El Papa inaugura una impresionante estatua de refugiados en la plaza de San Pedro

Son 140 «Ángeles sin saberlo»: judíos que huyen de los nazis, iraquíes de los bombardeos, africanos del hambre…

Juan Vicente Boo

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Al terminar la misa en la 105 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa Francisco ha inaugurado este domingo una impresionante escultura contemporánea en bronce y arcilla, de seis metros de altura y tres toneladas de peso, en el lado sur de la plaza de San Pedro, donde permanecerá probablemente varios meses.

Fue descubierta ante el Papa por un grupo de cuatro refugiados -incluida una madre africana con su niño dormido en la mochila-, y muestra un apretado grupo de personas, con unas alas de ángel que se alzan en el centro, de pie sobre una barca simbólica. Los rostros impresionan porque son personas reales .

Según ha explicado Francisco , la obra de arte representa «un grupo de migrantes de varias culturas y diversos períodos históricos. He querido que esté aquí, en la plaza de San Pedro, para que nos recuerde a todos el desafío evangélico de la acogida» a los inmigrantes y refugiados.

Su autor, el artista canadiense Timothy Schmalz , conocido mundialmente por el «Homeless Jesús», ha manifestado al portal norteamericano “Crux” que para seleccionar los 140 rostros «he contado con un montón de fotografías de inmigrantes e incluso algunos refugiados africanos que vinieron a posar para la escultura».

Schmalz ha incluido «un judío que escapa de la Alemania nazi junto a un refugiado sirio al lado de un polaco que huye del comunismo. Representan varias emociones: las alegrías, las esperanzas y el trágico dolor de dejar atrás sus casas y seres queridos».

El número total de personas, 140, es igual al número de estatuas que adornan desde lo alto la columnata de Bernini , mientras que el título «Angels unaware» se refiere al un pasaje de la Carta a los Hebreos: «No olvidéis la hospitalidad, porque algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles».

El Papa había recordado en su homilía que el deber de hospitalidad respecto a los refugiados, los extranjeros, las viudas y los huérfanos aparece con toda su fuerza ya en los libros del Éxodo y del Deuteronomio, por ser «un rasgo distintivo del Dios de Israel y un deber moral de todos los que quieran pertenecer a su pueblo».

Con palabras duras, el Papa volvió a denunciar que «el mundo actual es cada vez más elitista y cruel con los excluidos», justo cuando el número de refugiados y migrantes es el mayor de la historia debido a las guerras, el hambre y los desastres naturales.

Algunos ganan mucho dinero con esas tragedias, y Francisco recordó que «las guerras afectan a algunas regiones, pero la fabricación y venta de armas se lleva a cabo en otras que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que esos conflictos generan».

Ante una plaza de San Pedro más colorida y más intercultural que nunca, el Papa insistió en que «no podemos permanecer insensibles, con el corazón anestesiado, ante tanta miseria de tantas personas inocentes . No podemos sino llorar. Pidamos a Dios la gracia de llorar y de reaccionar ante estos pecados».

Durante la misa, la presentación de las ofrendas estuvo a cargo de familias de diversos continentes mientras que el coro, absolutamente internacional interpretaba «world music» y canciones religiosas -incluidas melodías pegadizas africanas o de las Jornadas Mundiales de la Juventud- en numerosos idiomas.

Era una ceremonia muy bonita pero con un fuerte contenido teológico, que Francisco subrayó al final de su homilía: «Dios selló el santo mandamiento del amor con la sangre de su hijo Jesús, para que todos juntos podamos comprometernos en la edificación de la familia humana según el plan original revelado en Jesucristo : todos hermanos, hijos de un único Padre».

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