EFE

El Papa afirma que «la paz se construye diciendo "no" con los hechos al odio y la violencia, y "sí" a la reconciliación»

Advierte que «la falta de contacto físico, y no virtual, va cauterizando nuestros corazones»

Corresponsal en El Vaticano Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A pocas horas del atentado terrorista de Estambul, que ha condenado este domingo a mediodía, el Papa Francisco ha advertido con realismo que el Nuevo Año «será bueno en la medida en que cada uno de nosotros intente hacer el bien cada día».

Durante el rezo del Ángelus ante más de cincuenta mil personas preocupadas, como tantas otras, por las guerras y el terrorismo, Francisco ha afirmado que «la paz se construye diciendo "no" con los hechos al odio y la violencia, y "sí" a la fraternidad y la reconciliación».

Este primero de enero se celebra la Jornada Mundial de la Paz, proclamada hace 50 años por el beato Pablo VI. El mensaje de Francisco para 2017 propone la «no violencia activa» como estilo de vida y manifestación de responsabilidad individual para impedir las derivas violentas.

Su texto retoma unas palabras muy claras de Benedicto XVI: «para los cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona», pues «el amor a los enemigos constituye el núcleo de la revolución cristiana».

Francisco recuerda que «también Jesús vivió en tiempos de violencia», pero no promovió la lucha armada sino que «enseñó a sus discípulos a amar a sus enemigos» y a defender toda vida humana, ya fuese la de una mujer que iban a lapidar por adulterio o la de una de las personas que llegaron a Getsemaní para arrestarle.

Poco antes, en la misa de Santa María Madre de Dios, el Papa había salido al paso de algunas patologías contemporáneas advirtiendo que «no somos mera mercancía intercambiable o terminales receptoras de información. Somos hijos, somos familia, somos Pueblo de Dios».

La maternidad, un antídoto

Celebrar la maternidad, concretamente la de María, es un antídoto, según Francisco, a «la pérdida de los lazos que nos unen, típica de nuestra cultura fragmentada y dividida» en la que crece «ese sentimiento de orfandad y, por tanto, de gran vacío y soledad».

El problema es que poco a poco, «la falta de contacto físico, y no virtual, va cauterizando nuestros corazones haciéndolos perder la capacidad de la ternura y del asombro, de la piedad y de la compasión».

Y eso lleva a «perder la memoria de lo que significa ser hijos, ser nietos, ser padres, ser abuelos, ser amigos, ser creyentes. Nos hace perder la memoria del valor del juego, del canto, de la risa, del descanso, de la gratuidad».

Según Francisco, María «aprendió a ser madre y, en ese aprendizaje, le regaló a Jesús la hermosa experiencia de saberse Hijo. En María, el Verbo Eterno no sólo se hizo carne sino que aprendió a reconocer la ternura maternal de Dios».

Mantener vivo ese calor materno «permite que nada ni nadie apague en el seno de la Iglesia la revolución de la ternura inaugurada por su Hijo» pues «María nos muestra con su maternidad que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, nos enseña que no es necesario maltratar a otros para sentirse importantes».

Según el Papa, «las madres son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías. Una sociedad sin madres no sería solamente una sociedad fría sino una sociedad que ha perdido el corazón, que ha perdido el sabor a hogar».

Una sociedad con pocas madres o sin ellas «sería una sociedad sin piedad, que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación. Porque las madres, incluso en los peores momentos, saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional, de la fuerza de la esperanza».

Francisco ha reconocido haber «aprendido mucho de esas madres que teniendo a sus hijos presos, o postrados en la cama de un hospital, o sometidos a la esclavitud de la droga, con frio o calor, lluvia o sequía, no se dan por vencidas y siguen peleando para darles a ellos lo mejor». Y también ha aprendido «de esas madres que en los campos de refugiados, o incluso en medio de la guerra, logran abrazar y sostener sin desfallecer el sufrimiento de sus hijos».

«Orfandad espiritual»

En un plano más teológico ha añadido que considerar la maternidad de María «nos protege de la corrosiva enfermedad de la "orfandad espiritual", esa orfandad que vive el alma cuando se siente sin madre y le falta la ternura de Dios».

Esa es, en palabras del Santo Padre, «la orfandad que vivimos cuando se nos va apagando el sentido de pertenencia a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios. Esa orfandad que gana espacio en el corazón narcisista que sólo sabe mirarse a sí mismo y a los propios intereses», olvidando que «la vida ha sido un regalo, y que estamos invitados a compartirla en esta casa común».

Según el Papa, «esa actitud de orfandad espiritual es un cáncer que silenciosamente corroe y degrada el alma. Y así nos vamos degradando ya que, entonces, nadie nos pertenece y no pertenecemos a nadie: degrado la tierra, porque no me pertenece, degrado a los otros, porque no me pertenecen, degrado a Dios porque no le pertenezco, y finalmente termina degradándonos a nosotros mismos».

Pero su lista de síntomas no pretendía apesadumbrar sino alertar, al tiempo que invitaba a una especie de medicina preventiva espiritual: buscar la mirada maternal de María, «esa mirada que nos libra de la orfandad; esa mirada que nos recuerda que somos hermanos: que yo te pertenezco, que tú me perteneces, que somos de la misma carne».

El próximo encuentro del Papa con los fieles tendrá lugar este viernes: la misa de la Epifanía, en la entrañable festividad de los Reyes Magos.

Ver los comentarios