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El vino bueno y agradable que te estás perdiendo

Meler, un pequeño descubrimiento en Barbastro, D. O. Somontano

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Escribimos, como cada semana, de un vino aunque por extensión recurramos a otras artes. Hoy, el arte del lenguaje dentro de unas líneas de gozos y sombras. Gozos porque Meler, así se llama lo que toca catar y disfrutar, es un vino rico en el sentido de opulento, gustoso, sabroso. Sombras porque, siendo como es, esta bodega (como le sucede a muchas) encuentra ciertas complicaciones para que el público acceda a tal bien. En otras palabras, con un lenguaje aún más llano: la gente no tiene idea de lo bueno y agradable que está tal vino. Y aquí entra el lenguaje, que es el uso de la palabra para comunicarse con el prójimo. Podría escribir que Meler tiene un tanino redondo y una retronasal compleja.

Y la gente no tendría ni idea. También que es un vino estafermo, aunque no lo sea. Estafermo se refiere a algo o alguien que no evoluciona, parado, sin acción. La comunicación entre dos o más personas requiere del uso de palabras comprensibles, excepto en el caso de gentes con complejo de cultas. Como si escriben «distocia» para que nadie les entienda. Meler no sufrió una distocia (parto laborioso y difícil). Lo suyo fue natural y bello. Y sigue igual.

Despliega una nariz compleja donde sobresale una considerable carga frutal, principalmente de frutos rojos, así como ciertas notas proporcionadas por la permanencia en barricas nuevas de roble francés y americano (tostados, minerales y especiados).

En boca es carnoso, con una buena estructura y con un equilibrio medo entre la fruta y la madera. La retronasal vuelve a mostrar las notas que marcaba la fase olfativa.

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