El Papa declara «inadmisible» la pena de muerte en cualquier circunstancia

Lamenta que fuese aplicada en el Estado Vaticano «por una mentalidad más legalista que cristiana»

Celebración del 25 aniversario del Catecismo de la Doctrina Católica AFP
Juan Vicente Boo

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En un nuevo paso en el camino marcado por san Juan Pablo II , el Papa Francisco ha declarado la pena de muerte «inadmisible» en cualquier circunstancia durante un discurso pronunciado en la tarde del miércoles con motivo del 25 aniversario del Catecismo de la Doctrina Católica, que marcó el cambio de rumbo hace un cuarto de siglo.

Según el Santo Padre, «se debe afirmar con fuerza que la pena de muerte es una medida inhumana que humilla, en todas sus formas, la dignidad de la persona» y «es, en sí misma contraria al Evangelio porque se decide voluntariamente suprimir una vida humana que es siempre sagrada a los ojos del Creador».

Por lo tanto, según Francisco, «es necesario confirmar que, por grave que pueda ser el delito cometido, la pena de muerte es inadmisible ya que atenta contra la inviolabilidad y dignidad de la persona humana».

Hace 25 años, Juan Pablo II sufrió fuertes críticas de los católicos de Estados Unidos al proclamar en el nuevo Catecismo que en la mayor parte de los países con un cierto nivel de desarrollo ya no se daban las circunstancias para condenar a nadie a la pena de muerte, por existir medios alternativos para impedir que la persona cometa nuevos daños.

El Papa Francisco afirma ahora que el texto debe modificarse de nuevo para excluir esa condena en todos los casos, recogiendo «no solo el progreso de la doctrina a cargo de los últimos Pontífices sino también la nueva conciencia del pueblo cristiano, que rechaza una pena que daña gravemente la dignidad humana».

En su discurso, el Papa reconoce que «en siglos pasados, la pena de muerte parecía la consecuencia lógica de la aplicación de la justicia», y lamenta que «por desgracia, también en el Estado Pontificio se recurrió a este remedio inhumano».

Según Francisco , ante esa desviación del Evangelio, «asumimos la responsabilidad del pasado y reconocemos que aquellos medios eran dictados por una mentalidad más legalista que cristiana».

Sus palabras hacían eco a la solemne petición de perdón por las culpas del pasado, realizada por el Papa Juan Pablo II y el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en la basílica de San Pedro durante el Jubileo del Año 2000.

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