Ancelotti dirige el entrenamiento del Real Madrid en medio de un gran ambiente
Ancelotti dirige el entrenamiento del Real Madrid en medio de un gran ambiente - efe
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Real Madrid-Barcelona: cielo e infierno en solo mes y medio

Los blancos suman ocho puntos más que los azulgrana en seis semanas y dejan excelentes sensaciones mientras que transmiten gran zozobra al rival

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En poco más de un mes el infierno se ha desatado sobre Barcelona mientras que las nubes se despejaron en Chamartín y ahora luce un brillante sol. Curioso porque hace poco todo era al revés. Ancelotti no encontraba el equilibrio y su defensa era un barco con enormes boquetes en la vía de flotación. Todo lo contrario que el Barça, que no había recibido un solo gol y marchaba invicto.

De repente, Ancelotti dio con la tecla, ajustó algunos tornillos y la máquina se puso en funcionamiento al tiempo que en la Ciudad Condal se partían las tuercas y todo se ha convertido en un desbarajuste, miradas esquivas, enfados mal disimulados y rumores malsanos. ¿Qué ha pasado para que entre dos equipos de élite se haya recortado una distancia de seis puntos en solo seis semanas y uno de ellos haya sumado otros dos más?

Fundamentalmente ha sido por la manera de enfocar los problemas por ambos entrenadores. Ante las dificultades de todo tipo que le surgieron a Ancelotti (el debate de la portería, goles a balón parado, ubicación de James, suplencia de Isco, la ausencia de equilibrio por mor de los traspasos) el técnico madridista puso buena cara, excelente humor en las ruedas de prensa y un buen rollo que ha contagiado al vestuario.

Ayer le preguntaron a Marcelo por el secreto del buen juego del Madrid, y respondió que «el míster nos transmite seguridad, confianza y, sobre todo, mucha tranquilidad. Eso es muy importante para el grupo». Isco señaló asimismo que «cada día que pasa somos más piña con el míster en el vestuario». A Ancelotti casi nunca se le ha visto enfadado. Hubo una vez, antes del partido en Liverpool, donde se mostró irritado por una pregunta sobre los lesionados que se habían quedado en Madrid. Respondió molesto, pero minutos después llamó al periodista en cuestión y se disculpó con él, lejos de otros tiempos, no muy lejanos, en el que el inquilino del banquillo blanco metía en un cuarto a un periodista para amenazarle y amedrentarle. Eso también ha cambiado en el banquillo del Madrid: templanza y recuperación de los valores del club. Y se nota en el juego del grupo.

Camino errático

En la acera contraria, Luis Enrique contestaba a los malos resultados con una ironía y desahogo que sentó francamente mal a los colegas de Barcelona: «Sí, se presenta una semana divertida, simpática, se levanta la veda...», dijo con un tono jocoso que daba a entender que «ya sé que me vais a dar por todos lados, pero me importa un bledo». Lo que no llegó a comprender el técnico del Barcelona es que a los allí presentes no les importaba darle o no darle pues su bienestar les importaba bien poco. Lo que querían saber eran las causas de los males azulgranas: ¿Por qué Alves es un coladero? ¿por qué en el Bernabéu jugó Mathieu de lateral? ¿por qué saca a Rakitic para meter a Xavi? ¿qué le pasa a Iniesta? ¿cuál es la causa del apartamiento de Piqué? Todo preguntas fundamentales que se quedaron sin respuesta, amparadas en la consabida «decisión técnica», cuando se sospecha que lo de Piqué, por ejemplo, es un castigo por haber estado mandando mensajitos por el móvil en el banquillo mientras su equipo se jugaba la Copa Cataluña.

Pero más allá de eso, se empieza a vislumbrar un problema de empatía. A Luis Enrique le gusta el «manu militari», tabla rasa para todos sin hablar con nadie. Mucha reunión con su cuerpo técnico de colaboradores, pero muy pocas con los futbolistas, con los que mantiene una distancia excesiva de «aquí estoy yo arriba muy envarado y allí abajo vosotros». Siempre lo ha hecho así, si bien puede que eso valga para equipos menores pero no para un vestuario con tanta figura y, por lo tanto ego, como el vestuario azulgrana. Dicen que dicho vestuario se le ha distanciado y los chicos confían más en Messi que en el técnico. Y por otro lado, el propio Messi ya no sonríe, y eso es malo. Le han vaciado el medio campo de contenido, le han retrasado metros, alejándole de la portería y ahora asiste mucho, pero marca poco. Y no parece que le guste. Se le resiste el récord de Zarra mientras que Luis Enrique busca calma y se reúne con Zubizarreta, como si este fuese un faro fiable...

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