El decano de los abogados sevllanos

Vicente Romero Muñoz: «Los consejeros no han dotado a la Justicia de medios»

El letrado más veterano de Sevilla sigue ejerciendo el oficio a sus 95 años

Vicente Romero tiene 95 años y ejerce la profesión J.M.Serrano

Amalia F.Lérida

Nació en 1924 en Alcalá de Guadaíra y sigue ejerciendo al compás de sus hijos y nietos. A sus 95 años es el decano de los abogados sevillanos.

¿Cómo se lleva ser hoy día el número uno de los abogados sevillanos?

Es un triste privilegio de la edad, exclusivamente. En todo lo demás hay muchos números uno.

Hablemos de su oficio, ¿Está satisfecho de su trayectoria?, ¿cómo le ha ido?, ¿cómo era cuando empezó la profesión?

En general, me ha ido muy bien. He tenido y aún tengo asuntos pequeños y grandes, éstos últimos exigen una dedicación casi exclusiva. Hablo de suspensiones de pagos, quiebras tardías, que vienen al despacho, cuando el cliente ya está en la ruina... No se pueden abandonar, porque son amigos. Honorarios dispensados. Los abogados, entonces, éramos todos generalistas. Trabajábamos en civil, penal, administrativo, gubernativo. En el mismo día podíamos tener un Consejo de Guerra o una nulidad en el Tribunal Eclesiástico. Eramos el típico abogado de la familia, a quien se confían todos los problemas, y había que actuar en todas las jurisdicciones.

¿Y se ganaba dinero con este trabajo?

Salvo excepciones, los primeros años son deficitarios. Con suerte y trabajando mucho, se saca adelante la familia. Si los abogados hubiésemos cobrado todo lo que tenemos en la calle, todos seríamos ricos.

¿Había juristas en su familia?

Mi padre, que era un caballero, ejercía como procurador, así que viví un ambiente familiar jurídico.

¿Dónde estudió?

Estudié Derecho en la Universidad Hispalense, donde hice amigos y compañeros para toda la vida. Del rigor de aquella Facultad, le diré que empezamos la carrera cien alumnos y terminamos doce. Yo tenía 21 años.

«Si los abogados hubiésemos cobrado todo lo que tenemos en la calle, seríamos ricos»

¿Y qué pasó cuando terminó?, ¿encontró trabajo?

Presté el servicio militar como alférez de Infantería e hice el doctorado en la Universidad Central de Madrid, que ahora se llama la Complutense, solo por complacer a mi padre, pues el único alcalareño que alcanzó ese grado, fue su amigo Agustín Alcalá y Henke. En 1947 ya estaba dando clases en la Universidad, sin sueldo, por pura vocación.En 1949, me dí de alta en el Colegio de Abogados. Era el número 103, y ya se comentó que Sevilla no podría con tantos abogados. Hoy somos miles. Además, gané por oposición la plaza de profesor titular en la cátedra de Economía Política, con don Ramón Carande, en 1954, a quien supllí muchas veces. A su jubilación me encargué de la cátedra, y es un honor para mí que los distintos decanos confiaran en mi trabajo hasta que me jubilé en 1990. Son 43 años de docencia, incluyendo ocho años en la Universidad de Cádiz, donde daba tres clases semanales. También en verano dí clases gratuitas, a repetidores de Economía amenazados de exclusión de la Facultad, por tener agotadas las seis convocatorias.

«La ciudad de la Justicia está ya entre el Prado y Viapol y es más accesible que Palmas Altas»

¿Cómo podía llevar ese ritmo frenético?,¿No se agobiaba?

Más que nada era el número de alumnos, que crecía cada año hasta llegar a 2.500 por cátedra. En Oxford, sólo hay 30. No había Facultad de Económicas y Empresariales, ni Graduados Sociales. No todos tenían vocación jurídica. No se podía pasar lista. Cinco grupos de 500 alumnos que se examinaban cada tres meses. Se creó un Departamento de Economía y compartí tarea con profesores de la nueva Facultad, todos muy competentes.

¿Se puede ejercer la profesión y dar clases?

No sólo es compatible, sino deseable. La Universidad obliga a estudiar todos los días, la Abogacía, a toda hora: diariamente, el BOE, la Juriprudencia del Supremo y periódicamente el BOJA y de otras comunidades. El decano nos indicaba que debíamos tener despacho abierto, y eran abogados los señores Pelsmaecker, Giménez Fernández, Cossío, Gutiérrez Alviz, Royo, Candil, y más tarde, Clavero, Olivencia, Bernárdez Cantón, etc. Después vino de Madrid, el criterio contrario: la dedicación exclusiva y excluyente. Están equivocados. Se enseña mejor, cuando se viven los pleitos desde dentro. Por cierto que en el ejercicio profesional, me tuve que enfrentar a casi todos los mencionados y nos tratamos cordialmente.

«Los señalamientos a dos o tres años vista son un descrédito, pero no culpemos a los jueces y funcionarios sino a los sucesivos ministros, anteriores y actuales»

Con tantos alumnos tendría muchos conflictos.

Al contrario, las mejores relaciones. Yo procuraba enseñar Economía, Hacienda y Fiscal, asignaturas a las que casi todos son renuentes, por sus aspectos matemáticos. No me cuesta ser amable y repetir conceptos. He tenido alumnos que luego han sido presidentes del Gobierno, de comunidades autónomas, catedráticos, alcaldes, presidentes de la Diputación, jueces, magistrados, notarios, registradores de la propiedad, presidentes del Tribunal Constitucional y la mayoría, abogados en ejercicio o funcionarios. Otros, no ejercen, pero mi mayor satisfacción es tratar a todos, y recordar los buenos ratos.

¿No le llamó nunca la atención la política?

Bueno, sí. Un grupo de monárquicos formamos el Círculo Balmes. Para que no nos molestara la Social, Pepe Acedo les anunciaba nuestras reuniones, pero teníamos los teléfonos pinchados y era muy delicado para los bufetes. Después fundamos el Partido Social Liberal Andaluz (vulgo, el Pesla) de carácter regional. Presionados por Suárez. Yo no quería. Pensaba y sigo creyendo que vascos y catalanes tienen un peso desproporcionad, y hay que equipararse con ellos. No obstante nos integramos en la UCD, donde pertenecí a la ejecutiva regional, con Clavero, Añoveros, Fontán, Pedro Serreras, Soledad Becerríl, Carmen Llopart, José González, Manolo Otero, y otros, e hicimos propaganda de la Constitución por los pueblos. Los jóvenes los comandaba Javier Arenas. Todos amigos. Tiempo feliz, por cerrar la dictadura e implantar la democracia, sin traumas.

«He tenido y aún tengo asuntos pequeños y grandes, éstos últimos exigen una dedicación casi exclusiva. Hablo de suspensiones de pagos, quiebras tardías, que vienen al despacho...»

¿Fue senador?

Ni pensarlo. Ya era presidente del Comité de Disciplina e iba por tres reuniones todos los sábados, mañana y tarde. El bufete y la Universidad me obligaban a estar en Sevilla, y por añadidura fui teniente de Alcalde en Alcalá, haciendo oposición al PSOE y PC, junto con otros concejales en todas las comisiones.

¿Alguna anécdota del ejercicio de su profesión?

De la Justicia, ninguna. He ejercido seriamente y he sido tratado seriamente. De la Universidad, muchas, porque el alumnado es joven, y con Carande, todo era posible.

Me han dicho que usted nunca olvidó su pueblo.

En Alcalá no hay Universidad. Hay juzgados y hay problemas sociales. Hice lo que pude, defendiendo gratis a los pobres. Blasono de haber acabado , junto con otros católicos, con las cuevas del castillo, lacra ancestral, donde vivian y morían dos o tres generaciones, facilitándoles el material si ellos ponian el trabajo de hacerse una vivienda. Éramos veinte protectores, para veinte viviendas, que subsisten. Después hicimos el Patronato de Viviendas Sociales y levantamos 365 viviendas de protección oficial en la Barriada de Nuestra Señora del Águila, vendidas al coste. No cobró nadie, ni siquiera el arquitecto, Delgado Roig.

¿Cómo ha compaginado toda esa actividad con la familia?

Si se quiere, hay tiempo para todo. Mi esposa es una perfecta compañera y madre de familia numerosa. Tuvimos cinco hijos maravillosos y los educamos cristianamente con mucho amor, y dedicándoles tiempo. Todos con profesiones jurídicas.

¿Ha cambiado mucho la profesión?

Existirá siempre, frente a la Administración y frente a terceros. La sociedad necesita más información dada la intromisión creciente del Estado en nuestra vida privada, y la dificultad de las relaciones internacionales. Debería haber un solo Código Penal, otro Civil y otro Mercantil, en toda Europa, pero eso no lo verán ni mis biznietos. ¡Ojalá me equivoque!

¿Y la Ciudad de la Justicia?, ¿Cree que la verán?

Está casi hecha, la tenemos delante. Entre el Prado y Viapol, hay cien juzgados civiles, penales, contencioso-administrativos,mercantiles, especiales de menores, vigilancia, violencia, laborales, etc que se deben instalar mejor, y aún quedan solares vecinos libres, para construir juzgados. El edificio de la Audiencia es muy noble. En autobuses y Diego de Riaño, hay viviendas suntuarias que se pueden expropiar por necesidad pública. Esa ciudad, está perfectamente comunicada, con un kilómetro de frente a una de nuestras mejores avenidas. Y es infinitamente más accesible que Palmas Altas o los Bermejales.

¿Qué opina de los señalamientos a dos o tres años vista?

Son un descrédito de la Justicia, pero no culpemos a los jueces y funcionarios, sino a los sucesivos consejeros anteriores y actuales, que no han dotado a la Justicia de medios técnicos y humanos para desarrollar su labor.

Si volviera a nacer, ¿sería abogado?

Mil veces. No me he jubilado. Ejerzo al compás de mis hijos y de mis nietos, Juan y Andrés Vicente Rios Romero, viviendo la profesión. Es la más bella del mundo: hacer justicia y proteger al débil. Y al mismo tiempo, la más difícil, , por enfrentarse a un compañero que quiere exactamente lo contrario, y lo fundamenta.

¿Qué consejo daría a los jóvenes?

Ética, ciencia y diligencia.

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