La Sevilla templaria, realidad, leyenda y olvido

La historia de los templarios en Sevilla es la de un mapa prohibido. La de una voz que se calló y muchos quisieron olvidar. Su rastro se ha perseguido, tratando de extirparlo al completo . Pero ahí sigue, siglos después. Casi eliminado por la desmemoria que producen los años y el asedio que sufrieron, siempre con un aura de misticismo a su alrededor, pero, al fin y al cabo, presente entre documentos y vestigios.

La orden fue fundada en el año 1118 por nueve caballeros con la intención de proteger a los peregrinos que visitaban Tierra Santa tras la Primera Cruzada. Su lema: «Non nobis Domine, non nobis sed nomini tuo da gloriam» («Nada para nosotros Señor, nada para nosotros sino para la gloria de tu nombre»). Y bajo esas directrices divinas, en la península Ibérica, encontraron un motivo para asentarse más allá del económico: la lucha contra el infiel. La reconquista del territorio frente a los mulsumanes. La orden del Temple fue, de hecho, una de las que colaboró con el rey Fernando III para lograr la reconquista del Reino de Sevilla . Una de tantas. No tuvo el protagonismo que alcanzaron otras como la de San Juan, Santiago o Calatrava, pero en ese mismo marco estuvieron, tomando los castillos de Alcalá de Guadaíra y Alcalá del Río y estableciéndose en las fortalezas de Jerez de los Caballeros y Fregenal de la Sierra, entonces parte del reino.

Su campamento, ya en la capital, estuvo en los jardines de la Buhaira, desde donde penetraron en la urbe por la Puerta de la Carne. El barrio de San Bernardo , por su parte, debe su nombre al abab Bernardo de Claraval, fundador de la Orden Cistercense que también redactó los principios y reglas a través de los cuales se oficializó el Temple. Esa es, por tanto, una de sus huellas más notorias en la ciudad actual: su relación con el nombre de un barrio.

De esta forma, al culminarse la Reconquista, como el resto de órdenes, les fue otorgada una zona de influencia llamada compá s. La suya comprendía desde la huerta de San Francisco (actual Plaza Nueva) hasta la puerta del Arenal , incluyendo la plaza de Molviedro y las calles aledañas. La calle Zaragoza fue el centro de este compás. Se cree, aunque no se ha esclarecido a ciencia cierta, que ahí estaba la casa templaria. Hoy, por desventura de los más curiosos, lo único que prevalece de ese área son la casa de Santa Teresa y la calle Mesón de los Caballeros. Varias lápidas y el arco de entrada de la iglesia del Hospital de la Caridad rezan su lema.

Su rastro, aunque con un halo de misterio, se reconoce también en el cocodrilo que se cuelga del Patio de los Naranjos , en la catedral, ante la Puerta del Lagarto. Según se lee en el libro 'La huella de los templarios: tradiciones populares del Temple en España', escrito por Rafael Alarcón Herrera, se trata de un regalo de pedida del sultán de Egipto cuando solicitó la mano de la princesa Berenguela, en tiempos de Alfonso X El Sabio. Dicen que el cocodrilo fue entregado a los templarios, quienes lo custodiaron en la laguna de las Paxerías. Cuando murió el animal fue disecado y ofrecido a la catedral. Más adelante, se hizo uno de madera como sustituto.

El primer arzobispo de Sevilla, don Don Felipe de Castilla, fue un caballero templario. La orden, sin embargo, terminó siendo prohibida en el siglo XIV. ¿Qué sucedió? ¿Cómo eran sus ritos internos? ¿De qué se les acusó? ¿Cuántos fueron enviados a la hoguera? ¿Qué relaciones mantuvieron con los sevillanos? Todas estas cuestiones son las que trata de responder la empresa Molarte con las visitas guiadas que realiza al corazón de la Sevilla templaria, una aparente quimera que de veras ocurrió. 60 minutos de duración. 8 euros por persona.