Antonio vendía los mismo productos de las máquinas de vending de su instituto, pero a un precio más económico
Antonio vendía los mismo productos de las máquinas de vending de su instituto, pero a un precio más económico - AFP

Expulsan a un estudiante de clase por vender bollería y bebidas en el instituto

Antonio, de 17 años, se lamenta: «Me castigan por vender productos de merienda, mientras los traficantes de droga la venden sin problemas en el centro»

Corresponsal en Roma Actualizado: Guardar
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Antonio, de 17 años, bravo estudiante de economía y con olfato para los negocios, se presentaba cada mañana con la mochila llena de productos de bollería y bebidas para venderlos en su escuela, el Instituto Técnico Industrial Pininfarina de Moncalieri, (municipio de 55.000 habitantes de la provincia de Turín, en el norte de Italia). Al ver que las máquinas expendedoras instaladas en su instituto con esos productos tenían precios superiores a los del mercado, él los compraba a bajo costo y los vendía en el centro, donde la clientela potencial era de 1700 estudiantes. Con talento natural para el marketing, se aseguraba los mejores precios sondeando el costo en diversos supermercados.

El «negocio» del joven marchaba viento en popa hasta que el subdirector del instituto lo vio entrar con una mochila enorme y le entraron sospechas.

Paró a Antonio y descubrió el pastel: Llevaba 20 snacks –bollos, patatas fritas y similares-, 10 latas de diversas bebidas y 10 botellas de té. El joven hace este razonamiento sobre los precios: «Una botella de té de medio litro cuesta 1,50 euros en el instituto, cuando en el supermercado va desde 29 a 35 céntimos. Yo pago los snacks a 30 céntimos y los revendo a 50. En las máquinas cuestan el doble: un euro. Los compañeros preferían comprarme a mí».

Pero Antonio, hijo de obrero en una familia numerosa, no había echado cuentas con las reglas del instituto. El director Stefano Fava le impuso el castigo de dejarlo fuera de clase durante 10 días: «Es un problema de legalidad. La escuela, además de conocimientos, debe enseñar a los jóvenes a respetar las leyes. No es legal esa venta en el centro y además se podía causar problemas de seguridad alimentaria», manifestó el director.

Molesto con la sanción, el joven se lamentó de que mientras él era castigado, en el instituto los pequeños traficantes de droga la vendían sin problemas.

La noticia ha tenido gran repercusión en las redes sociales hasta el punto de convertirse en viral. El joven ha sido elevado por muchos casi a héroe nacional, lo que da idea del aire que se respira en la calle. Ante el impacto que ha tenido la noticia, el director Stefano Fava piensa en una solución «alternativa» al castigo: «Voy a proponer al consejo de clase de incluir al joven en un proyecto ligado al espíritu empresarial».

El director recibe aplausos y Antonio puede seguir soñando en convertirse un día en comerciante: «Mi sueño sería abrir un local para que pueda trabajar mi familia y mis hermanos. Me gusta la relación con las personas. Pero es un sueño muy difícil porque mi padre es obrero y solo disponemos de su salario». Con orgullo, su padre lo defiende: «Es bravo y tímido: No fuma, no se droga, no bebe, no tiene piercing ni tatuajes».

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