Una de las formadoras acusadas escucha la sentencia del juez en Atlanta
Una de las formadoras acusadas escucha la sentencia del juez en Atlanta - reuters

Diez profesores de Atlanta, a la cárcel por hacer trampas con las notas

Un juez impone penas de prisión a profesores que inflaban las calificaciones de sus alumnos para mantener sus puestos de trabajo

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No hay colegio sin estudiantes que traten de copiar al de al lado en un examen, que se apoyen en una chuleta o que busquen las respuestas en su teléfono móvil. Lo raro es que la trampa venga de quien vigila y evalúa esa prueba. Pero eso es algo cada vez más frecuente en EE.UU. y el ejemplo más contundente acaba de suceder en Atlanta (Georgia): diez profesores, directores y empleados educativos han sido sentenciados a penas de prisión por una trama para inflar las notas de los alumnos en exámenes estatales.

Lo habitual es que estas prácticas acaben con una multa administrativa, con una suspensión de empleo y sueldo o con la pérdida de la licencia para dar clase.

Pero el juez Jerry W. Baxter, del condado de Fulton, se ha tomado el asunto con la máxima seriedad y ha impuesto sentencias de hasta siete años de cárcel para los acusados.

El escándalo surgió en 2009, cuando el ‘Atlanta-Journal Constitution’, un periódico local, destapó una práctica extendida de inflar las notas. La investigación oficial posterior descubrió que hasta 200 profesores de 40 colegios públicos habían hecho trampas.

¿Por qué decidieron los educadores maquillar los resultados de sus alumnos? Porque de ellos dependía su trabajo o el futuro del colegio en el que trabajaban. Los exámenes estandarizados han permitido que el rendimiento escolar de los alumnos se compare con más objetividad, lo que es más justo para medir el nivel de los estudiantes, otorgar becas o priorizar el acceso a institutos o universidades de calidad. Pero, a la vez, las autoridades los han utilizado como la principal vara para calificar el trabajo de los profesores: una clase sin buenas notas puede significar el despido del profesor; un colegio sin buenas notas puede perder financiación.

La presión de mostrar buenos resultados acabó en prácticas fraudulentas: según las investigaciones, los profesores decían las respuestas en voz alta durante los exámenes, les chivaban las soluciones o colocaban a los peores alumnos cerca de los mejores para que les copiaran. Incluso quedaban los fines de semana para cambiar las respuestas incorrectas de los exámenes y así mejorar las notas.

La dureza de la sentencia ha sido recibida con fuertes críticas de la comunidad educativa y con comparaciones con la impunidad de fraudes cometidos en sectores privilegiados, como Wall Street. Para algunos, los profesores son víctimas de un sistema corrupto. Pero al juez Baxter no le han conmovido: “Ahora todo el mundo se echa a llorar por los educadores. Pero ha habido miles de niños vulnerados con este asunto”, dijo.

El de Atlanta no es un caso aislado: se han conocido casos similares en Washington, Filadelfia y Camden (Nueva Jersey) y las autoridades han recibido informes con alegaciones de trampas provenientes de cuarenta estados del país.

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