España, potencia cardenalicia

Francisco está intensificando una remodelación en profundo de la Iglesia

AP

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No sé si el Papa Francisco va a conseguir cambiar un mundo que está en la deriva de los relativismos y de los populismos. Lo que no tengo dudas es que está intensificando una remodelación en profundo de la Iglesia. Con la creación de trece nuevos cardenales no solo refuerza su estilo sino que ahonda en sus prioridades pastorales. También para España, que asiste perpleja al hecho de que Toledo se quede, de momento, sin birreta.

La designación de monseñor Miguel Ayuso Guixot (Sevilla, 1952), Presidente del Pontifico Consejo para el Diálogo Interreligioso, y de monseñor Cristóbal López Romero (Velez Rubio, Almería, 1952), arzobispo de Rabat, como nuevos miembros del Colegio cardenalicio, es una inversión de futuro. Ambos han insistido en los últimos días en que hay que alejarse de los «rankins» nacionales de cardenales . Pero no podemos evitar pensar que España se convierte en una potencia cardenalicia -16 miembros, de los cuales, a día de hoy 8 son electores- entre otras razones por su ascendencia sobre los cardenales de hispanoamérica.

Los nuevos cardenales comparten algunas interesantes características: dan visibilidad no a su persona sino a la Iglesia a la que sirven –López Romero- o a la materia a la que están dedicados –Ayuso-; son perfiles netamente misioneros , un pasado de servicio a Iglesias en las que los cristianos son una minoría; son miembros de dos institutos de vida consagrada, López Romero, salesiano, y Ayuso, comboniano; y son andaluces, aspecto éste que no se debe desdeñar.

Jugar a las quinielas de nombramientos, y menos con este Papa, es siempre un riesgo. El peso de los cardenales españoles no se mide solo por lo que puedan votar en un conclave sino que por su incidencia en el día a día del gobierno de la Iglesia. En los próximos dos años y medio cambiará más de la mitad del episcopado español, entre otras las grandes sedes como Toledo, Sevilla, Madrid, Valencia o Barcelona. Nadie descarta que de Roma aterricen varios candidatos en España. O que al menos influyan en los nombramientos que se vayan a producir. Al Papa Francisco le gustan las sorpresas.

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