500 aniversario

Primera vuelta al mundo: Batalla naval en Brunéi

El autor de este artículo narra cómo ciento once marineros españoles se enfrentaron a 400 guerreros bruneanos

Los juncos, típicas naves bruneanas, podían soportar una carga tan fuerte como los navíos españoles ABC

Ignacio Fernández Vial

Estando fondeados en la bahía de Brunéi, los tripulantes de la Victoria y la Trinidad quedan a la espera de que vuelvan a las naos los hombres que, por deseo expreso del rey Siripada, el capitán Caraballo había enviado a tierra el 15 de julio de 1521. Pasaron catorce días esperando a que volvieran sus compañeros, y empiezan a sospechar. Este recelo se confirma el día 29 de este mes, cuando ven que tres grandes juncos armados se acercan a ellos y comienzan a sentirse amenazados.

«… Al otro día por la mañana vieron venir en dirección de la ciudad doscientos praos, algunos a vela y otros a remo. Hiciéronse a la vela hacia los juncos, cuyos tripulantes tan pronto vieron la maniobra, izaron también las velas y huyeron hacia donde el viento podía mejor servirles ; y habiendo alcanzado uno de ellos con las embarcaciones menores, lo apresaron con sus veintisiete tripulantes, llevando el dicho junco amarrado a la popa de la capitana, y venida la noche se levantó una tempestad del Poniente , y se fue el dicho junco a pique al costado de la capitana».

Ginés de Mafra da más datos acerca de este enfrentamiento que, de no haberse ganado, hubiera sido el fin de la armada y por supuesto, la de todos sus tripulantes.

«Y luego subió un marinero a la gavia y dijo que venían de la ciudad más de doscientas velas que la menor sería como bergantín: los nuestros fueron contra los tres juncos que ya dijimos, los cuales ya andaban a la vela y fueron ligeros de tomar porque la gente de ellos los desampararon, huyendo en unos barcos pequeños , nuestros tomaron los dos y el otro se les fue».

Clara victoria de las dos naos españolas, a pesar de que no lo tenían fácil. Los guerreros bruneanos podían reunir entre los tres juncos muy cerca de los 150 hombres, más los que llevaban los praos, no menos de 400. Y frente a ellos, 111 españoles, que deciden atacar antes que los barcos enemigos se acercaran demasiado, e inmediatamente levan las anclas y sacan velas . No contentos con ello, mandan a sus dos bateles con hombres armados a que se apoderen de inmediato de uno de los juncos. Sus tripulantes, cuando ven que se les acercan estos hombres decididos a todo, oponen una débil resistencia y se entregan, finalizando así esta corta batalla. La Victoria pierde un hombre, el marinero Nicolás de Capua, que muere veinticuatro horas después de la batalla, el 30 de julio de 1521.

A la mañana siguiente, ven aparecer un gran junco, que ajeno a lo que había ocurrido el día anterior, se les acerca. Caraballo no lo duda. Para poder recuperar a sus compañeros retenidos por Siripada, necesitaba una presa para utilizarla como moneda de cambio , por lo que ordena aprehenderlo, manteniendo con vida el mayor número posible de sus tripulantes, que quedarían detenidos a bordo para este fin.

«Vieron un junco muy grande, tanto que se admiraron de su grandeza y fueron allá, y visto que era junco que sería hasta de quinientas toneladas, les dijeron que amainasen, los cuales no quisieron, por lo cual le tiraron algunos tiros, más con todo esto no quisieron amainar, hasta que abordadas las naos de los nuestros, le rindieron».

«En él venía por capitán el hijo del rey de Lucan, trayendo consigo noventa hombres, y tan luego como lo apresaron, enviaron algunos de ellos al Rey de Borneo, mandándoles decir que, si devolvía los cristianos que tenía en su poder, le daría toda la gente que había apresado en el junco , en vista de lo cual (el rey) les envió dos de ellos en un prao».

Los dos castellanos devueltos fueron Gómez de Espinosa y Elcano , que habían desembarcado para comprar el betún que necesitaban para calafatear sus barcos. Quedaban retenidos por los bruneanos el sobresaliente Gonzalo Hernández , el marinero que ahora ejercía de escribano en la Trinidad, Domingo de Urrutia, y el hijo de Caraballo. Dos días quedaron esperando que estos tres últimos fueran liberados, pero como no tuvieron repuesta, se hicieron a la vela. Si hubieran continuado en aguas tan peligrosas, en cualquier momento podían volver a verse atacados, y esta vez por cientos de guerreros locales que, ya vieron en tierra, estaban muy bien armados. Se llevaron como rehenes a catorce hombres y tres mujeres.

Espinosa y Elcano, a su regreso, contaron a Caravallo que el rey Siripada les había dicho de los tres hombres que faltaban «que de su voluntad se habían querido quedar en la tierra y que el muchacho también les habían dicho que se había muerto» . Nunca más se supo de Gonzalo Hernández y Domingo de Urrutia . La Casa de la Contratación los considera oficialmente desaparecidos, el 29 de julio de este mismo año.

«Los juncos de que hemos hablado son sus mayores embarcaciones. He aquí cómo son: las obras vivas, hasta dos palmos de las obras muertas, están hechas de tablas unidas con clavijas de madera y su construcción es bastante sólida. Soportan los juncos una carga tan fuerte como nuestros navíos Los mástiles son de caña también, y las velas de corteza de árbol».

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