El día en que la abuela fue astronauta

Los bastones y andadores tomaron la sede de Google para homenajear a las mujeres que, en su día, no tuvieron la oportunidad de elegir profesiones practicadas por hombres

Madrid Actualizado: Guardar
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La edad media de los trabajadores de Google se sitúa, según un estudio de PayScale, en los 29 años. Este lunes, la oficina del gigante informático en España, se llenó, sin embargo, de bastones e incluso andadores con unas visitantes que subieron la media de edad. Una veintena de abuelas, de entre 60 y 93 años se convirtieron en pilotos, astronautas, submarinistas y arqueólogas por un día. Todo lo que no han podido ser, lo que en otra época, cuando nacieron, tanto costaba ahora estaba tras las gafas de cartón de realidad virtual de Google.

Sus caras delataban la emoción, casi como la de un niño que se divierte con su primer juego. Eran las protagonistas del homenaje de Google a las mujeres con motivo de este 8 de marzo. Manuela, a sus 93 años, ha pisado la Luna e incluso «el planeta del anillo, Saturno, ¿no?». «Ha sido increíble.

Nada como el firmamento», confiesa y aún le queda por delante la experiencia de pilotar un avión y de hacer submarinismo. Cuenta que ella quiso -y empezó- los estudios de Medicina. «Pero entonces murió mi madre, mi padre se casó y puse una peluquería». Allí ha trabajado durante 50 años, hasta que tuvo 70: «Y ya ves, ni uso gafas».

Más que en el paisaje del Antiguo Egipto, repara en lo que costaría a los trabajadores levantar esas pirámides que ahora observa tan de cerca. «En su época sería terrible construirlo», reflexiona. «Nací muy pronto para ver estas cosas», dice entre risas. «Vi otras pero no tienen comparación, y eso que soy muy decidida para mis tiempos». Manuela ha visitado Italia, Francia, Alemania y Portugal. Interrumpe su testimonio un tiburón: «¡Ay, que me ha pasado por la barriga!». Ha ido al mar, dice, «pero ya no puedo». El marido de Manuela era mayorista de pescado, y ella, con su pequeño negocio, se confiesa independiente: «Él a lo suyo y yo a lo mío».

Mari Carmen, que también tiene 93 años, es ama de casa y esposa de un militar. Cuenta que juntos tuvieron que irse a vivir a Granada. «Me hubiera gustado poder trabajar, pero en aquel entonces era ‘saber leer, escribir y trabajar en la casa’», señala a EP. Los tiempos, efectivamente, han cambiado, y cuenta orgullosa a quien la quiere oír que tiene una nieta dentista y otra abogada. La mayoría de ellas, cuenta su monitora, vienen de una residencia. «Es de puertas abiertas, pueden salir cuando quieran, pero algunas, debido a su nivel de dependencia ya no pueden hacerlo, así que se apuntan a cualquier cosa», y su ánimo es contagioso.

Antonia, mientras, pilota un avión, y según cuenta, «hay demasiados botones» en el control de mandos. Ella y el piloto están solos en cabina. «Necesito mi bastón, ¿dónde se ha ido?», pregunta. Y, una vez lo encuentra, se levanta: «Es que quiero ver el mar». Las gafas no dejan ver sus ojos, pero sí que se escapa, debajo de ellas, una sonrisa de oreja a oreja. «Podría haber viajado a otros sitios de Europa cuando era joven», dice su compañera Carmen, «pero solo hice un crucero por Italia… que fue maravilloso y volé hasta Palma de Mallorca y Canarias. Pero a América no, que son muchas horas». Pilar anuncia que su vuelo ya ha despegado: «Estamos a 1.124». No se sabe muy bien a qué medida se refiere, pero mira hacia abajo: ella ya surca el cielo.

«Ver a una abuela diciendo que ha cumplido su sueño de poder viajar a la Luna hace que todo esfuerzo haya valido la pena», comenta la portavoz de Google en España, Vicky Campetella. Las abuelas ya han abandonado la sala, llevándose con ellas el bullicio, preguntando a todo el mundo que «esto cuándo sale». «Nos ha grabado la tele, ¿no los has visto?», dicen unas a otras mientras caminan hacia el ascensor. Algunas no nos han visto; han ignorado las grabadoras y los focos. Todas ellas nacieron para ser protagonistas, aunque su momento les haya llegado ahora.

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