¿Estarías dispuesto a implantarte un chip en la piel?

Dos de cada diez españoles estarían dispuestos a hacerlo, según un nuevo estudio

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Si algo ha demostrado el tsunami digital que ha empezado a arrasar con todos los procesos industriales tradicionales desde hace tiempo es que el futuro no está escrito. Que cambia con gran celeridad, pero que es necesario adaptarse con cintura ante el riesgo de quedarse fuera. Es avanzar o morir. Los teléfonos móviles conectados a internet, los «smartphones», han alterado radicalmente los hábitos de los ciudadanos en una década . Convertidos en una prolongación de nuestros cuerpos, cristalizados en herramientas indispensables, son un bien irrenunciable. La industria de la innovación, sin embargo, lleva traccionando desde hace tiempo para encontrar otro dispositivo electrónico que sea el centro de la vida digital.

Un punto de inflexión que nunca llega, porque la evolución hacia el llamado «Internet de las Cosas» queda todavía lejos de tener una adopción masiva. Mientras tanto, la ciencia y la tecnología se dan de la mano para adentrarse a otro estadio de la evolución, un transhumanismo que aspira a transformar la condición humana a partir del desarrollo y fabricación de tecnologías que mejoren sus capacidades. Cyborgs, interfaces cerebrales, chips conectados a nuestros cuerpos sirven en bandeja esa ensoñación de la que parece estar realmente cerca.

Realidad o ficción, un 20% de los españoles estaría dispuesto a implantarse un chip en el cuerpo para sustituir al «smartphone» y sus principales funciones, según un reciente estudio elaborado por la aseguradora Línea Directa . Una oportunidad para que esas características presentes en los dispositivos actuales se puedan ejecutar mediante otro tipo de interacciones como los movimientos corporales o, sencillamente, al menos en la práctica, por los pensamientos. Este informe pone de relieve que el almacenamiento de datos (46%), disponer de una cámara integrada (31%) y contar con un GPS (27%) son las funcionalidades preferidas que desearían poder abrazar para olvidarse del engorroso móvil .

Sin embargo, y aunque no deja de ser un futurible, los ciudadanos también son conscientes de los posibles riesgos de una vida con chips implantados. Según el estudio, las principales desventajas son los posibles problemas de salud derivados por tener un cuerpo extraño en el organismo (59%), tener que ceder datos a terceros de su vida personal (57%) y no poder desconectar digitalmente (53%) en ningún momento. Porque, muy posiblemente, la desconexión digital sea un lujo por el que se pagará mucho dinero en décadas venideras.

Infinidad de ensayos

Bajo la etiqueta de «inteligente» la industria tecnológica saca pecho en las grandes ferias del sector presentando productos de todo tipo que prometen mejorar la vida a las personas. Lentillas que mejoran la vista o permiten ver en tres dimensiones. También infinidad de dispositivos «wearables» que, una vez puestos, monitorizan cualquier anomalía en nuestro organismo. Muchos proyectos caen en saco roto, pero si se rasca la superficie se puede observar por dónde van a ir los tiros en el futuro. Y no es tan extraño como cabría esperar, puesto que se ha ensayado en algunos experimentos con personas la posibilidad de integrar tecnología en el cuerpo humano. Firmas estadounidenses han desarrollado implantes cerebrales capaces de mejorar la vida de usuarios con daños neurológicos .

Para Bryan Strange , director del Laboratorio de Neurociencia Clínica del Centro de Tecnología Biomédica de la UPM, todavía es pronto para inyectar contenido directo al cerebro. «Estamos en una fase de entender las formas de cómo leer lo que se guarda en el cerebro. Esa vía va avanzando rápido porque entendemos cómo funciona. Medir la información que retransmite el cerebro no es introducir información, y eso es un salto cualitativo todavía en investigación. Y para ello tenemos que saber cómo codifica los datos. Lo que estamos haciendo es mejorar el aprendizaje humano estimulando el proceso de aprender, pero no e añadir información sino aumentar su capacidad».

Desde 2015, según informó en verano medios especializados, unos 3.000 ciudadanos suecos se insertaron un chip del tamaño de un grano de arroz debajo de la piel para sustituir determinados mecanismos de identidad como una tarjeta de crédito. Una técnica conocida como «biohacking» que, quién sabe, puede ser algo habitual en los próximos años. Pero, para un 13% de los españoles, el siguiente paso de convertirse en un cyborg para prolongar indefinidamente la vida atenta a la naturaleza humana. Para un 60%, incluso, puede generar una mayor desigualdad social, reza el informe.

Lo que es evidente es que con la proliferación del teléfono móvil se ha dado paso a comportamientos propios de las adicciones. Un hábito que, pese a las grandes aportaciones a la calidad de vida, se percibe como un lastre a las capacidades cognitivas . De hecho, para un 46% de los españoles -según este informe- desde que usan a diario estos dispositivos sienten haber perdido capacidades. La mitad de los encuestados, incluso, no recuerda más de cuatro números de teléfono, mientras que un porcentaje similar asegura que estaría perdido sin el GPS.

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