El vencejo: el ave que siempre vuelve a Sevilla en primavera

Es un ave migratoria que mantiene una memoria infalible que le hace retornar, cada año, a ese lugar donde estableció el nido

El vencejo es un ave protegida que pasa el invierno en África y anida en España ABC

Fran Piñero

La primavera llega a Sevilla a través de ciertos signos. En el olfato, el azahar. En el tacto, la temperatura, más agradable que nunca. En el gusto, los tradicionales sabores de vigilia. En la vista, la dorada luz. Y en el oído, el sonido de un ave . El vencejo.

La primavera ya se ha ido, dio paso al verano este mismo sábado. Pero el ave permanece hasta septiembre . Queda, por tanto, tiempo para comprender porqué son beneficiosos estos pájaros, y de qué manera se puede contribuir a su vuelta. A largo plazo.

Porque volver, vuelve. El vencejo es un ave migratoria y, como la mayoría de ellas, mantiene una memoria infalible que le hace retornar, a la siguiente primavera, a ese lugar donde estableció el nido. Son, por tanto, fieles a «su hogar», a menos que al siguiente año encuentren un escondrijo mejor y más seguro.

Sin embargo, las crías, una vez abandonan el nido familiar no vuelven a él jamás. Tendrán que encontrar un lugar propio donde criar a su descendencia. Es ahí donde se puede actuar, y facilitar espacios para que aniden.

¿Por qué cuidar al vencejo? Porque es un perfecto «control de plagas» de insectos, su principal alimento. Esta especie puede comer al día 50 g de «aeropláncton», unos 500.000 insectos microscópicos que, por el contrario, permanecerían en el cielo de Sevilla.

Tanto es así que adaptan su conducta a la de los artrópodos. A media mañana, por la temperatura y las presiones, los insectos suben en masa en la atmósfera. Por ello es prácticamente imposible localizar un vencejo . Habría que mirar muy arriba. Cae la tarde, y con ella la masa de insectos, haciendo lo propio los vencejos. El alimento marca, pues, su estilo de vida, siempre en el aire.

Un nido de vencejos en un edificio J.M. Serrano

No hay que olvidar que este ave pasa en el nido el tiempo justo de poner los huevos y alimentar a las crías. Cazan, comen, copulan y duermen volando, aunque este sea un concepto demasiado humano para un vencejo, que lo que realmente hace es relajar la musculatura y ahorrar energía reduciendo su número de aleteos.

Aunque comúnmente se confundan con las golondrinas, también insectívoras, los vencejos se diferencian de ellas por su color grisáceo frente a las plumas blancas y rojas que tienen éstas en el vientre y la cara, respectivamente. Además, las golondrinas fabrican su propio nido a base de barro y hierba . No utilizan ningún hueco ya existente, de ahí que el humano no «pueda» contribuir a su vuelta.

Estas aves están presentes en la práctica totalidad de la geografía española y en amplia superficie europea. Sin embargo, sus poblaciones se están viendo peligrosamente diezmadas, de ahí que tanto el vencejo como el «avión común» se encuentren en el listado de especies silvestres en régimen de protección oficial o amenazadas, y que no se puedan destruir, por ley, sus nidos en época de cría.

Proyecto salesiano

En el colegio de los Salesianos de la Santísima Trinidad se mantiene, desde 2015, un programa de conservación de los vencejos. Es sencillo, y poco costoso. Básicamente se trata de 15 estructuras de madera huecas, de dimensiones y aspecto similar a las de una caja flamenca, con dos orificios de entrada o salida de tamaño suficiente para que sólo entre esta especie . Las palomas, por ejemplo, se quedarían fuera.

Los murciélagos, en cambio, no. Pero, en palabras del ideólogo del proyecto, el profesor de biología José Luis Muñoz , «este animal es igualmente insectívoro, por lo que tampoco sería mala cosa. No la preferible, eso sí».

Nidos artificiales de los Salesianos Trinidad Fran Piñero

Además de estos «habitáculos», se han despejado algunas uniones entre la pared y el techo de la planta alta del centro educativo, favoreciendo espacios para que los pájaros aniden. «Precisamente antes estaban tapados para evitar los nidos», comenta Muñoz, que incide en «el escaso coste y mantenimiento del proyecto , cuya única contrapartida son los excrementos que caen al suelo, llegando en ningún caso a ser unas aves dañinas con las fachadas y mucho menos con las personas».

La actividad ha contado con la participación de escolares de todos los ciclos, en especial de alumnos de Bachillerato. Los jóvenes han anotado los hábitos de vida y actividad de los vencejos, las horas en que entraban o salían, y los nidos que se completaban y los que, a diferencia, se quedaban vacíos.

«Hemos descubierto que el ave sólo quiere los nidos con orientación Oeste », explica el profesor, sobre un estudio que tiene visos de continuidad. «Los recipientes permanecerán hasta que empiece el otoño, cuando los vencejos emigren. Los retiraremos y esperaremos a que vuelvan con la primavera», concluye Muñoz. Porque volver, vuelven. Sólo hay que procurar que sea para largo plazo.

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