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Carmen, una de las pocas policías españolas negras: «Todavía me preguntan si soy española»

Esta agente de la Brigada de Extranjería de Málaga es una de las pocas policías negras en España. Cada día lidia con la desconfianza

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Nunca olvidará aquel día. Ha marcado el resto de su vida. Se presentaba en la Comisaría de Algeciras para realizar sus prácticas como agente del Cuerpo Nacional de Policía después de superar a la primera las oposiciones. Por delante, siete meses de trabajo antes de jurar el cargo. «Tenía que entregar una documentación y toqué a la puerta del despacho que me habían indicado. Entré y antes de que pudiese abrir la boca me dijeron: 'Perdona, pero te has equivocado, Extranjería es en la planta de abajo». Su interlocutor es hoy su marido. Ambos están destinados desde 2011 en la Comisaria Provincial de Málaga. Ella, en la Brigada de Extranjería y Fronteras. Él prefiere omitirlo. Han transcurrido nueve años desde aquella confusión.

«Me pidió mil disculpas después de aclararle que no era ninguna inmigrante, sino una compañera más que se incorporaba ese día al grupo».

Carmen Ada Edjang tiene para escribir un libro, simplemente, porque esta agente nacida en Las Palmas de Gran Canarias hace 35 años es negra. Su padres son de Guinea Ecuatorial y emigraron a las Islas Canarias cuando aún eran unos niños; la madre, con seis años, y el padre, con 15. Ella no es la única negra entre las 8.753 mujeres que prestan servicio en la Policía Nacional, pero sí forma parte de esas minorías que poco a poco se han ido incorporando al cuerpo en los últimos años y entre las que hay también chinos, indios, mestizos, gitanos... «Todos conocemos a alguien de otra raza o etnia en la Policía, pero no hay un registro de ellos, como tampoco lo hay de los que tienen ojos azules o pelo moreno. Son españoles y punto», sentencian desde el Ministerio del Interior. La estadística oficial a 31 de mayo sólo recoge el número de efectivos: 63.930. De ellos, 55.177 son hombres. El resto, mujeres, según informa Diario Sur.

Policía y negra, un binomio que a veces todavía se indigesta en España. «Aquí ser negro se asocia a la inmigración ilegal y al 'top manta'», asegura Carmen. No se atreve a generalizar ni a tachar de racistas a los españoles -«sería injusto», subraya-, pero sí lamenta conductas que «son más hirientes que un insulto». Se carga de ironía: «Nadie es racista hasta que su hija aparece un día con un novio negro; ahí la cosa cambia». Sospecha que es un problema de falta de costumbre, que falta tiempo. Y constata a diario que queda mucho por hacer hasta que la sociedad vea con normalidad a un negro trabajando en un banco o en un bufete de abogados.

Ella nunca se ha sentido despreciada por el color de piel, pero relata situaciones vividas en carne propia, de paisano y de uniforme, cuya valoración deja «al criterio del lector». Ejemplo uno: cuando fue con su marido a hacer un servicio al aeropuerto de Málaga y, tras identificarse ambos con la placa en el filtro de seguridad, a él lo dejaron pasar y a ella la retuvieron mientras comprobaban la autenticidad del distintivo policial. «Al preguntarles por qué miraban más la mía, arguyeron que era porque circulaban muchas placas falsas. Y yo me pregunto: ¿la falsa tiene que ser la de la negra?».

Ejemplo dos, esta vez sin misiones oficiales de por medio, como una ciudadana más. Recientemente fue también con su esposo a un despacho notarial a formalizar la compra de una vivienda. El notario les pidió los DNI y, a renglón seguido, preguntó a Carmen si hablaba español. «No, hablo chino», replicó. Tiene más de este tipo para contar, incluso entre colegas de profesión que deberían saber que ser español es requisito básico para entrar en la Policía. Pues aun así, «algunas compañeras también han dudado» de su nacionalidad.

Ejemplo enésimo: ni siquiera el uniforme en una jornada electoral convenció a un votante, que se le acercó mientras velaba por la seguridad en el colegio y le soltó «si de verdad era policía». Ella reconoce que en ocasiones se le agota la paciencia. Fue el caso. «No, el traje me lo he comprado en la tienda de disfraces de ahí detrás», le cortó.

Carmen siempre se había sentido atraída por la Policía. Estaba convencida de que algún día formaría parte del cuerpo, «pero lo iba dejando como el carnet de conducir». Cuando acabó sus estudios de Formación Profesional en Gestión Administrativa, lo vio claro. Tenía 23 años y empezó a 'pelearse' con el temario de las oposiciones. En su memoria quedó grabada una frase de la primera hoja: «Si no vas a estudiar, no pierdas tu tiempo». Fue su motor, la tabla a la que se agarró cuando hubo voces que le dijeron: «No vas a aprobar; nunca hemos visto a un policía negro. Vas a estudiar para nada».

Pero Carmen sabía que el examen lo sacaría adelante, porque sólo dependía de ella y de su esfuerzo. «Otra cosa era la entrevista personal, donde ya intervenían factores que escapaban a mi control». Sacó la plaza «a la primera», confiesa orgullosa. Ahora anima a otras personas de su misma raza a que se despojen del miedo al rechazo. Su actitud le ha valido uno de los premios AfroSocialistas que este mes ha entregado el PSOE en favor de la igualdad. «A mí no me lo han dado por ser la única policía negra, porque no lo soy, sino por ser un referente capaz de conseguir lo que un día se propuso», puntualiza.

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