTE EL GOL. Paz, Dani y De la Cuesta buscan el tanto, pero sin acierto. / ÓSCAR CHAMORRO
Cádiz C.F.

Peor imposible

El Cádiz es incapaz de marcar un gol a un entregado Sevilla y se acerca al pozo El equipo amarillo, presa de la ansiedad, malogra sus pocas ocasiones

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Había que marcar un gol. Sólo uno. Colar la pelotita entre los tres palos y echarse a dormir, olvidar un año aciago, respirar tranquilo y recuperar la compostura. Es su trabajo, como el albañil que pone el ladrillo o el jardinero que riega sus flores. Para eso les pagan, y muy bien. Pero es que estos jugadores son muy malos. Pésimos. Carne de Segunda B salvo milagro de Dios o intervención del poderoso caballero.

Y como niños malos que son, ayer desaprovecharon un regalo con lazo blanquirrojo porque no fueron capaces de deshacer el nudo, de cortar la cuerda. Los dientes cadistas son de leche, el incisivo argentino es para mandarlo a su casa, y el canino trianero se ha desgastado de tanto usarlo. Con Natalio ya tiene trabajo el ratoncito Pérez porque hace varios meses que descansa bajo la almohada.

¿Y con las manos? Por las manos sudorosas resbalan los balones, y el guante de Hierro portuense se quedó anclado en el centro junto al otro brazo pesado, un Fleurquin que no puede con su alma. Los pies sólo sirven para patear sin ton ni son, o para pisar uvas en alguna viña que no sea la gaditana.

Un empate estéril

El Cádiz empató ante un Sevilla con niños en sus filas y que en los últimos minutos alumbró el camino al gol, pero estos futbolistas hace algún tiempo que se vendaron los ojos.

La primera parte resume a la perfección el último tramo de competición liguera de los amarillos. Ganas e ilusión, pero mucha ansiedad y nada de fútbol. Este equipo no ha jugado a nada durante toda la temporada y en su despedida no iba a hacer una excepción. Desquiciados ante tanto cambio, de entrenadores y de ideas, es una veleta que se mueve según sople el viento. Con fortuna, el aire puede marcar la dirección correcta, pero lo lógico es que el giraldillo dé vueltas sobre sí mismo y acabé enroscado y maltrecho.

Inicio esperanzador

En los primeros compases, con un voluntarioso Parri desplazado a la izquierda y Dani y Casas como delanteros, el levante sólo traía buenas nuevas con algún pelotazo de Abraham Paz que se convertía en asistencia por obra y mor de la frágil defensa sevillista. La única acción bien enlazada, que curiosamente sería la primera, se estrellaba contra el larguero después del cabezazo de Fleurquin.

Daba la impresión de que los amarillos resolverían por la vía rápida, pues la condena ante la tardanza consistía en silbidos y abucheos que los que hieren el orgullo. Pero contra pronóstico, los cachorros hispalenses se desperezaban y le daban un soberano repaso a los locales, cariacontecidos ante la reacción de los sevillanos. Pablo evidenciaba por última vez a un Gonzalo Vicente que será difícil de olvidar, y no por sus buenas actuaciones. La sensación es que eran los de Carranza los que no se jugaban nada.

El meta Varas, ingenuo y desconocedor de cómo se las gastan los delanteros locales, realizaba una soberbia parada a trallazo de Natalio y así se llegaba al descanso.

Miedo en la grada

La tragedia comenzaba a mascarse en el ambiente. Un sudor frío recorría la espalda del cadista, desconcertado ante lo que recogían sus rutinas. La pesadilla iba tomando cuerpo, y los rumores que señalaban un partido placentero desaparecían del graderío. Gustavo López y Enrique serían la baza de Rubio para variar el panorama. El argentino provocaba con un gran centro una inmejorable oportunidad, mientras que el extremeño firmaba una de las peores actuaciones que se recuerdan.

El tiempo pasaba. El reloj se comía los minutos con una voracidad estresante y los amarillos se topaban con su ineficacia, que no con el conjunto rival. La falta de Paz lamía el poste pero acababa en la valla publicitario, y el cabezazo de Dani se perdía por encima del larguero.

Inexplicable. Propio de comedia americana, una cadena de errores que terminaba en el desastre más absoluto. Empate estéril, de miserable valor. El Cádiz lleva casi dos meses sin ganar, y ahora tendrá que hacerlo en el Rico Pérez de Alicante. Misión imposible, para ello hay que marcar, disparar entre los tres palos y que el cuero repose en la malla. El Cádiz se aferra a la máxima del fútbol, que no entiende de lógicas. Porque el sentido común choca de bruces con el fondo del pozo. Eso pasa por ser malo, malo y malo.

jaguilera@lavozdigital.es