ENTREVISTA

Juan Arana: «Es una tragedia rechazar la exigencia. A mis alumnos les advierto de que les perjudicará»

El filósofo y catedrático de la Hispalense Juan alerta de que las fronteras caerán y que «estudiantes de Moldavia podrán venir aquí para disputarles los puestos de trabajo»

Juan Arana J.M.Serrano

Jesús Álvarez

Juan Arana Cañedo-Argüelles (San Adrián, Navarra, 1950) es catedrático de Filosofía de la Universidad de Sevilla, académico numerario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y profesor visitante en las universidades de Maguncia, Münster y París VI –La Sorbona– . Dirige la revista de filosofía «Naturaleza y Libertad» y es autor de numerosos libros, entre ellos varios sobre Borges y Octavio Paz.

Aunque podría haberse jubilado, sigue ejerciendo la docencia y centra su labor de investigación en la f ilosofía de la naturaleza, la ciencia, la religión y el conocimiento .

El estudio de las humanidades viene perdiendo peso en los planes educativos, aunque ahora se esté hablando de algún posible refuerzo en los cursos de bachillerato. ¿Este alejamiento de la filosofía tiene esto algo que ver con la falta de respuestas convincentes a los nuevos problemas de la sociedad?

La filosofía está tan atomizada como el resto de la sociedad . Los filósofos no hemos logrado ponernos de acuerdo en brindar una respuesta a esos problemas. Yo veo ahora mismo unas doce orientaciones principales que están en combate unas con otras. No se trata de que la sociedad atienda a los filósofos p ero sí de que se dé cuenta de que la filosofía es importante. Si a mí me gusta la literatura, la música o la pintura, no tengo por qué estar de acuerdo con los gustos de los críticos, pero se trata de introducir en el ciudadano medio la inquietud y los medios para resolver los problemas humanísticos y pensar por sí mismos .

Con estos recortes en los planes de estudios, da la impresión de que no interesa políticamente tener ciudadanos críticos y bien formados.

Es posible que no interese pero el problema fundamental está en la concienciación ciudadana, en la cultura, en el cultivo del espíritu . No se puede resolver con que los políticos pongan una asignatura más sino en una dinamización social de exigir buenas respuestas y que nos haga crecer como personas.

¿Que se plantee que no haya que aprobar todas las asignaturas para obtener el Bachillerato es un signo de los tiempos actuales? Me refiero a lo de poner más énfasis en los derechos que en las obligaciones.

Sí. Y me parece lamentable que se aprueben estas normas. Es una tragedia rechazar la exigencia. Los alumnos de mi asignatura en la Facultad me piden a veces que rebaje la exigencia y yo les pregunto si son conscientes de que en un futuro no muy lejano cualquier alumno de Moldavia, donde hay mayor cultura de esfuerzo en las instituciones académicas, puede venir aquí a disputarles un puesto de trabajo y dejarles a ellos los puestos de barrenderos. Las fronteras van a caer y la gente, sea en pateras o no, llegará aquí y hay que formarse para poder competir con quien venga. Esa rebaja de la exigencia perjudicará su futuro.

Pero la cultura del esfuerzo no está muy de moda.

En los estudios no, pero veo que en otras cosas sí, como el deporte o voluntariado social sí. España es un país muy solidario, de los más solidarios del mundo. Esta capacidad de compromiso habría que aprovecharla más.

¿La búsqueda de la excelencia es una cuestión cultural o tendemos en general al mínimo esfuerzo?

El ser el primero de la clase puede resultar un poco infantil, un estímulo demasiado inmediato. Creo que la exigencia debe ser con uno mismo, es decir, la autoexigencia . Que todo el mundo dé todo lo que lleva dentro. Que a todos se nos enseñe que la vida es una carrera larga y que vamos a tener en algún momento de esa carrera eso que se llama «la soledad del corredor de fondo» . Que no se esté enseñando esto a los chavales es uno de los mayores pecados que estamos cometiendo.

Usted ha conocido muchas universidades europeas, sobre todo alemanas y francesas. ¿Qué diferencias ha visto respecto a lo que sucede en las universidades españolas?

Es difícil hacer esta comparación. A nivel individual, hemos dado la talla, pero institucionalmente creo que no nos podemos comparar. En España tenemos una gran obsesión por convertirnos en funcionarios . La endogamia y la rutina que padecemos juegan en contra de nuestras universidades. Los jóvenes tienen que salir fuera a formarse y adquirir conocimientos pero lo malo es que luego no pueden volver a aportar aquí todos esos conocimientos. La universidad es muy inflexible en su funcionamiento y no se aprovecha bien el talento. La excelencia no está suficientemente reconocida en nuestras universidades.

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