El Papa dice que «los cruceros, los viajes, no dan la plenitud del corazón» y alerta frente a una «existencia anestesiada»

Advierte que “la industria de la evasión presenta el mundo ideal como un gran parque de juegos»

JUAN VICENTE BOO

En una advertencia a medio camino entre la antropología y la ecología, el Papa Francisco ha alertado el miércoles frente a los excesos de una «floreciente industria de la evasión, que presenta el mundo ideal como un gran parque de juegos donde todos se divierten«.

Para el Santo Padre, desplazar el baricentro de la propia vida desde la actividad a la evasión « nos hace resbalar hacia la insatisfacción de una vida anestesiada por una diversión que no es descanso sino alienación y fuga de la realidad».

En la audiencia general a decenas de miles de peregrinos en la plaza de San Pedro, el Papa ha hecho notar que, sin la actitud adecuada, «los cruceros, los viajes, no te dan la plenitud del corazón. Es más, no te dan siquiera reposo».

Comentando el tercer mandamiento -santificar el día de descanso-, Francisco ha subrayado que orienta hacia la contemplación, la alabanza y el agradecimiento: « es el tiempo de contemplar la realidad y decir: ¡qué bonita es la vida! Frente el descanso como fuga de la realidad, el Decálogo nos propone el descanso como bendición de la realidad».

Para los cristianos, «la Eucaristía dominical significa la ‘acción de gracias’. Es el día de dar gracias por la vida, por la misericordia de Dios y por todos sus dones ».

Francisco ha insistido en que «el domingo no es el día de borrar todos los otros, sino de recordarlos, bendecirlos y hacer las paces con la vida diciendo: la vida es preciosa. No es fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa».

Dar gracias lleva a ser feliz pero requiere una actitud constructiva, mientras que, en cambio, « es facilísimo doblegar el corazón a la infelicidad subrayando los motivos de descontento ».

Para lograr la paz del corazón es necesario, según el Papa, «hacer la paz con las cosas de que se huye. Es necesario reconciliarse con la propia historia, con los hechos que no se aceptan, con las partes difíciles de la propia existencia. La verdadera paz no es cambiar la propia historia sino aceptarla». Y ha concluido con una pregunta: «Cada uno de vosotros, ¿se ha reconciliado con su propia historia?».

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