Las calles de Wuhan Pablo M. Díez / Vídeo: China registra 108 contagios en un día, 98 de ellos importados y sólo matiene una región en cuarentena
Pablo M. Díez

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Convertida en la catástrofe de nuestra generación, que se ha cobrado ya más de 100.000 vidas y amenaza con traer otra «Gran Depresión» como la de 1929, la pandemia del coronavirus ha reventado el mundo globalizado que conocíamos, al menos hasta que haya una vacuna. El impacto ha sido tan colosal que ha obligado a confinar en sus casas a la mitad de la población del planeta y está cuestionando el rol internacional de China , donde estalló la epidemia en enero en la ciudad de Wuhan.

Como la enfermedad fue detectada entre noviembre y diciembre y la Policía silenció a los médicos que alertaban sobre ella, todos los dedos acusadores apuntan ahora al autoritario régimen de Pekín. No solo por intentar ocultar la epidemia, como hizo también con el SARS en 2003, sino también por asegurar durante semanas que no había contagios entre humanos . Hasta el 20 de enero, las autoridades chinas insistían en que únicamente había infecciones de animales a personas relacionadas con el ya clausurado mercado de Huanan, donde se vendían y cocinaban especies salvajes. Hasta ahora, allí se sospecha que un coronavirus de los murciélagos mutó en otro animal y pasó al ser humano.

Rocambolesco

La magnitud del desastre es tal que amenaza con truncar el auge como superpotencia de China, que ya está intentando cambiar la narrativa sobre el origen de la pandemia. Empezaron sus autoridades sanitarias diciendo que el coronavirus podía proceder de otro país. Siguieron sus diplomáticos insinuando una rocambolesca teoría de la conspiración que culpaba al Ejército de Estados Unidos, cuyos soldados lo habrían traído hasta Wuhan aprovechando los Juegos Militares Mundiales que esta ciudad celebró en octubre. Y ahora les toca a los científicos chinos, sobre los que Pekín estrechará la vigilancia de sus estudios e investigaciones.

Según informa la CNN, una nueva directriz del Departamento de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación ordena que «los papeles académicos sobre el descubrimiento del origen del virus deben ser estrictamente controlados ». Además de ser supervisados por los comités académicos de las universidades, han de enviarse al Ministerio, que los remitirá para su aprobación o veto al grupo especial del Consejo de Estado (Gobierno) que lucha contra el coronavirus. Solo con su aprobación podrán ser publicados por las revistas científicas. Por su parte, los comités universitarios podrán vetar otras investigaciones sobre la enfermedad Covid-19 decidiendo su «valor académico» e incluso si «el momento para la publicación» es correcto. Una manga ancha que hace sospechar más censura en el mundo científico chino.

A tenor de la CNN, las universidades de Fudan (Shanghái) y de Geociencia (Wuhan) publicaron esta normativa en sus portales de internet. Aunque dichas noticias habían sido borradas, la CNN había guardado el acceso a sus páginas «web» y asegura haber hablado con un funcionario, a quien se le escapó que eran un documento interno. Al parecer, esta decisión fue tomada el 25 de marzo por el grupo especial del Consejo de Estado para prevenir y controlar la epidemia. Con este veto, los científicos temen que el régimen controle aún más su labor y no les permita difundir sus descubrimientos por motivos políticos. A medida que sigue causando estragos por todo el planeta, el coronavirus se ha convertido en un asunto muy sensible para el presidente Xi Jinping, quien aspira a perpetuarse en el poder. Aunque es el dirigente más fuerte desde Mao, el daño que la pandemia está haciendo a la imagen de China da munición a sus rivales internos, a quienes ha depurado con sus campañas anticorrupción.

En el frente médico Xi intenta que no haya rebrotes tras dar por controlada la epidemia y abrir la «zona cero» de Wuhan. El peligro ahora son los casos importados , que en el recuento del domingo volvieron a marcar un nuevo récord: 98. Con las fronteras cerradas a los extranjeros, son todos chinos que trabajan o estudian en otros países y vuelven para ponerse a salvo. A ellos hay que sumar otros diez en el territorio nacional, lo que indica que la lucha contra el coronavirus aún no ha acabado.

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